Rafael José: No le teme a la muerte pero le inquieta la vejez
El cantante y actor mayagüezano aboga por más entretenimiento y menos destaque de la crisis que ya empieza a afectar las ilusiones de su pueblo
Rafael José Díaz Rodríguez es la cara que uno espera en el diccionario al lado de la palabra “mayagüezano”.
En él convergen, sin embargo, una serie de circunstancias variadas. Nació en Manatí, vivió brevemente en Puerto Nuevo y luego en Staten Island, todo esto mientras su padre, un dominicano médico que se estableció en Puerto Rico, se desarrollaba en múltiples subespecialidades que culminaron en darle la dirección de un hospital en el cerro Las Mesas de Mayagüez.
Y ahí se crió Rafael José. Literalmente en un hospital para tratar pacientes de tuberculosis. No suena a un lugar ideal para criarse. Sin embargo, durante la entrevista con El Push de la Mañana, edición estelar, su rostro se ilumina al recordar ese período en el que, junto a sus tres hermanos, correteaban por el fango, se trepaban en los árboles de mangó y recogían aguacates.
Como director del hospital, su padre tenía residencia allí, y alrededor de esos pabellones de enfermos, tipo película, se ocupaba de que se sembrara todo el año para alimentar sanamente a los pacientes de una enfermedad cuyo origen primario era la pobreza y la malnutrición.
Su mamá siempre fue una orgullosa ama de casa que defendía su rol como el de una profesional completa del hogar. Exigía disciplina, cumplimiento académico y cocinaba de una manera que Rafael José recuerda vívidamente como una transformación literal de algo sin vida a un manjar. Era la época de la Guerra Fría y él nunca se enteró. Aunque recuerda que en el hospital de su padre había un refugio antibombas- un "shelter"- y muy cerca sobrevolaban aviones militares.
Estudió en colegios privados, de base religiosa- episcopal y católica. Algo de eso hay en él aunque no se considera religioso y no cree en dogmas de iglesia alguna. Habla con el Espíritu Santo todo el tiempo y hace “ejercicios dolorosos de fe”.
Al escoger carrera, se fue al Colegio de Mayagüez e hizo un bachillerato en Zoología. Le gustaba. Su vida siempre había estado rodeado de ciencias, impulsadas por su padre que si bien reconocía los talentos de su hijo para el arte, insistió en que tuviera una educación que le garantizara estabilidad económica. Después de todo, esa educación fue la que le sacó a él de la pobreza en su natal República Dominicana.
Luego ingresó al Recinto de Ciencias Médicas a estudiar Odontología. Fue a coger el examen de ingreso para colgarse. Y lo pasó. No le gustaba, y su corazón no estaba ahí, pero de nuevo, era imposible no seguir los consejos de su padre.
Hizo una pausa para participar en el Festival OTI, que ganó en el 1980, pero con todo ese éxito, retomó los estudios y se hizo doctor en Odontología. Ejerció la profesión tres meses. Lo hizo junto a un pana en Yabucoa, pero lo llamó Luis Vigoreaux para hacer A Millón y hasta ahí llegó el barco. En el siguiente día de padres, le regaló el diploma a su papá, con amor y agradecimiento. Y ahí recibió su bendición: “Ahora puedes hacer lo que quieras”. Ya el título estaba ganado y eso no se lo quitaba nadie.
Participó dos veces del Festival OTI, en 1978, en Chile, donde llegó cuarto y luego en 1980, en Chile, donde ganó con la canción de la autoría de Ednita Nazario y Laureano Brizuela, Contigo Mujer. De ahí todo fue evolucionando en el arte, sin parar.
Conoció a quien fue su esposa, la actriz Magaly Carrasquillo, en 1978 en Puerto Rico ¡Fuá! - de Carlos Ferrari. No se llevaban tan bien al principio pero luego se enamoraron y fruto de esa relación nació Juan Pablo, quien ahora ha formado su propia carrera y es como su mejor amigo. “Juanpi”, como se le conoce, es como el espíritu de su padre, aseguró y hace un tres leches que es un pecado.
Rafael José siempre cantó y ha vivido del arte oficialmente por 46 años. Son más si se le suma los años en que cantó en bandas y fiestas en Mayagüez. Ha tenido más y ha tenido menos, pero siempre ha trabajado. No ha dejado que le defina la abundancia o la carencia, y está en un punto en que prefiere no aceptar trabajos que le quiten la paz.
Ama cocinar y cuenta que lo hace muy bien. Con el tiempo ha optado por una vida más saludable. Rara vez come fuera, camina todas las mañanas, y cortó el vino para solo algunos días del fin de semana, velando el peso y las calorías. Ha perdido 38 libras y se siente bien. Pero más que eso, Rafael José irradia paz y tranquilidad. La trabaja todos los días pero como dice, no la tiene dominada. Es un ejercicio diario y aprovecha para transmitirlo en el espacio que participa en Viva la Tarde, en Wapa TV.
Más humor y menos crisis
Ha decidido limitar su acceso a las noticias. Se informa pero no se obsesiona porque ve el “pugilato”que eso causa en la sociedad. Dice que ya la gente no disfruta pensando en todas las tribulaciones que tienen y observa un país triste y poco ilusionado, pero que a la vez busca refugio rápidamente en el humor, por naturaleza. Por eso piensa que debe haber más televisión de entretenimiento.
Su amiga, Myraida Chávez
Ha cogido sus cantazos, de esos inevitables de la vida. Su paz no contrasta con su llanto, por ejemplo, ocasionado por la muerte de su amiga y hermana de la vida, Myraida Chávez. Myraida estaría de cumpleaños hoy. La extraña demasiado pero ha soñado con ella. Su llanto interior surge de no poder escuchar otra vez su voz.
La muerte y la vejez
Personalmente no le teme a la muerte. Pero le inquieta la vejez. Y viene de una familia de longevos. Por eso se dejó las canas aunque le insistían en que se las pintara. Dice que envejecer es un proceso del organismo, no un pecado.
“El organismo envejece pero yo no valgo menos”, dijo.
A los 66 años - 67 el mes que viene- está conociendo lo que es envejecer y a no aceptar que tiene que ser un evento personalmente catastrófico. Quiere experimentarla de manera saludable tanto física como mentalmente.
Y vive profundamente agradecido del respaldo y el respeto de la gente por tantos años. Gracias por la sonrisa.
Vea la entrevista completa aquí: