Afirmemos la Nación diciendo NO
A pocos días de las elecciones nuestro pueblo se encuentra en una de las encrucijadas más complejas de su historia moderna.
Se encuesta continuamente para conocer qué preocupa al puertorriqueño. Es constante el reclamo de que se provean alternativas para mejorar en áreas tales como la salud, la educación, la seguridad pública, la vivienda y el empleo. Todos estos aspectos son constitutivos de los presupuestos necesarios para que el ser humano tenga garantizado un nivel de dignidad promedio.
Para que un Estado pueda garantizar y proveer esos servicios, se requiere de poderes soberanos que permitan establecer prioridades conforme a las circunstancias de la nación. Países de gran desarrollo tecnológico pero de escasez de terreno y de agua, se plantean la necesidad de intercambiar bienes y servicios para exportar lo que producen en abundancia y recibir a precios razonables lo que necesitan.
Los economistas establecen la diferencia entre crecimiento económico y desarrollo, poniendo de manifiesto que el crecimiento económico es más perecedero y que el desarrollo garantiza algún grado de estabilidad para obtener los bienes y servicios que una civilización de avanzada requiere.
Todos estos temas son más pertinentes para la decisión del elector que aquellos que la publicidad dicta para destruir la reputación y el carácter de los candidatos. Probablemente no es cierto que Fortuño va a despedir más de veinte cuatro mil empleados, aunque su agenda republicana lo puede llevar a despedir algunos miles más. Sabemos que no le conviene insistir en el gasoducto aunque se haya perdido cerca de ochenta millones de dólares en dinero del pueblo, algo de esto tendrá que ser respetado por él si sale electo, para mantener un mínimo de credibilidad con el pueblo que legitima su mandato. Sabemos que García Padilla no es separatista, no quiere limitar el poder del Tribunal Federal y mucho menos atentar contra el Seguro Social. Todo lo contrario, su ideología es conservadora, pro americana y fiel a los dictados del Departamento de Estado Norteamericano. Él ha dicho que la autonomía en la que cree es aquella que garantice la unión permanente con Estados Unidos. El está convencido, como muchos ideólogos de su partido, que el ELA tal como está es superior a la Estadidad y la Independencia. Por eso no se puede pensar que va a impulsar una asamblea de status que se dirija a hacer cambios sustanciales a una formula tan buena, que es superior a las que ya existen.
Sorprenden los electores que creen y modifican su voto sobre la base de premisas falsas que la propaganda difunde respecto a ambos candidatos El efecto y la fuerza de la propaganda son deformadores. Por eso nos opusimos en las vistas ante el Senado, sobre la consulta de status, a que las elecciones se mezclaran con el llamado plebiscito, cuyo fin principal es quitar legitimidad al ELA colonial y abrir las puertas para un verdadero proceso descolonizador. Lo perentorio es obligar a Estados Unidos a plantear a los puertorriqueños, qué están dispuestos a ofrecer para establecer la base de relaciones entre ambos países, que sean no coloniales ni territoriales.
El miedo que infunde la mentalidad colonial ha llevado a sectores estadistas y estadoilibristas a plantearse votar Sí, con la racionalización de que así protegemos la unión con Estados Unidos, abdicando de la oportunidad de rechazar el estado colonial. Un voto contundente por el No acabaría con el argumento de que el pueblo aprobó la actual relación en el 1952 y revocaría la Resolución 748, (relevo de informar sobre sus territorios) que es el mantra que invoca Estados Unidos en la Organización de Naciones Unidas y sus acólitos colonialistas en Puerto Rico, para legitimar al ELA.
Si para Casa Blanca y el Tribunal Supremo federal, Puerto Rico es un territorio, la obligación de ambos países es terminar con esa relación indigna, que es un crimen contra la humanidad, como ha sido definido con corrección el coloniaje.