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SAN JUAN WEATHER
Por Invitación

La deuda en los tiempos del clientelismo

La noticia de la decisión federal sobre la Ley de Quiebra Criolla, las declaraciones del gobierno y la reacción del presidente del partido de oposición, son eventos que confirman afinidades culturales de todos los grupos políticos de relevancia en nuestro contexto, y eso incluye a intelectuales de la mas pública oposición. Las expresiones combativas de los representantes del ejecutivo lograrán alejar (porque así lo desean) a los inversores bona fide de los bonos de Puerto Rico. La prensa enfatiza el hecho de que la ley federal está 'por encima' de la estatal (lo que sí fue un recurso usado por el juez para la decisión) pero el asunto es más complejo. Aparte de que la decisión del juez federal detecta la posibilidad de pago por parte del deudor, el asunto de fondo está situado en el fraude que constituye para los acreedores la pretensión del gobierno. La ausencia previa de estar incluido en la cláusula que permite a los estados cantarse en quiebra, y el rango constitucional de la prioridad de pagar la deuda permitió al ELA salir al mercado de bonos ofreciendo intereses más altos con la garantía al inversor de que esa deuda sería pagada precisamente porque no podía irse a la quiebra. Eso, si era una desventaja, fue una que el ELA utilizó en su beneficio para salir al mercado de bonos con productos superiores a los demás estados y que se sumaba a la 'ventaja' de que el ELA está exento de pagar impuestos federales. Si algunos gestores de esa estrategia lo hicieron pensando como buenos colonizados, que ante su fracaso, el gobierno de Estados Unidos vendría en su socorro, eso es otro asunto. Para muchos profesionales, que al terminar su carrera tenían cantidades que no permitían una solvencia a largo plazo, los 'munibonds' donde el ELA participaba, ofrecían intereses que a largo y corto plazo triplicaban el rendimiento y por eso invirtieron su futuro en tales 'excelentes productos' que corredores 'informados' le ofrecían como excepcionales: ¡intereses altos en bonos de bajo riesgo!

Pero luego de una corta historia de desarrollismo, el ELA, al verse en la disyuntiva histórica de que ahora para pagar tiene que reducir sus gastos, (en el momento en que su clientela local no ha hecho más que crecer numéricamente y ser cada día más ambiciosa) pretende necesitar una ley de quiebras para poner 'en orden' los deudores, acción con la cual se comprometió no llevar a cabo para poder emitir la deuda. El ELA hace una ley para violar (no porque no puede pagar) un acuerdo que sin la ausencia de ese recurso no hubiese contraído. Eso demuestra una conducta audaz y temeraria y cuando el Secretario de Justicia eleve a Boston esa apelación les envía el mensaje a los acreedores (y al mundo) de que la política oficial del estado será rehuir la obligación contraída. Por otro lado, el gobierno tiene que mantener la idea ante el mundo de que los impuestos, que ha legislado a la carrera han sido medidas de emergencia para evitar un impago. Lo que ocurre, verdaderamente, es que se niega a una política de reducción de la deuda estructural pública y usa la amenaza de la quiebra para lograr la legislación con la que pretende evadir su obligación. Boston, si le falla a favor, derrota para siempre la habilidad de la isla de vender productos que no sean de altísimo riesgo y si le falla en contra, lo 'fuerza' a hacer lo recomendado por su 'claque' beneficiaria local, que es negociar la deuda porque no están dispuestos a reducir los gastos de estado y eso tendrá como consecuencia la inhabilidad de volver algún día a ofrecer productos financieros de calidad.

