Necedades
"Cuando se analiza y examina las causas de este relajito permanente a lo que se ha visto reducida la administración pública, la primera raíz la encontramos en que el gobierno de Puerto Rico tiene el control de los cargos, pero no tiene poderes".
El país vive aturdido por tanta necedad. La ramplonería y la banalidad dominan ---iba a decir el pensamiento--- la mente de demasiados puertorriqueños. “Así pasa en todo el mundo me dispara un amigo”. Como si tuviésemos tiempo para practicar aquello de “Mal de muchos, consuelo de tontos”.
No es fácil llenar el espacio vacío del entendimiento, cuando la vocación por practicarlo se mantiene subdesarrollada. Nuestro sistema “educativo” y la sociedad ---que es la gran fábrica del ingenio, de la creatividad y del pensamiento-- se esmeran para preparar elementos, si acaso de competencia técnica, pero que sean antiséptica mente acríticos. Como el papel y los planes aguantan todo lo que se escribe, poco importa que al final los índices de aprovechamiento y de destrezas sean bajos y que estén estancados, o que se reduzcan, mientras el mimeógrafo de diplomas fluya. Al alto burócrata o gerente educativo le interesaría teóricamente que esa no fuese la realidad, pero hace muy poco para cambiarla. Uno de los escándalos en el Departamento de Educación de tiempo reciente fue el traqueteo e intervención de un alto jerarca de allí con alto vuelo electoral, quien intervino para que en el reconocimiento a la excelencia de maestros se dejase fuera a maestros que no fuesen del PNP.
El alto jerarca educativo de alto vuelo electorero tuvo que marcharse, para ser incorporado de nuevo al apparatchik partidario PNP “gerenciando” temas de transportación pública. La industria aeronáutica del bipartidismo político puertorriqueño tiene la producción más alta de pilotos y de paracaidistas. Entre los planes piloto que terminan en nada y los paracaidistas partidarios que los administran se engullen y atragantan varios presupuestos.
Falta de poderes y desgobierno
Cuando se analiza y examina las causas de este relajito permanente a lo que se ha visto reducida la administración pública, la primera raíz la encontramos en que el gobierno de Puerto Rico tiene el control de los cargos, pero no tiene poderes. A esta disfuncionalidad se suma la federalización o congresionalización del ejercicio de facultades y manejo de programas y fondos asignados desde EE UU. Esta patología se complica con los efectos de una Junta de Supervisión Fiscal que cercena toda autoridad gubernativa local, lo que sumado a un sistema donde el Ejecutivo local controla casi todas las funciones, incluídas las del Legislativo, construye una vacuidad ---un vacío supremo--- donde da lo mismo hacer que no hacer, planear y no ejecutar, postergar y cancelar; donde el turismo “bembetero”, sin contenido y acéfalo, se convierte en la vocación y agenda de los partidos que han controlado el gobierno ---rojo y azul, popular y penepé--- creando un desgobierno estructurado en el cual las instituciones son derruidas y derrumbadas como garantía de que el país no pueda ponerse en pie.
Así, los lacayos de quienes controlan la economía ---quienes no somos los puertorriqueños, por supuesto--- se llaman a sí mismos promotores y gestores de un necio desarrollo imaginario. La alfombra de los decretos, las exenciones, los créditos contributivos, las licencias magnánimas y la privatización multiplicada de lo público está siempre tendida al servicio del corretaje, la propina y una que otra donación desde el influencismo político. Semejante corrupción estructurada, muchas veces inadjudicable y otras encubierta por auditorías que nunca se hacen, entronizan y perpetúan el desgobierno. Gente presumiblemente inteligente se convierte en necia a conveniencia y pasan a formar parte de la orquesta que toca el vals de las necedades.
La necedad embrutece
El aturdimiento que produce tanta necedad desparramada y concentrada en una elite de cartón, termina por embotar a esa elite y hasta por embrutecerla. Muchos se lanzan al abismo del lucro por el lucro y al “propineo”, que es una forma de atrapar huesitos que caigan de la mesa o de ejercer el corretaje. Este “propineo” no suele tener consecuencias ni penales, ni civiles, pues la vacunación del donativo político y el diseño mismo del sistema, junto con el control de los cargos, especialmente si son los de control fiscalizador, amortiguan o terminan por obstaculizar y hacer casi imposible el procesamiento.
