Tecnología o sabiduría?
En nombre del progreso el hombre ha tenido que reducir su relación con el ambiente a algo fragmentario. Y no me refiero sólo a los árboles introducidos bajo mítica 'responsabilidad' al universo de cemento, el mirar sesgado entre edificaciones que nos seducen a creer que vemos al mar, las ruinas artificiales que hablan del historicismo inventado, o de otros manerismos con los que pautamos la relación moderna del hombre con su lugar. La identificación del hombre con ese lugar que habita se ha dejado a la suerte o la oportunidad, alienándola de significados verdaderos.
La arquitectura tradicionalmente ha tenido como componente domar de una u otra manera a la naturaleza… y eso no es intrínsecamente malo. La obra arquitectónica además de la misión funcional, es también parte de lo sublime. Creo en la arquitectura como elemento importantísimo en la generación cultural, de la identidad y de lo más importante: enaltecer las posibilidades de 'pasar por el mundo' dentro de marcos que enaltecen la vivencia. No me puedo imaginar una ciudad sin hitos importantes que hablen de la unicidad de las mentes y los logros de una comunidad, raza o país.
Siendo arquitecta, me veo en un dilema existencial. Hasta dónde debemos llegar? Es todo espacio un canvas en blanco en donde exponer el conocimiento técnico que lo puede proveer cualquier computadora- por encima de lo único que puede producir solo el hombre, la sabiduría? El sentido común? No debemos de ver que el ocupar el espacio es ocupar una totalidad o nos conformamos con verlo sólo como ocupar una superficie?
El disfrutar el espacio, el lugar, es algo que elude explicaciones lingüísticas. En el momento que tratamos de racionalizarlo, lo devaluamos. Y cuando en nuestra imperfección humana, reconocemos un lugar como un sitio único, es algo visceral, conjunto de vivencias, experiencias y satisfacciones conscientes e inconscientes. Es algo que sin saber explicar porqué, sabemos que es.
En este mundo globalizado, las ciudades se empiezan a definir por su valor comercial y de entretenimiento. El incremento poblacional requiere de reglas y de decisiones de poder para garantizar la mejor y más segura convivencia. No se puede negar la necesidad del orden espacial ni de elementos definitorios. Pero, tenemos que dejar de diseñar cosas que matan… que matan el sentido del lugar, que ponen un filtro que obliga al participante a ver las cosas de una manera única, que en la mayor parte de las veces el ciudadano común no logra entender. Pero… que también literalmente 'matan' el lugar en el más elemental sentido biológico.
El proyecto del Parque lineal de Puerta de Tierra me lleva a pensar de nuevo en mi dilema. Hasta donde debemos llegar? Me parece que las inquietudes que se plantearon al concebir el proyecto eran legítimas y favorezco su concepto inicial de parque lineal que una la isleta para el beneficio de todos los puertorriqueños.
Aplaudo que se incorporaran al mismo tiempo las necesidades del ciclismo, del caminar pasivo, del enaltecer las vistas al mar, del uso familiar y del enfoque al intentar dar frente al problema del tránsito. Algunas han sido satisfactoriamente logradas y otras no tanto, pero no es mi misión pasar juicio sobre ese aspecto.
Aunque el problema de la erosión y la arqueología fue un problema reconocido sobre la marcha, se ha convertido en una justificación de los proponentes del proyecto que a todas luces no tiene nada que ver con eso de otra forma que accidental.
Mi preocupación mayormente va dirigida a otra vertiente. Porque pensamos que algo diseñado sustituye o magnifica de manera ajena algo que por consenso tiene la característica de ser de los parajes naturales extraordinarios más legitimizados por todos los sectores de la población? Es necesario hacer una huella contundente o simplemente facilitar su disfrute y seguridad? La ciudad ya tiene múltiples hitos que la hacen valiosa no para todos los que la habitamos sino para los que la visitan también. No tenemos que hacer un monumento en todos los espacios habitables.
El área entre el Escambrón y el Capitolio no necesita mucho… aceras seguras, seguridad para sus usuarios, iluminación, áreas pasivas de recreo, acomodo a las actividades allí realizables y comunión con la naturaleza. Nada más.
Cuando oigo hablar sobre crear un 'oasis' con una terraza al mar casi se convierte en un oxímoron: no es ese lugar en sí la terraza al mar de la comunidad? El paseo por ese litoral es el oasis. En la medida que introducimos el desarrollo comercial de corte 'gastronómico' se desvirtúa el uso del mismo y se le imparte un sabor extrañamente clasista a un espacio comunitario. Ya tenemos un 'oasis' amarmolado frente al Capitolio que tiene mínimo uso para la ciudadanía. Paseos des-arbolados y post-mitigados los tenemos en Bahía Urbana y los muelles y monumentos encima de monumentos a causas injustamente trivializadas en el lado sur del Capitolio. Esos son proyectos dirigidos a inflar los egos de los lideratos políticos del país que creen que en cemento pueden plasmar el recuerdo que la historia les negará.
Creo que negarme a expresar mis sentimientos sobre este proyecto es una traición a mi carrera. Los arquitectos de este país por generaciones han hecho contribuciones extraordinarias a lo que es Puerto Rico hoy… y a orgullo lo tenemos.
Pero, entiendo que hay un momento en que tenemos que sentarnos y reflexionar si nuestra aportación al mundo construido es siempre necesaria y si tenemos que apoyar las decisiones de mediocridad de gente que responde a otros intereses.
Devolvámosle la esencia al proyecto, que es necesario conceptualmente. Hay veces que las voces más sencillas pero más apasionadas nos dan las soluciones que la tecnología no nos da…la sabiduría y el sentido común.
*La autora es arquitecta.