En otras palabras, los Populares quieren convertir la ventaja que tenia la Isla de poder ofrecer bonos sólidos en un defecto, pues solo están dispuestos a ofrecer productos de alto riesgo a especuladores (no ya a pensionados o a inversores a largo plazo) en tanto sean ellos beneficiarios como intermediarios entre los magnates y el fondo público. Es un caso de apropiación del fondo público y de venta del futuro de la Isla pues desde que comienza la política de emitir bonos para poder pagar la deuda y no para desarrollar el país, el ELA ha usado como colateral a las mismas agencias del Estado y a servidumbres y propiedades del pueblo de Puerto Rico (Puertos, Vivienda, Terrenos). Esta política ha convertido a la 'crisis' (le idea de una emergencia fiscal permanente) en una necesidad estructural del gobierno, pues solo en ella se excusa su 'obligación' (autoimpuesta) de recurrir al mercado de los Hedge Funds y la permanente exigencia de medidas de emergencia que saquean al erario público. Ese erario obtiene sus fondos de los ahorros abonados por los asalariados y del bolsillo de los consumidores. El PPD pretende satisfacer a su base de apoyo por medio de impuestos onerosísimos a los sectores productivos. Eso es evidencia del carácter decadente de esa claque y de la clase que le sirve de apoyo. Estas 'elites' se proponen hoy como intermediarias entre, no ya el sólido capital financiero y las estrategias capitalistas de 'desarrollismo' clásico, sino que ahora se maridan (y se ventean en la prensa) con el sector más dudoso y rapaz de las finanzas.

Estos billonarios presentados por un sector de la prensa como nuestros futuros salvadores vienen a comprar a muy bajos precios propiedades que la misma política de impuestos y altos servicios de las utilidades 'públicas' han hecho quebrar. Por eso prolongar la crisis y el riesgo les beneficia, pues las degradaciones de las casas acreditadoras abaratan el valor del mercado de bienes raíces de los propietarios locales y aumentan la cantidad de requisiciones por parte de los bancos, saturando sus reservas de propiedades embargadas que luego se disponen a precios bajísimos.

La conducta del gobierno es conspirativa y criminal en su sentido social. Lo que se olvida es el espíritu de la ley original que obligaba al ELA a nivel constitucional a poner primero a los acreedores. Desde una desmemoria resentida se quiere presentar esa 'exclusión' como un lastre de servilismo colonial, pero fue lo que permitió precisamente al ELA su desarrollo, pues lo obligaba a un gasto público sobrio y a una productividad alta para sostener la ventaja de poder estar conectado a la economía de Estados Unidos, pero ofreciendo bonos de alto rendimiento que permitían emisiones masivas sin las cuales el desarrollo estructural del ELA, no se hubiese dado.

Obligaba también moralmente a su clase política a no ser incumplidora, presentando al ELA como un actor que ponía a sus obligaciones para con el futuro del país por encima de sus intereses partidistas. La Isla era vista como un socio confiable. Este fue uno de los pocos legados de los fundadores del desarrollismo Popular que aun quedaba. Ahora, gracias a sus nietos, la Isla se devela como un socio dudoso y estafador.

Los expertos y el supuesto problema de la impericia

Si nuestra actitud ante este evento es demostrar desde un conocimiento experto, como lo hacen en la prensa los doctos y distinguidos asesores (sin ningún tono de ironía) que al gobierno por su 'impericia', inmadurez o bajo coeficiente intelectual, se le escapa 'algo fundamental', entramos entonces en un juego retórico que peca de falsa inocencia. Esta información entre privilegiados que produce? La confirmación de que PR está mal y lo seguirá estando pero sigue haciendo eso que lo lleva a mal? Esto es falta de sociología. Lo que habría que explicar es a qué se debe esa 'testarudez'. Porqué un gobierno desoye a gente tan sabia que aunque críticos actuales, fueron en el pasado y aún muy recientemente, mentores y asesores del partido en el poder y gestores económicos del ELA. Es que acaso ese gobierno no gasta una parte considerable de su dinero en un ejército de muy educados asesores que han sido contratados precisamente para 'salir de la crisis'? Es que el endeudamiento obedece a una política nueva y reciente del estado de bienestar que ha sido hasta ahora el ELA?

Cui prodest?