En el camino, sin embargo, el país completo pierde, pues se embrutece en el desgarramiento y deterioro de un mundo civilizado-ciudadano, que parecería imposible de alcanzar gracias al embrutecimiento cavernario de quienes deciden entonces matarse entre sí, primero a los suyos propios ---y hasta se ufanan de cogerse ellos mismos de tontejos--, a los que cargan el mismo emblema y son del mismo partido político, y luego a los demás.
Al primer proceso político fratricida le llaman primarias. Estas son las mismas que raramente practican. De hecho, de las más de mil y pico de candidaturas que se dilucidan en cada elección los partidos políticos “que más roncan”, apenas suelen llevar a primarias promediados, un 10 o un 15% de los cargos.
La primaria es un evento de agotamiento y un casino de apuestas del inversionismo político a ver quien sobrevive. Sucede que generalmente quien prevalece es quien más dinero influencista obtuvo. Quien obtiene los votos de los más militantes, siempre una fracción del total, no necesariamente será el más apto u honrado. Las tristes campañas primaristas tienen por terrible resultado el agotamiento de recursos y raramente portan contenidos. Para el momento en que se escogen quienes serán candidatos a las elecciones varios meses después, la resultante consiste de un hospitalillo de heridos, ofendidos, electores en fuga, chismes y trato superficial de los asuntos, saturación, y finalmente, una arrancada para buscar más donantes e influencistas que quieran apostar para ver quien gana las elecciones.
De esta forma un medioambiente político más tóxico y cívicamente empobrecido se convierte en preámbulo de una elección donde generalmente “Poderoso caballero es Don Dinero”.
A fin de cuentas, los últimos cuarenta años, donde y cuando ha habido primarias, se le ha “regalado” al país la administración pública más incompetente, más entregada a los grandes intereses y con cataratas de corruptos en todos los niveles. pareciera ser “un filtro democrático”que contamina. Además, son obligatorias. Cualquier elector de un partido político que quiera ser candidato a un cargo electivo tiene derecho a exigirlas por ley.
Tanta necedad cumple su cometido. El país se embrutece, se anestesia, o, le daja el campo a dos partidos políticos agotados y desahuciados por la metrópolis ---por Washington--- que tanto los cargó mientras al gobierno estadounidense le convenía. El otro efecto trágico, ha sido la migración masiva ante este bombardeo de incompetencia, mediocridad, corrupción e impotencia que solo es sostenido por la siembra de miedos, prebendas y dependencia a granel que la verdadera Alianza, la PNP PPD ha orquestado por más de medio siglo.
Espectáculo y payasadas
Esta semana, mientras el mundo se estremece por la matanza de civiles en Tierra Santa, la feria de las vanidades políticas y del espectáculo farandulero prosigue en Puerto Rico ocupando el espacio que debiera ser uno formativo de los ciudadanos.
“La campaña empezó” y eso quisieran a fines mediáticos y publicitarios quienes viven de los anuncios que venden y se pautan en canales, estaciones, redes y papel. Cierto es que ya prontito termina el festival de derroche de dinero público en anuncios ensalzando la administración de turno, pues se activa la veda electoral y una junta de anuncios que puede detener la hemorragia de los millones largos que se botan en publicidad a favor del gobernante. Así es que se torna absolutamente necesario, alentar el frenesí político, los escándalos y todo lo que nutra un espectáculo taquillero económicamente ventajoso.
Espectáculo, no contenido. Alimento enlatado, reproducible y consumible por las masas aunque no sea nutritivo, ni tenga contenido cualitativo. Espectáculo fácil de producir y al menor costo posible para quienes venden anuncios y patrocinios, donde el “rating” es el rey, ---debería llamarse “reyting”---no importa el contenido, vacío o falsedad de lo que se difunda.
