Cómo será el ghetto de viejos pobres?
He alertado antes que Puerto Rico va en curso a transformarse en una sociedad que puede ser descrita como un ghetto de viejos pobres. Este será el resultado de la movilidad social en reversa que se ha convertido en nuestra megatendencia social. He aquí la característica dominante en la sociedad que se ha estado gestando en Puerto Rico. El progreso que se vivió, y cuya continuidad se dio por sentada, ha sido sustituido por una realidad muy distinta. La bancarrota del Estado Benefactor, financiado por transferencias del gobierno federal y de la clase media local, se ha estrellado contra una muralla de realidades. El gobierno paternalista, financiado por vía de ahorros voluntarios y forzados, extraídos a la clase media, se topa con que esta ha empobrecido y una buena porción huye del país.
El producto de la explotación realizada localmente en contra de los sectores más productivos complementó el enorme flujo de fondos asignados a Puerto Rico por el gobierno federal. Para repartir y dirigir al consumo local esa catarata de ahorros forzados, se creó un enorme aparato público. Un gobierno que creció alimentado por transferencias federales, impuestos a las familias locales y cuando esto no daba, préstamos. El crecimiento del gobierno asemejó el de una burbuja especulativa. Y como una burbuja especulativa reventó produciendo la bancarrota del sector público y arrastrando consigo mismo una buena parte de la economía de Puerto Rico.
El derrumbe financiero del Estado se ha llevado a rastras los caudales de ahorro acumulados durante años por las familias. El valor de los activos financieros y reales en que se había invertido, se evapora ante los ojos atónitos de quienes contaban con ellos para complementar su jubilación. La perdida de valor de los activos del país constituye una pérdida de riqueza. Por lo tanto, ante nuestros ojos se está produciendo un fenómeno de empobrecimiento de la sociedad. Así comienza a reflejarse en los indicadores pertinentes.
La pérdida de población residente es el más obvio de los indicadores. Se estima que la isla está perdiendo población a razón de 50,000 residentes por año. La emigración de los más jóvenes tiene como resultado que la proporción de viejos a jóvenes se eleve. Es un resultado aritmético. De ahí que la tasa de dependencia geriátrica se eleve. La misma continuará elevándose y alcanzará niveles insostenibles con relación a los recursos disponibles.
Las diferencias en la composición de los que emigran y los que no pueden, acentuará las tendencias. Las mujeres tienen una esperanza de vida más larga que los varones. Ello, unido a la guerra que cunde en las calles asociada al tráfico de narcóticos, lleva a un aumento significativo en la tasa de defunción de varones. Como resultado combinado de estos dos fenómenos aumenta el número de viudas y la proporción de mujeres solas. Especialmente de aquellas en los cohortes de mayor edad.
La pobreza que se nos viene encima tiene rostro. Es el de una mujer vieja y en condición de soledad. Una mujer que, además, adolece de una o varias enfermedades crónicas. Estas condiciones incluyen diabetes, asma, insuficiencia endocrina y desorden cardiovascular.
Con la bancarrota del Estado Benefactor, se asentará una sensación de inseguridad y pesimismo. La sensación de inseguridad se elevará considerablemente ante el embate de los crímenes contra la propiedad y contra las personas. El fracaso de las fuerzas de ley y orden por controlar las actividades criminales llevarán a la población a la corroboración de fracaso del gobierno. Esa corroboración actuará como elemento estimulante para la aceleración de todas las tendencias negativas que menoscaban la riqueza institucional y real del país.
El círculo vicioso que se está conformando destruirá la menguada calidad de vida que aún resta. En síntesis, el paisaje social de la isla sufrirá un gran deterioro. De hecho, luce inevitable que el estándar de vida se vea menguado continua y aceleradamente.
La partidocracia está en la médula del problema. La irresponsabilidad fiscal que ha producido la bancarrota del Estado es de su hechura. Dada la naturaleza del monstruo, puede esperarse lo siguiente. Ante la emergente estructura demográfica y social, los partidos políticos dirigirán su atención al electorado viejo, inseguro, frágil y dependiente. Lejos de aminorar, el populismo continuará en auge. En el juego suma-cero que se ha desatado ante las limitaciones que finalmente han salido a la superficie, la pelea por el pedazo de carne será propio de una jauría.La valoración de los activos reales ha sufrido ya un gran descalabro. Puede ser aún mayor. Todas las industrias se ajustarán a los cambios en la emergente estructura de la demanda agregada. Por otro lado, los valores que en una época se concibieron como elementos de una estructura social fuerte, se debilitarán al punto de ser sustituidos por un nuevo orden valorativo. Por ejemplo, el suicidio y la eutanasia se dispararán y ganarán terreno en cuanto a su incidencia y aceptación como alternativas. En el ghetto de viejos pobres que se está configurando, el tiempo transcurrirá con lentitud, pero la muerte llegará más temprano.
*El autor es Doctor en economista.