Mientras abre el 'Mall de San Juan' y abren hoteles de lujo y la claque abogadil y bancaria alrededor del PPD hacen cada día más dinero, de manera mediática, los Hedge Funds, especuladores y traficantes parecen seguir formando parte de una empresa billonaria, de contratos, subsidios, influencias y de emisiones de bonos de alto riesgo. Explicar estos eventos como el resultado de una supuesta impericia o insensatez de un gobierno no explica porque sus acciones dejan cantidades considerables de comisiones a allegados de los mismos emisores. La retórica de 'lo brutos que son' le hace el juego a una clientela cada vez más reducida y abiertamente gansteril. Lo que no se dice es que los bonos de Puerto Rico los ponen a pagar intereses más altos a sus compradores por periodos cortísimos y los expertos en especulación que saben fechas exactas gracias a su cercanía íntima con los mismos funcionarios que son sus emisores, hacen dinero con ellos, mientras los que no pueden arriesgar su inversión (los inversores a largo plazo) se alejan de ellos porque les dicen las fuentes financieras, con razón, que no son ya seguros.

Una breve digresión antropológica

Cuando Marcel Mauss escribió su Ensayo sobre el Don, lo hizo en parte en el contexto de la entreguerras. El fue de los primeros en ver que la renuencia de los vencidos y triunfadores a aceptar las obligaciones incurridas en la Primera Guerra, provocaría la Segunda. Le chocaba que los etnólogos dieran cuenta en todas las latitudes de culturas 'primitivas' y guerreras que sin embargo ponían a sus obligaciones primero y que daban a la palabra el peso de un contrato sellado con sangre. El peso de la deuda contraída por la palabra en las sociedades primitivas languidece en una cultura de 'derechos' como es la nuestra. Mauss pensaba que solo asumiendo las obligaciones económicas y morales de la Primera Guerra se evitaría la transferencia expiatoria de responsabilidades y que si no se hacía eso traería una segunda Guerra. Así fue. La postura de los juristas de la época fue que la función de las leyes era proteger los derechos de las partes y convirtieron el asunto en una prolongación del conflicto anterior.

La reacción PNP

Lo que impide que el PNP se haya convertido, a pesar del desprestigio histórico creciente del partido Popular, en una alternativa radical es su complicidad con prácticas afines. No se puede perder de vista que esta situación con relación a la deuda es el resultado de nuestra visión cultural de la política y de nuestro sistema de clientelismo, sin eso, ellos, los partidos y su clientela, no serian engendros posibles. Cuando Pierluisi busca una solución 'intermedia', (negociación versus reestructuración), sigue inmerso en la lógica de que las obligaciones deben poder cumplirse sin sufrir, porque la ética de la estadidad, como todo 'soberanismo' contemporáneo, es también indolora, es decir, propone un cambio jurídico fundamentalmente por su ventaja material. Claro está, que culposamente asuntos relativos al honor y la igualdad se esgrimen, pero el discurso de la estadidad, en nuestra cultura, no sería solvente si no primara el asunto de la conveniencia (de ahí que un independentismo radical en nuestro contexto cultural no tiene solvencia electoral, lo que ha motivado a muchos de sus herederos a unirse o aliarse al partido del poder).

Al pedir que la ley de quiebras se extienda a Puerto Rico, Pierluisi sucumbe a la mentalidad que nos llevó a esta situación. Puerto Rico no 'gozaba' de esa protección porque usaba esa carencia en su beneficio. El uso que le dimos, fue abusivo porque olvidamos la razón por la cual teníamos esa exclusión, su función era forzarnos a limitar nuestro clientelismo y a priorizar las políticas de mejoramiento estructural. Ahora, en vez de solo exigir cero impuestos, austeridad, despidos de puestos injustificados, cesación masiva de contratos que triplican las nóminas de las agencias, redistribución del uso inadecuado del dinero público (en esas medidas aparecerían billones para el erario público) y sobre todo el compromiso de honrar las obligaciones a sobre todo, los pensionados que abonaron a nuestro desarrollo, Pierluisi se une a los esfuerzos de hacer uso de un recurso legal que no se tenía antes de contraer la obligación y sin el cual no la hubiésemos podido contraer. Esto, claro está, como pedir que liberen a Oscar, apoyar a que se negociara con 'los estudiantes' de la UPR, etc, son síntomas de política electoral, pero también es el resultado de ver la política como una forma de obtener beneficios por vía de reducir el peso moral de las obligaciones. Y es que en otro aspecto que el discurso del PNP colapsa con el Popular es en usar oportunistamente la idea de la 'crisis' como un evento real que justifica políticas extremas o como mecanismo expiatorio para poder seguir el juego acusatorio de quien es el responsable de la misma, o el 'inepto' que debe ser removido. En un país donde el problema principal de salud es la obesidad y donde existen más vehículos de motor que gente, la crisis fiscal, autogenerada por el estado, sirve ridículamente de coartada para expandir el clientelismo político y chantajear a los productores y consumidores con el asunto de la supuesta insolvencia.

