Es lunes de Pascua y Jorge Bergoglio, el Papa Francisco fallece
Bergoglio era muy consciente de su imperfecta humanidad y nos hizo entender nuestra humana condición.
Es lunes de Pascua, 21 de abril de 2015, cuando Jorge Bergoglio, el papa argentino, el Santo Padre Francisco ha fallecido. Apenas ayer, agónico ya, lo vimos sentado allí en la silla de Pedro, mirando al infinito, mientras él y todos escuchábamos su mensaje de Domingo de Pascua, leído por un cardenal.
Al cierre de la ceremonia, nos brindó la bendición Urbi et Orbi, hasta la próxima en Navidad. Había una debilidad profunda en su voz y era muy lento el movimiento de sus brazos. Algo se podía entrever en esos segundos que nuevamente me llevaron a rezar por la recuperación de su salud, con dudas de si sería dable tenerlo mucho más tiempo entre nosotros.
Recé por Francisco y por Bergoglio casi todos los días desde hace mucho, pues por fin, un Papa me hablaba en un idioma que podía entender ---no me refiero al español--- un idioma teológico que armonizaba lo que había escuchado desde Juan XXIII, Pablo Sexto, Juan Pablo II, y Benedicto XVI. El papa Francisco hablaba en catolicismo coherente, un milagro en sí mismo en una institución dos veces milenaria, abarcando cientos de culturas y pueblos y proclamando una universalidad que trasciende, los conflictos, las diferencias y la vida física misma, igualándonos a todos por encima de las contradicciones evidentes. Este mensaje de la Pascua sintetiza toda la fuerza de la Resurrección en un mundo en llamas donde la Vida vence a la muerte.
Desde lo que vinieron a ser sus encíclicas, mensajes, entrevistas y hasta en frases sueltas, Francisco, nos habló a todos sencillamente, con ternura y lucidez, con valentía y rigor, con amor, piedad y generosidad, llamándonos a hacer aquí y ahora; a ser dentro y fuera de los muros del templo; a trabajar por y con los más vulnerables; a ser buenos desde nuestra imperfección; a respetar y proteger la casa Común; a caminar dentro de los zapatos del otro y desde su corazón; a no desechar a nadie; a tener fe y esperanza; a creer en la Humanidad y en Dios; a comprender el valor incalculable de todos, sin el cada cual, velando por la dignidad de cada uno.
Esta mañana, hoy lunes de Pascua, murió Jorge Bergoglio, quiero llamarlo Jorge porque en verdad, era mi amigo. Porque me acompañó durante los 12 años de su Papado en la caminata de rehacer mi salud, de ser papá, de procurar cada día trabajar más siendo más útil, en mi jornada de servicio y en mi preparación hacia el final de mi recorrido.
Bergoglio era muchas cosas a la vez, y era uno. Nunca quiso ser único, por el contrario, como líder real, quiso que todos trabajásemos para supernos y superarlo.
Jorge era un hombre genuina y auténticamente bueno. Abrazó a sus detractores hasta el último día. Era muy consciente de su imperfecta humanidad y nos hizo entender nuestra humana condición.
Cuando Bergoglio pedía cada vez que rezásemos por él, sabía lo que hacía, pues nos convocaba a rezar por la Humanidad, más que por él. Nos acercaba a la oración y al poder enorme que concentra; nos acercaba a esa tantas veces incomprensible e inasible Fe, imperfecta, demasiadas veces fugaz y elusiva. La Fe ---tan enemiga de la racionalidad robótica y plástica--- cuando debiera ser vista como un puente hacia el saber. ¿O es que el científico más racionalista no tiene fe en que habrá de conocer, en que su hipótesis será comprobada, o en que su Teoría ---creación humana--- podrá alcanzar y abarcar las estrellas?
Jorge, fue sin duda un cuestionador de la autoridad arbitraria y caprichosa. Nos previno sobre los peligros de la obediencia ciega a otras personas, nos advirtió contra la amenaza del fetiche de las jerarquías, quiso que viésemos la devastación provocada al alma humana por el egoísmo y la avaricia, destrucción ésta casi peor, que la que hacemos contra el planeta, la Casa Común.
Bergoglio, Francisco, Jorge, se nos ha muerto un amigo-hermano-pastor extraordinario, quien sembró en nosotros todo lo que pudo con amor, fe y esperanza. Quiera Dios que podamos ayudar en la cosecha y que los frutos sean un mundo mejor con gente mejorada.