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Política

Puntos de partida para la reflexión

Habrá que examinar con detenimiento todo lo que ocurrió en estas elecciones, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico, para ver que lecciones podemos aprender de todo esto. Con detenimiento, sí, y no con miras a decidir inmediatamente reinscribir partidos o seguir haciendo trabajo político desde las mismas coordenadas. Me atrevo aquí a sugerir algunos puntos de partida:

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El independentismo en Puerto Rico, particularmente el que se identifica como de izquierda, tiene que reevaluar seriamente la deseabilidad de seguirse organizando desde proyectos políticos electorales que se agrupan desde la defensa de la independencia. Digo, eso asumiendo que lxs independentistas querramos crecer. La estrategia de convergencia del independentismo en la candidatura de María de Lourdes Santiago (posiblemente la mejor candidata de su partido en muchísimo tiempo) ni siquiera alcanzó el 2.5%. No es fácil ver ahora mismo algún camino en el que el independentismo crezca siguiendo la misma apuesta de inscribir y comparecer a elecciones como parte de un partido independentista. Eso, por supuesto, asumiendo que el proyecto independentista interese crecer y ganar adeptxs, y no meramente alcanzar la independencia porque EE.UU. la conceda.

-2-

Para la izquierda en Puerto Rico, una movilización como la alcanzada por la candidatura de Lúgaro no es fácilmente replicable, dado que la izquierda no cuenta con los mismos recursos económicos con los que contaba dicha candidata para lanzar y sostener su ‘movimiento'. Sin embargo, el hecho de que gran parte de la juventud desafecta y cansada del bipartidismo osciló hacia su candidatura, pese a que sus propuestas no se distanciaban considerablemente de las que provenían del bipartidismo, y no hacía proyectos como el del Partido del Pueblo Trabajador y el Partido Independentista Puertorriqueño, requiere examinar con detenimiento las estrategias de movilización y organización de la candidata y sus asesorxs con miras a examinar cómo mejorar esas estrategias en los proyectos de izquierda.

-3-

Los movimientos electorales de izquierda tienen que enfrentar la dura realidad de que la fuerza política que interesan organizar y convocar, la clase trabajadora y las poblaciones más vulnerables, ha pasado a formar parte de la coalición de sectores que apoyan a los candidatos y partidos más conservadores. La coalición ganadora de Trump no fue la típica coalición republicana de hombres y mujeres blancxs, millonarixs y sectores religiosos, sino que, en esta ocasión, lxs millonarixs dividieron su voto entre Trump y Clinton, y fue la clase trabajadora, predominantemente blanca, en estados como Wisconsin, Pennsylvania, Indiana, Ohio, Michigan y New Hampshire, muchos de ellos bastiones del Partido Demócrata, quienes le dieron la victoria a Trump.

En muchos de estos estados, las encuestas a boca de urna reflejaron que Trump estaba ganando hasta entre las familias compuestas por personas que pertenecían a uniones. En Puerto Rico, algo como esto lleva sucediendo desde aquel ‘la estadidad es para los pobres', sumado al hecho de que desde algunos sectores de izquierda (particularmente la independentista) se ha reproducido mucho prejuicio contra la pobreza (particularmente con los discursos del mantengo y la dependencia) y, en estas elecciones, el fenómeno del fraccionamiento del voto de los sectores más adinerados se reflejó también en el apoyo a la candidatura de Cidre, que quizás aglutinó a aquellxs electores que apoyaban a Pierluisi y se negaban a apoyar a Rosselló (como ocurrió con muchxs republicanxs con Trump). Esa movilización ha sido en parte el resultado del abandono, por parte del Partido Demócrata y del Partido Popular Democrático, de un discurso económico que al menos parta del reconocimiento de la desigualdad y aspire a hacer algo al respecto.

Con el pasar de los años, ambos proyectos han ido perdiendo paulatinamente el favor de las clases pobre y trabajadora, a quienes luego han llegado los sectores más reaccionarios a venderles la idea de que sus carencias son producto de que lxs inmigrantes se están llevando sus trabajos o que las empresas se están viendo obligadas a abandonar a Puerto Rico y a los EE.UU. dado el alto costo de hacer negocios debido a la regulación y a los derechos laborales. Acá le añaden el cuento de que sólo la estadidad curará sus males, dado que recibiremos más en fondos federales. Cómo organizar un proyecto político que convoque a estos sectores es, me parece, la tarea más importante, y urgente, desde nuestras izquierdas. Al menos, podríamos comenzar descartando la estrategia que se ha seguido reiteradamente, aquella de crear el proyecto, sin base alguna y desde el privilegio, y luego esperar que estos sectores se aglutinen detrás del mismo.