La Falsa Crisis

Desde la llegada del nuevo gobierno al poder se ha recrudecido en los medios la idea de que la Isla vive un estado de emergencia. Sin embargo, en muchas instancias en las que hemos estado amenazados de perderlo todo, cada vez que nos resistimos a perder nuestras pensiones o a aceptar más impuestos y alzas en los servicios, se ha demostrado que luego, la urgencia, no parecía ser tan inmediata como se creía. Los eventos relacionados a la discusión sobre 'la crudita' probaron que el gobierno no tenía tal emergencia.

Nuestra supuesta crisis fiscal se da ante un presupuesto consolidado de $28 billones. El pago del servicio de la deuda representa una porción menor si se compara con los gastos obscenos, como los billones en contratos a su clientela, gastos alegres, sueldos privilegiados y miles de nuevos empleados públicos que se han contratado casi en secreto. Es de conocimiento público que Acueductos solamente tiene 600 millones en contratos contra una nómina de 200 millones. Lo que si ocurre es que los partidos, impulsados por sus votantes, han visto al erario público como un botín al cual solo tienen derecho sus seguidores y han sacrificado al país antes de asumir con gallardía la necesidad de limitar su cuota. Los emigrados, los quebrados, los robados de su pensión, no son víctimas de una 'crisis' fiscal, ni mucho menos 'mundial', son chivos expiatorios de una sociedad fanatizada por el partidismo y que ha decidido vivir la política como un deporte acusatorio, y no como el espacio donde se armonizan las diferencias. Debe quedar claro que eso no sería posible si no sucumbiéramos tan fácilmente al odio siempre tan mediáticamente fomentado entre los partidos. Los partidos no han hecho más que llevar a cabo, con celo, la función que amplios sectores de la sociedad puertorriqueña le han asignado por medio del proceso de legitimación electoral y de su continuo intercambio de poder. La corrupción requiere asideros culturales sin los cuales no sería tolerada.

Pero por otro lado, las crisis provocadas son estrategias de poder porque en ellas las medidas radicales se justifican. El concepto de 'emergencia' es enemigo de la reflexividad. Eso es un tema central de la teoría política desde Sófocles hasta el presente. Fomentar la idea de una crisis en el contexto de la opulencia o de aminorar las obligaciones que fueron contraídas en el marco de acuerdos que eran beneficiosos para el deudor es inmoral, venga del partido en el poder o de cualquier otro actor.

El Soberanismo como enfermedad infantil del Status: Otra digresión sociológica

Decir que el movimiento estadista actual es también una forma de soberanismo quizás deba ser explicado. El soberanismo es a la Soberanía lo que el amiguismo es a la amistad. Todo movimiento que persigue el albergue jurídico para la asistencia económica del estado es una forma de soberanismo. El soberanismo busca resolver por vía del tutelaje el asunto de la autosuficiencia. El soberanismo es toda aspiración a acceder a la categoría de un estado, viendo en él, el instrumento mediante el cual los beneficios de la Soberanía se adquieren. Contrario al soberanismo, La Soberanía es el ejercicio de las obligaciones desde la Libertad. Solo es Soberano el que ejerce su libertad gracias a su autonomía. Los soberanismos nunca consiguen Soberanía, siempre terminan siendo formas de tutelaje.

Refiriéndose a la relación entre el poder y el saber, Michel Foucault, propuso 'je maitrise pour maitriser' (Yo sé para poder). Foucault demostró documentalmente como la lógica del 'Ancien Regime' quedó revocada por la Revolución Francesa. Para Foucault, en el nuevo régimen se pasó 'del Cuerpo del Rey, al Cuerpo Rey'. La máxima de Rousseau de que se debe 'obligar a los hombres a ser libres' fue tomada en serio por la República. La decisión tajante del jacobinismo de hacer imposible el retorno a la monarquía presuponía que los ciudadanos estuvieran a la altura del soberano para poder reemplazarlo. No se avasalla ante el cuerpo del Rey solo aquel que es rey de su cuerpo. Este nuevo régimen seguía siendo eso, un régimen, pero uno donde ni el regicidio ni la regencia eran ya necesarios. Lo que hacía terrorífico a ese nuevo régimen no era solo que fue el hijo del Régimen del Terror, sino que su nueva Libertad, no emancipaba a los hombres del poder sino que los forzaba al ejercicio pleno del mismo. Si el ciudadano no necesita Soberano es solo porque logra ser soberano de sí mismo y esto es solo posible por la socialización de las disciplinas. Por eso la disciplina de la caserna militar (la cual hizo posible la supremacía de Francia y el triunfo de la Revolución) se diseminó a todas las nuevas instituciones con la ilusión de producir cuerpos que pudieran llevar a cabo el ejercicio de su propia soberanía.

Para Foucault eso resultó en el Liberalismo, es decir, en la idea de que el Estado, no debía tener demasiado poder sobre los hombres ni debía ser un reemplazo del Rey, sino un facilitador del acceso a la soberanía del ciudadano. Para Foucault esta empresa tuvo consecuencias terribles e inesperadas. Sin embargo, no entendemos su mensaje si no vemos que en ese periodo Foucault vio el único modelo ético previsible para una futura emancipación del individuo del Poder jerárquico. Sus últimos trabajos, aquellos donde se ocupa de la 'soberanía de si' dan cuenta de ello. Tocqueville vio en América comunidades que eran verdaderamente autónomas, que a pesar de su plebeyo provincialismo se habían emancipado o habían domesticado al estado. La Comuna de Paris del 1871 fascinó a Marx, e incluso a la reacción Francesa por que por muy corto tiempo fueron autónomos, y por ende Soberanos. Aunque este ideal de la Revolución Francesa es sobre todo hoy, luego del fracaso comunista y en el contexto global, una quimera la Soberanía como modo de vida es paradójicamente la única ética que no persigue el asistencialismo del estado. La Soberanía como el cuidado de sí, es decir como el compromiso, tanto individual como colectivo, de hacerse cargo de sí mismo, de no convertirse en carga para otros, requiere el manejo diestro de las tecnologías, pero sobre todo un cambio de actitud. No habría forma de creer en una noción de Libertad sociológicamente justificable que no fuera la de una comunidad que aspire a su autonomía. Y que para ello esté dispuesta a asumir obligaciones y a renunciar a privilegios, e incluso a libertades individuales si eso fuera necesario. No hay ahora ningún movimiento político en nuestra escena que represente al ciudadano que no quiere ser salvado por el estado, los partidos y los políticos.

El inicio de una lenta y posible salida

Cuando seamos Soberanos entonces seremos libres de escoger nuestro 'status'. Hay jurisdicciones de los Estados Unidos cuya deuda pública no llega al 2% de su presupuesto. Costa Rica produce el 93 % de su energía de manera renovable. Hay Universidades públicas americanas que sólo reciben entre un 1% a un 7% de fondos públicos. El mundo ofrece cada vez más ejemplos de comunidades que abandonan el asistencialismo y se dirigen hacia economías sustentables; que se unen a otras en calidad de contribuidoras y no de manera parasitaria. Esas entidades si son Soberanas. Obviamente su Soberanía no es el producto del pillaje con respecto a sus recursos, ni de la intervención unilateral de otra entidad. Nuestra madurez como cultura no advendrá hasta que renunciemos al derecho del pataleo y al recurso de la trampa: hasta que atendamos primero el asunto de las obligaciones. La Soberanía no se mendiga, se adquiere con la autosuficiencia, y sólo el que asume sus obligaciones maduramente no adolece.

*El autor es Catedrático Asociado del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Estudios Generales, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. El escrito fue modificado para eliminar una referencia a los gastos de publicidad del Gobierno.