Libertades esenciales
Las personas de bien y de buena voluntad, no importa sus creencias, ni credos, si quieren transformar al mundo deben pensar y hablar, pero sobre todo tienen que actuar.
The absence of freedom of the press makes all other freedoms illusory. One form of freedom governs another just as one limb of the body does another. Whenever a particular freedom is put in question, freedom in general is put in question.
("La ausencia de la libertad de prensa, hace ilusoria todas las otras libertades. Un tipo de libertad gobierna sobre otra, así como una extremidad del cuerpo lo hace con otra. Cuando una libertad particular es puesta en duda, la libertad en general es cuestionada".)
La cita no la debemos a un periodista del montón, que montones ha habido. Ni tampoco, a un exaltado orador a nombre del liberalismo acrítico. La cita, que contiene una verdad demostrada y corroborada una y otra vez, siempre es más potente que una teoría. El periodista que así argumentó sobre el valor de la libertad de prensa, fue nada menos que Karl Marx. Su explicación habla sobre la interconexión entre todas las libertades y derechos humanos; sobre su interdependencia y equilibrio.
Este Karl Marx, todavía joven en la década de los 1840, previo a su exilio forzado a París (1845), luego a Cologne (1848-49) y más tarde a Londres, era todavía ---como casi todos los filósofos teóricos--- un pensador moderado, acostumbrado más a lo abstracto. Ser periodista en la Gaceta Renana, que fue censurada y clausurada, lo puso a examinar mucho más de cerca las duras realidades de los obreros y del campesinado. Su pensamiento habría de evolucionar hacia la "socialdemocracia" ---con todas sus anclas reformistas y alas liberadoras--- pero no le bastaría. Mirando a la raíz de la propiedad y lo que su control entraña, el papel de ésta ---y de la riqueza--- en la formación y deformación de la conciencia, Marx desarrolló una visión mucho más radical de lo que la política debería ser, y a quiénes correspondería en pro de la libertad y frente a la explotación, adueñarse y ser motor de la lucha.
Marx introducía de esta forma, no el socialismo, que tantos otros pensadores, empresarios y promotores de la justicia social habían intentado adelantar especialmente desde finales del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX, sino una forma revolucionaria. Vería él a la clase obrera como el motor e instrumento de esa revolución para acabar, no ya con el "Antiguo Régimen", sino con el que se vivía en plena Revolución Industrial, el capitalismo, con todas sus lacras, de explotación, pobreza, enajenación y el formidable aparato con que se hacía dominante "la ideología" de la poderosa clase dominante.
Dentro de la niebla atrayente de la lucha de clases y de una revolución que permitiese a los desposeídos controlar al Estado y a sus instrumentos de dominación, reposa el núcleo del sueño que algunos llaman marxista.
Nunca fui marxista, aunque me atrajeron muchos de los conceptos que Marx desarrolló como puntero y adelantado de la sociología, la economía, la antropología y la política. Estas materias eran dos terceras partes del corazón de las Ciencias Sociales que estudié, que incluían otras materias mayores, la geografía y la sicología .
Tenía dieciocho años, entonces cuando estudiaba al pensador alemán. Chocaban con su visión, como todavía hoy, mi religión y mi Dios. Siendo en 1976, monoteísta y católico ---con los sanos vaivenes de la duda, que retan a la fe--- en mis cursos de Ciencias Políticas, había estudiado a Marx, pero también del mismo siglo, a muchos otros notables pensadores como Alexis de Tocqueville y al filósofo y parlamentario John Stuart Mill, estudiosos de la libertad y la democracia.
Estando de visita en el norte de Londres una tarde de noviembre de 1976, visité el cementerio de Highgate y me encontré la tumba de Karl Marx, con un busto suyo enorme sobre un monolito de piedra con la frase labrada:
"Philosophers have hitherto only interpreted the world in various ways. The point however is to change it".
("Los filósofos solo han interpretado hasta ahora el mundo. El punto, sin embargo, es cambiarlo".)
Comprendí como golpeado por un rayo, en ese instante, van cuarenta y ocho años, que había que pensar seriamente y con hondura sobre las causas y los efectos en el mundo, pero sobre todo que si se quería combatir la injusticia ---en plural y singular--- había que cambiar las circunstancias que las crean, propician o sostienen.
Fue muy fácil a partir de ese momento saber que las personas de bien y de buena voluntad, no importa sus creencias, ni credos, si quieren transformar al mundo deben pensar y hablar, pero sobre todo tienen que actuar. Año y medio después,luego de graduarme de Ciencias Sociales, entraría a la Escuela de Derecho. Ya para 1981 era abogado, cabeciduro, presto a estrellar lanzas contra todo lo que violentase los derechos humanos.
La primera cita de Marx, que encabeza este artículo, subraya el valor central de la libertad de prensa para el desarrollo, vigencia y sostenimiento de otras libertades. Sin embargo, esas libertades entrañan, como se daría cuenta, una forma limitada de libertad. Una libertad completa, o si se quiere, una liberación plena, si tal cosa fuese alcanzable, requeriría la remoción o abolición de los instrumentos económicos de la opresión, las opresiones instituidas, incluso a nombre de la libertad, junto con lo que para mí es indispensable y central a la vida: la libertad de expresión y el derecho también inalienable a la búsqueda y encuentro con lo trascendente, llámese ese derecho libertad de culto o religiosa.
Las guerras de Ucrania y el genocidio perpetrado por Israel contra mas de 20,000 civiles en Gaza, me han tenido triste en estas fechas navideñas que anuncian y alumbran la esperanza. El encarcelamiento y persecución de más religiosos ---sacerdotes católicos--- en Nicaragua, me provoca pesar y vergüenza. Estas afrentas a la humanidad, laceran las libertades de todos. Sea una docena de sacerdotes en la tierra de Rubén Darío, reconociendo las diferencias de número, o sean los más de veinte mil civiles asesinados en Gaza y su pueblo martirizado, o decenas de millones de seres humanos ultrajados por la guerra en Ucrania, todo ello devalúa la vida , la dignidad y la libertad de los que habitamos el planeta.
La dignidad, la justicia y la libertad tienen que estar abrazadas y juntas, pues solo así se puede transformar el mundo para el Bien y habitar en la Verdad.