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Opiniones

De la moralidad a la corrupción: la caída de Charbonier

Hoy, la misma persona que se presentaba como estandarte de la moral y la ley de Dios enfrenta cargos de corrupción en la esfera federal.

Alberto Valentín.
Foto: Archivo/NotiCel

En el trasfondo político de Puerto Rico, la exrepresentante María Milagros Charbonier ha dejado una marca indeleble, no solo por sus políticas conservadoras sino también por su feroz persecución hacia la comunidad LGBTT+.

Como activista y columnista que ha experimentado de cerca sus intentos de limitar derechos fundamentales, la ironía de su situación actual no pasa desapercibida.María Milagros Charbonier, conocida por su posición conservadora, encabezó proyectos de ley que buscaban restringir los derechos de la comunidad LGBT en Puerto Rico.

Desde mi posición en el Consejo Asesor en Asuntos LGBT del Gobernador, observé cómo sus políticas generaban un clima de discriminación, sembrando divisiones en la sociedad. Tan reciente como en el 2018, le recordaba por Twitter a la exrepresentante su compromiso programático de salvaguardar el mejor bienestar de los menores y la prohibición de las mal llamadas terapias reparativas. En ese entonces la representante me “sugería” que permaneciera tranquilo y que no necesitaba advertencias de un asesor de Fortaleza:

Esa interacción con la exrepresentante casi me cuesta mi trabajo, ya que poco después levantaría el teléfono para pedirle mi renuncia a mi entonces jefe Ricardo Rosselló.

Los ataques y persecución dentro del PNP hacia los miembros de la comunidad LGBT+ que se atreviesen a levantar su voz siempre estuvieron presentes. Los miembros de la comunidad LGBT+ siempre hemos sido buenos para llevarlos al poder y ayudarlos en sus campañas, pero no tan buenos cuando tenemos algo que decir para defender nuestros derechos. Mi despido nunca se dio, y a diferencia de la exrepresentante y el destino de un gran número de políticos que han atacado a la comunidad LGBT+, seguimos progresando y en pie de lucha.

Hoy, la misma persona que se presentaba como estandarte de la moral y la ley de Dios enfrenta cargos de corrupción en la esfera federal. La brecha entre sus declaraciones y sus acciones revela una incongruencia sorprendente. ¿Cómo alguien que abogaba por la pureza y la integridad ahora enfrenta acusaciones que desafían esos mismos principios?

Como activista LGBT y director del Consejo Asesor, experimenté directamente las consecuencias de sus políticas. Las iniciativas que intentó impulsar no solo atacaban los derechos fundamentales, sino que también fomentaban un clima de discriminación y marginación. Ahora, la misma persona que intentó limitar mi capacidad para vivir auténticamente, se encuentra bajo el escrutinio de la justicia.

Este giro irónico de los acontecimientos invita a reflexionar sobre la idea de karma y justicia divina. Algunos podrían ver su situación actual como una consecuencia inevitable de sus acciones, un recordatorio de que la rectitud y la moralidad son valores que deben vivirse, no solo proclamarse. En el torbellino de la política y la moralidad, la caída de María Milagros Charbonier sirve como un recordatorio de la importancia de la coherencia entre las palabras y las acciones. Mientras la justicia se desarrolla en los tribunales, la sociedad también debe reflexionar sobre la responsabilidad de sus líderes de vivir de acuerdo con los principios que defienden. La historia de Charbonier es un capítulo impactante que nos insta a cuestionar la autenticidad detrás de las posturas políticas y morales.

Hoy por hoy tenemos políticos como Thomas Rivera Schatz, Rodríguez Veve, Gregorio Matías y Lissie Burgos, entre otros, que se empeñan en impulsar una agenda de conservadurismo que no va alineado a nuestra realidad contemporánea, y que representa generaciones que no reflejan el sentir y la imagen del puertorriqueño que va subiendo.

Agraciada o lamentablemente, desde la perspectiva que usted quiera verlo, estos políticos y partidos se encuentran en el atardecer de sus carreras políticas por no querer adaptarse a los cambios sociales que les exige el Pueblo. Siguen intentando acaparar votos y poblaciones que van en descenso y que ya no representan la fuerza electoral de la Isla del Encanto. La minoría electoral que representa Proyecto Dignidad, que ha diluido de forma más acelerada la desintegración del Partido Nuevo Progresista (PNP), es solo el comienzo de lo que veremos en los próximos años en Puerto Rico. La generación de los Baby Boomers y sus antecesores que les daban victorias aplastantes al PNP cada vez es menos. Ya los Partidos mayoritarios no tienen cierres de campaña majestuosos como cuatrienios anteriores y la presentación de plantillas por acumulación no son de once (11) candidatos, sino de seis (6).

El futuro político de Puerto Rico está cambiando de forma acelerada, y aquellos políticos que no han querido dejar atrás su visión conservadora y religiosa, serán arrastrados por la ola de las nuevas generaciones que se avecinan a traer el cambio de la equidad, la igualdad y la diversidad.

El autor es abogado y director ejecutivo Consejo Asesor LGBTT+