-4-

La estrategia de gestar proyectos anclados exclusivamente en los ‘identity politics', adaptados como estrategia de movilización electoral a base de la inclusión, el respeto a la diversidad y el reconocimiento liberal de derechos, fracasó, particularmente si quienes la utilizan, como suele ser, son proyectos que persiguen con esa estrategia esconder su agenda económica neoliberal, como ocurre con el Partido Demócrata y el PPD. Uno podría decir que, allá y acá, triunfó el fundamentalismo religioso nuevamente, particularmente al derrotar a candidatxs que apoyaron abiertamente agendas de inclusión, y quizás haya algo de cierto en eso. Sin embargo, fuera de sus posturas en cuanto a temas de ‘reconocimiento' e inclusión, la mayoría de estos candidatxs seguían un programa político neoliberal y eso ayudó a que sectores distintos al fundamentalismo se negaran a prestar su voto para apoyar a esos candidatxs.

Creo que eso le ocurrió a Clinton, particularmente con un número significativo de lxs electorxs que apoyaron la candidatura de Sanders, y creo que fue lo que le ocurrió a varixs candidatxs del PPD que no revalidaron pese a que se destacaron por aprobar proyectos sobre temas de equidad, por ejemplo. A ellxs no los derrotó sólo el fundamentalismo. A ellxs lxs derrotó una coalición de fundamentalistas y votantes que se sintieron amenzadxs por su proyecto neoliberal. Todo proyecto político que se organice desde coordenadas progresistas tiene que construirse desde la inclusión, la diversidad y las políticas del reconocimiento, pero esto no es suficiente para hacer de un proyecto político uno progresista y mucho menos uno de izquierda.

-5-

La xenofobia, el racismo y el odio a la mujer siguen vivitos y coleando. No sólo eso, sino que quienes lo promueven han encontrado una comunidad de ciudadanxs a quienes el Estado ha abandonado a su suerte y le han convencido de que los problemas económicos son culpa de inmigrantes, que la violencia es negra o latina, pero no blanca o azul, y que las mujeres son poco más que un objeto del deseo y/o seres destinados para procrear y servir a los hombres. Es difícil imaginarse que Trump hubiese derrotado a Bill Clinton o a Barack Obama, aún cuando ambos son ideológicamente indistinguibles de Hillary Clinton. Hillary Clinton lleva dos ciclos electorales, en el 2008 y en el 2016, siendo una candidata inevitable, con todas las encuestas a su favor. En esta ocasión, hasta las encuestas a boca de urna la daban para prevalecer cómodamente, y no lo logró. Hay mucho repudio a sus políticas y a sus privilegios en ello, pero también hay mucho repudio a la idea de una mujer presidenta.

-6-

Urge hablar del sistema electoral en ambos frentes. Hillary Clinton se une a la lista de candidatxs que ganan el voto popular, pero pierden la elección. Acá, un partido cuyo candidato a la gobernación fue favorecido por menos del 42% de los electorxs que optaron por participar de la elección, un dato significativo dada la reducción en la tasa de participación electoral, tendrá al menos el 66.7% de los escaños en la Cámara de Representantes y el 70% de los escaños en el Senado. Eso no es democracia. Eso es regalarle el poder de gobernar virtualmente sin oposición a un partido que no quedó remotamente cerca de alcanzar una mayoría absoluta en los comicios. Vaya respeto a la voluntad del pueblo. Urge rescatar la conversación en torno a sistemas electorales, como los de representación proporcional, que dan espacio para la pluralidad de voces y proyectos políticos que participan de sistemas que se hacen llamar democráticos. A esa discusión hay que añadir la evidente desigualdad en el financianciamiento de campañas políticas, así como la creciente influencia del dinero privado en estos procesos.

*El autor ejerce como abogado, principalmente en controversias de Derecho Constitucional, Administrativo, Ambiental y en casos sobre desalojos forzosos. Tomado de 80 Grados.