Recordando el valor de Charlie Hey
A Charlie Hey me lo presentó Dixie Bayó en El Hipopotamo hace como una decada. El propósito era hablar sobre cómo mejorar la comunicación de Servicios Legales de Puerto Rico hacia el pueblo al que sirve. En el restaurante estaba Juan Mari Brás, que se unió a nuestra mesa. Nosotros, por supuesto, pospusimos cualquier otro asunto para escucharlo.
Charlie me cayó bien, pero jamás pensé que a raíz de aquel encuentro trabajaría con él en Servicios Legales por varios años, que sería mi padrino de bodas, mi confidente y mi mentor en el Derecho y en la vida.
Charlie era un abogado que siempre quiso ser periodista. (Su pasión por el desparecido El Cucubano de Servicios Legales así lo comprueba). Yo, a la inversa, un periodista que quería ser abogado. Él era un nuyorican que siempre había querido vivir en Puerto Rico. Yo, natural de Puerto Rico, siempre con la espina por irme a Nueva York. Nos hicimos cómplices, y nos reíamos mucho.
Cuando finalmente me fui a Nueva York, me inculcó el amor por los Mets. Los Yankees son el evil empire. Siempre estamos con los de abajo.
A pesar de su pedigrí académico (Princeton y NYU Law) y sus conexiones (Sonia Sotomayor y él eran panas, tanto así que la Jueza del Supremo lo menciona prominentemente en su libro), Charlie les dedicó su vida a los pobres y a darle garras reales al concepto del acceso a la justicia para todos. Siempre recordaré lo mucho que trabajaba. Horas y horas. Y prácticamente todos los días. En sus últimos días en el Hospital Pavía padeciendo de cáncer, cuando podía hablar, me comentaba los asuntos profesionales que tenía pendientes.
En el hospital, le comenté de una presentación reciente a la que fui, en la Escuela de Derecho de la UPR, del libro del Juez del Tribunal Supremo Luis Estrella sobre el acceso a la justicia. Allí había un whos who del poder puertorriqueño: Rafael Hernández Colón, Sila M. Calderón, Pedro Rosselló, legisladores, jueces del Supremo, la secretaria de Justicia. En fin, gente que tienen o tuvieron poder e influencia para realmente hacer algo por el acceso a la justicia para los pobres. Pero casi ninguno hizo nada ni va a hacer nada. Suena lindo hablar del tema, hasta es conveniente para asegurar fondos a la judicatura, pero bregar de verdad con el asunto requiere otra disposición y visión de mundo. Requiere, además, tener las prioridades claras.
Cuando le conté a Charlie de aquella presentación se frustró un poco. Toda esa gente con tanto poder y lo único que tenían que hacer era atender el tema, ni tan siquiera resolverlo. Sólo ponerlo en la agenda! Trabajarlo como algo sistemático, no como algo caritativo. Para él y su equipo era siempre cuesta arriba conseguir reuniones en La Fortaleza o en la legislatura, aunque siempre hubo políticos que eran partidarios de la misión de Servicios Legales y de Charlie en particular.
En un momento fui de tour con Charlie por los supuestos bufetes high end de Hato Rey, mendigando dinero para Servicios Legales, el bufete más grande de Puerto Rico que atiende a las personas pobres que están a punto de perder sus casas, la custodia de sus hijos, o que tienen un sinnúmero de asuntos civiles que muchas veces no comprenden. Nos sentaban en mesas largas con vistas a Hato Rey y nos preguntaban qué queríamos. Cuando les explicábamos nos miraban como si se tratara de la transacción más complicada con la que habían bregado. No recibimos ayuda económica. Era una frustración tras otra. Pero Charlie nunca se quitaba, y, por el contrario, irradiaba pura energía.
En el calor de la batalla y la adrenalina de la trinchera, Charlie y yo nos hicimos grandes amigos. Comencé a compartir con su familia, especialmente con su esposa de tantos años, Linda Colón. Fuimos a muchos juegos de pelota, incluyendo los Panamericanos de 2010 en Mayagüez. Sus pasiones incluían, además de los Mets y el béisbol en general, todo lo relacionado con Irlanda. Me hice amigo de muchos de los amigos de Charlie. Y él, a su vez, se hizo amigo de muchos de mis panas.
Charlie comenzó a luchar por los derechos civiles donde mejor sabía hacerlo: en los tribunales. Era un gran litigante. Con el avance de su carrera profesional, sin embargo, vio la necesidad de darle coherencia y cohesión a las buenas intenciones regadas. Lo que él quería hacer a gran escala no podía hacerse peleando en corte caso a caso. Se trataba para Charlie, como sabe cualquier persona progresista, de la importancia de la organización en la lucha.
Comenzó con el Instituto de Derechos Civiles, trabajando sobre todo con el caso de las carpetas recopiladas ilegalmente por el FBI y la Policía de Puerto Rico contra personas independentistas o tan siquiera sospechosas de serlo. Luego, tras darle nuevos bríos a Servicios Legales de Puerto Rico durante nueve años como director ejecutivo, le hizo mucha ilusión encabezar el Fondo de Acceso a la Justicia, un nuevo programa desde donde pretendía guiar esfuerzos por darle concreción al concepto etéreo del acceso a la justicia.
Murió con ese título: director de un fondo de acceso a la justicia. Y aunque los títulos nunca le importaron, eso vale.
Dejó como legado, además de sus luchas, a decenas de jóvenes abogados que lo consideran como mentor no solo en el litigio sino en la aproximación moral a la carrera legal.
Charlie tenía claro, como escribió en una de sus columnas en El Cucubano, que Puerto Rico realmente era 'dos islas'. Dijo en 2013: 'Servicios Legales de Puerto Rico intenta mantener la esperanza para los menos afortunados ante el imperio de la ley que frecuentemente trata hostilmente a demasiados de nuestros compatriotas. Cumpliendo con nuestra misión, combatimos lo peor de nuestro tiempo: la locura de la insensibilidad institucional, la incredulidad que la justicia pueda existir para muchos y la desesperación provocada por el abuso económico, social y legal. Servicios Legales mantiene la luz de la esperanza viva para nuestra democracia. La tarea es cada vez más difícil'.
Ahora, mi querido amigo, sin un tipo como tú, con sus corbatas espantosas y su risa contagiosa, va a ser aún más cuesta arriba. Son muchas personas – aun muchos que ni lo saben – quienes te necesitarán y extrañarán.
*El autor es periodista y abogado con práctica en las jurisdicciones de Puerto Rico y federal. www.abogadofederalpr.com