Empresas abandonan políticas de diversidad e inclusión
El mercado responde con un ajuste de prioridades.
Durante los últimos años, las iniciativas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) se habían convertido en un estándar dentro de muchas corporaciones, con empresas invirtiendo aproximadamente $340 mil millones entre 2020 y 2022 en programas relacionados. Sin embargo, los resultados no han sido los esperados. En lugar de impulsar la productividad y fortalecer la cultura organizacional, muchas compañías han encontrado que estas políticas generaban divisiones internas, disminuían la eficiencia y, en algunos casos, afectaban negativamente la rentabilidad. Ante esta realidad, cada vez más empresas han decidido abandonar o reducir drásticamente sus iniciativas DEI y volver a un enfoque basado en mérito, desempeño y resultados.
Empresas como Tesla, Boeing y Toyota han revisado sus políticas de contratación y retención para enfocarse en la capacidad y la productividad. Elon Musk, CEO de Tesla, ha declarado que la contratación debe basarse en habilidades y desempeño, no en factores demográficos. Boeing, por su parte, ha reestructurado su sistema de evaluación de empleados para priorizar la innovación y la eficiencia en lugar de cumplir con objetivos de diversidad.
El problema con las políticas DEI no ha sido solo su alto costo, sino su impacto negativo en la cultura laboral. En teoría, debían promover la inclusión y la equidad, pero en la práctica han generado fragmentación dentro de las empresas, donde los empleados sienten que la identidad grupal tiene más peso que sus habilidades y logros individuales. Goldman Sachs, por ejemplo, ha mostrado escepticismo sobre las iniciativas DEI, argumentando que priorizar la colaboración y los objetivos comunes mejora la cohesión y el rendimiento del equipo. De manera similar, Jack Daniel’s anunció hace seis meses que dejaría de participar en programas DEI y eliminaría las metas de diversidad en su fuerza laboral y proveedores. Toyota Motor Corp. también decidió reorientar sus estrategias, poniendo fin a su patrocinio de eventos de la comunidad LGBTQ+ y redirigiendo esfuerzos hacia la capacitación de su personal.
Empresas como Walmart, Harley-Davidson, American Airlines, Caterpillar y Lowe’s han reemplazado sus programas de diversidad por iniciativas de desarrollo profesional y motivación empresarial. Aunque algunos grupos han advertido sobre posibles repercusiones, como daños a la reputación corporativa o dificultades para atraer talento, la realidad es que las compañías que han eliminado los programas DEI han visto mejoras en sus ventas, retención de empleados y relaciones con proveedores y clientes.
El caso de Target es un claro ejemplo del fracaso de las iniciativas DEI. Tras implementar agresivas campañas basadas en diversidad, la empresa sufrió una caída significativa en ventas, lo que llevó incluso a sus accionistas a demandar a la compañía para que detuviera estas políticas. De manera similar, la cervecera Anheuser-Busch experimentó una pérdida de $1.4 mil millones en ventas luego de su controvertida campaña con el influencer transgénero Dylan Mulvaney para promover Bud Light, lo que generó una fuerte reacción negativa de los consumidores.
A pesar de la narrativa que intenta justificar las políticas DEI, la realidad es que ninguna empresa puede sostenerse si sus decisiones de contratación y promoción no están fundamentadas en la capacidad y el desempeño. Para ilustrarlo de manera más clara, consideremos la siguiente situación:
¿A Quién Elegirías Como Piloto de Tu Avión?
Imagina que estás en un avión listo para despegar. La aerolínea ha contratado dos pilotos:
- Piloto A – Tiene 15 años de experiencia, ha volado miles de horas en distintos modelos de aviones y ha pasado rigurosos exámenes de desempeño.
- Piloto B – Tiene menos experiencia y no ha pasado todas las pruebas necesarias, pero fue contratado porque la aerolínea quería cumplir con ciertas cuotas de diversidad.
Si tu vida dependiera de quién está en la cabina de mando, ¿a quién preferirías?
La respuesta es evidente. Cuando algo realmente importa, la capacidad y la experiencia deben ser lo primero.
Este mismo principio aplica en el mundo empresarial. Las compañías que abandonan las iniciativas DEI no lo hacen para excluir a nadie, sino para asegurarse de que los más preparados ocupen los puestos clave. Porque, al final, como en un avión, el éxito y la seguridad dependen del mérito, no de la identidad.
Lo que estas decisiones empresariales dejan en claro es que la meritocracia no solo es una estrategia efectiva, sino el pilar fundamental de cualquier organización exitosa. En un mundo competitivo, donde la innovación y la eficiencia son claves para la sostenibilidad, la contratación y promoción de empleados debe basarse en talento, desempeño y capacidad, no en criterios ajenos a la productividad. El principio básico de la economía es que los mejores y más preparados ocupan los espacios que les corresponden en función de sus habilidades, no de su identidad. Apostar por la excelencia es lo que permite que una empresa prospere, genere mejores productos y ofrezca un mejor servicio a sus clientes.
El abandono de las políticas DEI por parte de estas empresas no es simplemente una tendencia o una reacción política; es una respuesta lógica a estrategias que no han funcionado. Priorizar el mérito, la capacidad y el desempeño no es solo una opción, sino una necesidad para cualquier organización que aspire al éxito. A medida que avance el 2025, queda claro que las empresas están dejando atrás la corrección política para enfocarse en lo que realmente importa: resultados, eficiencia y crecimiento sostenible.