De papi a papá Wish
El periodista Luis Guardiola habla sobre su rol de papá y cómo ha cambiado su vida.
Cuando nació mi primera hija la vida me dio un vuelco. Algo nuevo se activó en mi alma. Mi vida ya no era solo mi vida. Estaría atada desde ese momento a esa bebita con cara de ángel que se convertiría en mi primogénita. Todo sería para ella.
Y así fue. Lo poco o lo mucho que tuviera era para asegurar su bienestar presente y futuro. Nada más importaba.
Su nacimiento fue difícil. Mamá tuvo una hemorragia y tuvimos que ir de emergencia al hospital. La nena estaba en riesgo. Qué minutos tan angustiosos. Qué miedo. Las oraciones. La espera. Dios intervino y gracias al pronto auxilio del médico ambas superaron el trance. El mal rato duplicó la emoción de verla. Nuevas lágrimas rodaron por nuestros rostros. Era el papá de la nena más linda del Universo.
Siempre recuerdo que cuando ya estaba un poco más grandecita yo esperaba los sábados con emoción.
Ese día mi esposa trabajaba así que yo tenía la encomienda de cuidar a la nena y encargarme de todas sus necesidades. Era sola para mí. Qué mucho disfrutamos y compartimos en esas horas de complicidad y descubrimiento. Todavía puedo ver su rostro asomarse sobre el borde del “play yard” tarareando cuanta canción escuchaba en el televisor ya fuera el tema de una telenovela o los éxitos musicales del momento.
Casi tres años después, llegó Gabo. Una belleza de niño que pesó casi diez libras al nacer. Se veía enorme en la canasta del hospital. Era perfecto. Y tremendo. Sus peripecias y curiosidad son legendarias en la familia.
Pero también su gran corazón.
Era un niño muy curioso. Al punto que una vez utilizó mi navaja de afeitar y la paso por su lengua. Mi esposa vivió ese y otros momentos como de película mientras yo trabajaba. Una vez subió al horno microondas que estaba sobre el “counter” de la cocina. Mi esposa lo encontró parado sobre él como si nada. En otra ocasión llegó donde ella con la boca repleta de algo, casi explotando. Cuando la abrió a regañadientes salieron varias canicas transparentes de las que usaban como adorno dentro de jarrones de vidrio.
No hubo un día de aburrimiento.
Siempre atesoro la oportunidad que tuve de ser su coach de baloncesto por un día. Gabo tendría como nueve o diez años. El dirigente faltó y me tocó la dura tarea de sortear el juego y a los padres deseosos de tener al próximo Quijote Morales o Raymond Dalmau en casa. No sé si ganamos o perdimos el juego.
Yo gané al ver su carita seria y decidida mientras corría de lado a lado. La misma que lo ha llevado hoy a lograr metas que parecían inalcanzables.
Un año después de Gabo nació “mi pimientita”: Graciela. Vino así, sin buscarla. Como llegan las cosas buenas que se aprecian más por no ser esperadas. Primero nos dio un susto cuando una prueba prenatal anunció una condición muy difícil. El miedo nos llevó a los pies de Dios. Oramos y rogamos. La buena noticia llegó un día que yo andaba trabajando por Mayagüez. Mensaje al beeper, llama urgente.
Llamada. La nena está bien, me anunció mi esposa. La alegría no me cabía en el pecho. Aun así, cuando nació, casi en Nochebuena, -en el solsticio de invierno de 1992- tenía todavía el temblor de aquella condición que cambiaría nuestras vidas. Veía su rostro y me preguntaba si realmente todo estaría bien. La duda se disipó rápidamente.
Gracci se convirtió en una niña independiente y creativa. Se iba sola al cuarto y cuando le preguntábamos, “¿te acompaño?, respondía “¡no!, yo me voy sola”. Y sola se iba. Su habilidad para las artes, el dibujo y el drama, es innata. Quiere ver feliz a los demás y hace todo por lograrlo. Conmigo lo logra, aunque a veces ni se imagina.
Con ella nuestro clan estaba completo. O eso creíamos.
Once años después nos “nació” Génesis. Se cruzó en nuestras vidas en una visita a la familia de mi esposa. Su madre, presa entonces de la adicción a drogas, la había dejado en la casa de su abuelo materno. Tenía tres meses de nacida. Decidimos llevarla con nosotros por unas horas que se convirtieron días y luego años.
Su llegada iluminó la casa. Todos queríamos estar con ella, cuidarla, engreírla, protegerla. Poco a poco se adueñó de todos y casi de todo. Por la diferencia de edad con sus hermanos era consentida, protegida y objeto de cuanto embeleco se les ocurría, sobre todo los que eran producto de la imaginación de su cómplice: Graciela.
Comenzó el colegio un año antes que los demás niños de su grupo de pre-escolar. Recuerdo que una vez le comenté a la directora que si tenía que hacerla repetir un grado para que pudiera desarrollarse mejor, lo hiciera. No hizo falta. Contra todo pronóstico Génesis supero condiciones, barreras, huracanes, terremotos y pandemia (literalmente y en ese orden).
Hace unos años nos pidió que la adoptáramos. Ella sabía que lo habíamos hecho ya en nuestros corazones, pero que no formalizamos el trámite porque era ya familia. Su mamá es prima de mi esposa.
Ese anhelo que Génesis tenía de sentirse plenamente hija y llevar nuestros apellidos se completó el 19 de julio de 2019.
Ahora si estábamos completos.
Paola, Gabo, Gracci y Génesis no son solo mis hijos. Son también mis maestros.
La mayor me enseñó el primer amor de padre. Me regaló además el primer amor de abuelo. Su primogénita, Norah - la güeri de güero- que me rebautizó con el nombre con el que su hermano Thiago y su prima Cecilia me llamaran cuando empiecen a hablar en unos días. De Papi pasé a ser Papa Wish.
Gabo, en cambio, me mostró la importancia de la perseverancia, la bondad y el amor de Dios. Hoy sé que está en buenas manos y que no hay meta inalcanzable. Espero ser un poco como él.
Graciela me confirmó que debemos seguir nuestra pasión y no siempre nuestro bolsillo. Que hay que bailar, reír y vivir sonriendo y haciendo sonreír a los demás mientras podamos.
Y Génesis me permitió ser padre de una forma diferente: por amor a primera vista. Esa canita me mantiene con la mente abierta para vivir en un mundo que irónicamente se vuelve cada vez más violento, pero al mismo tiempo más inclusivo, más humano.
Sin ellos no solo no sería padre.
Sin ellos no sería yo.
Feliz día a los que me hicieron padre. Ustedes son mi regalo. El que recibo y el que dejaré al marcharme de este plano.
Los bendigo y les prometo que siempre cuidaré de ustedes aun cuando ya no esté.
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Hoy celebramos el Día del Padre. NotiCel ha procurado para sus lectores las experiencias de un grupo de hijos y padres, figuras públicas, plasmadas en un grupo de columnas que publicarán durante todo el día. Felicitaciones a todos.