Este carnaval duradero ---estamos a un año de las elecciones--- mientras sea más superficial, mejor será para los intereses poderosos a quienes no aprovecha que se hable de sus tropelías y hasta delitos. Lo espectacular y lo carnavalesco se convierten en un escudo para que no se hable de la fechorías mayores: la destrucción del medio ambiente, la hipoteca de hasta cuarenta años de la presunta deuda dictada desde la Junta de Supervisión Fiscal; la entrega en rebanadas de “la administración” de lo que era público ---corporaciones públicas, servicios, contratos de infraestructura, etc.--- junto al reparto de sumas multimillonarias a compañías extranjeras que subcontratan a amigos del alma locales. Todo esto y más se seguirá tapando con el ruido publicitario: la desafectación de suelos agrícolas para más desparrame urbano sembrando cemento; las licencias y permisos para matar un desarrollo sustentable; la vista larga para el desplazamiento de comunidades por inversionistas que quieren quedarse con todo lo que tenga vista o acceso al mar; la depredación que comete la industria de las aseguradoras de salud; y todo lo demás, que demanda hace mucho que el gobierno haga su trabajo de controlar y de detener.
Ya empiezan a salir las payasadas de quienes ganan primeras planas y dos o tres días de publicidad gratuita. Mientras más escandalosa es la payasada más duradera. Hasta los aspectos fisiológicos más íntimos de los precandidatos son llevados e incorporados a la discusión, lo que abre espacio a más exabruptos detestables.
Todo se vale tristemente, la victimización, la re-victimización, el “victimeo” y el ordeño de cualquier cosa. Llega el momento que hasta ni los payasos reconocen sus payasadas, ni se dan cuenta de que son, o se han hecho parte de una trama del espectáculo degradante.
Cómo resistir la tentación del abismo del espectáculo
Quien se arrima a la orilla del abismo, puede acabar siempre resbalando y yéndose por el precipicio.
Hay que notar que existen especialistas en la provocación a quienes no le importa la verdad, sólo la efectividad de su intervención cancelando al otro, tergiversando y en muchas ocasiones mintiendo o recurriendo a la irracionalidad del miedo en el cual se han apoyado siempre, o peor aún, justificando la persecución, el carpeteo y las represalias. A sus provocaciones hay que enfrentarlos con la verdad, con los hechos concretos, no con estereotipos, ni espantapájaros de pantomimas.
Tenemos cada uno que ser más rigurosos con nosotros mismos aunque no seamos candidatos. Si la política buena, la que forma ciudadanos, la que nos ha sido expropiada a todos por inversionistas y charlatanes podrá ser rescatada, es resistiendo la tentación de responder con fuego al fuego, o con veneno al veneno. No hacerlo no es fácil. Vencer a la ley del “Ojo por ojo, diente por diente, idiota por idiota”, no es tan sencillo.
El lunes pasado, en un panel televisivo del que participo, se discutía el tema de las precandidaturas y trajeron la noticia del lanzamiento del Senador Juan Zaragoza Gómez a la gobernación por el PPD. Se inquirió sobre nuestra opinión. En mi turno dije fundamentalmente, que yo favorecería con mi voto a la gobernación a otro Juan, Juan Dalmau, pero que no diría nada negativo, porque no podría decir nada negativo del Senador Zaragoza, pues lo considero una persona seria, digna y trabajadora. Añadí, estoy resumiendo, que era bueno que personas como Juan Zaragoza quien estaba allí frente a las mismas cámaras, fuese candidato y que ojalá hubiese muchos como él, pues subiría el estándar de nuestra política. Dije y lo pienso, que sería mezquino de mi parte no reconocer sus cualidades a pesar de mi obvia preferencia por Juan Dalmau.
La práctica política en Puerto Rico es un abismo y hay que bordearlo con cuidado si uno se va a parar en las orillas. Es más necesaria que nunca la generosidad entre los precandidatos, candidatos, comentaristas, electores y abstencionistas en general. No se trata de jugar a ser ingenuo, ni santurrón. Se trata de fomentar y promover la convivencia sana que incluye la denuncia robusta a los farsantes y depredadores del gobierno, de lo público y de la esperanza del Pueblo.
La caída libre por el abismo del espectáculo es una caída esclava, pues no sólo esclaviza al país que cae y a quien cae con el país, sino que mata la esperanza, la solidaridad, el valioso tiempo que se sigue perdiendo y la dignidad con la que se consigue y se encamina el encuentro con el Bien Común.
Dejemos que las necedades de los necios se sequen con ellos en la mata y que no se reproduzcan.