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Opiniones

La inflación de la avaricia

El exlegislador comenta sobre lo que provoca la inflación y sus consecuencias para el País.

Licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

El mercado, vehículo que facilita la circulación y distribución de bienes y servicios, es una máquina probadamente ineficiente, muy lejana a cuando hace casi tres siglos se la suponía idónea para generar la riqueza de las naciones.

Gran parte de la desigualdad e inequidad en la producción y reparto de la riqueza se debe a graves distorsiones del mercado y a mecanismos que lo corrompen, cuando no es que el mercado se auto corrompe.

En el sistema capitalista que se sirve del control del mercado y muchas veces de su secuestro, los inversionistas políticos capturan al aparato jurídico, a las legislaturas y a las administraciones para ponerlas a su servicio. Así, bajo el manto de formas presuntamente democráticas el gobierno del Pueblo sirve a que unos pocos tengan muchas ganancias, mientras que a los muchos les corresponda poco, si algo, a la hora de la repartición.

Puerto Rico, es un ejemplo casi perfecto de una economía y un gobierno que sirve principalmente a quienes tienen más riquezas. Por ejemplo, menos del 3% de la gente ha concentrado más riqueza en sus bolsillos que el resto de las personas. Ese mismo grupo pequeño, lo integran personas que derivan sus ganancias de la inversión pasiva, o de actividades económicas que no están en el país, o que aún estando aquí, contribuyen diminutamente a los gastos sociales y colectivos de la propia sociedad y sufragar el costo del aparato de gobierno. Una presunta democracia política de núcleo antidemocrático colonial, recubre una dictadura económica, responsable de gran parte de la inequidad y de la injusticia social que grava la vida de los puertorriqueños y que acaba generalmente en la emigración que tiene a dos de cada tres puertorriqueños viviendo fuera de su país.

A esta pesadilla general encabezada por una alucinante concentración de riqueza en pocas manos, se añade el enorme cráter creado por administraciones incompetentes y serviles a esos grandes intereses y al "comisionismo" de sus allegados. Ser intermediario del capital y "chófer del whiskey norteamercano" siempre ha contribuido a que los males de la colonia se profundicen y se perpetúen. Algunos de esos comisionistas y vividores del cuento llegan a creerse que el sistema colonial es lo mejor de dos mundos, y que como va a durar mucho, lo mejor es acomodarse como se pueda.

Pero estos no son los únicos males políticos, sociales y económicos que genera el sistema doblemente corrupto colonial ---colonia corrupta en sí, y colonia corrompida por los corruptos que se la entregan a los corruptos que la explotan, junto a su sufrida gente.

Puerto Rico carga también con una descapitalización pública masiva, pues se entrega lo ahorrado y construido por decenios para ponerlo al servicio de "administradores" privados, que no invierten nada y cobran por cientos enormes, recibiendo incentivos aún mayores por venir a hacer negocios en Puerto Rico. Así, el gobierno mal administra por años el patrimonio y lo quiebra, y decide invitar a compañías para que vengan a explotar lo que tomó a generaciones adquirir, gravándolas por décadas. Ese ha sido el caso directo de muchas autopistas, puertos, aeropuertos, la generación eléctrica, hospitales, puentes, entre otros. Variantes diseñadas, las más fuera de Puerto Rico y algunas autóctonas para gravar e hipotecar la riqueza y el futuro del país.

Un gobierno tan distraído en atraer desde afuera --ojalá fuese al capital, que fuese generado con justicia y bien distribuido aquí--- opera siempre con menos recursos de los que se necesitan para atender los efectos terribles que su ineficiencia y entreguismo generan. Lo que a su vez degenera y se traduce en enormes problemas sociales y deficiencias en cosas tan básicas como la educación, la salud, la seguridad y el propio ausente desarrollo económico. Si a esa distracción sumamos lo que se pierde por otras formas de corrupción la bancarrota está asegurada. Si a las pérdidas por otras formas de corrupción, pillaje y saqueo, añadimos al costo de la politiquería, el compadrazgo y el favoritismo, se va desde lo peor a lo pésimo.

Pero si a todo lo anterior, sumamos el factor de la avaricia corporativa, unido al abandono de los mecanismos de control que tiene que ejercer el gobierno, los que tienen más recursos acumulados por la vía del inversionismo político terminan por dar rienda suelta a sus peores instintos y devoran hasta la médula misma del país. Se producen oligopolios y hasta monopolios creados por el gobierno, que operan desfachatadamente ante su vista, y todo termina por no funcionar en una perversa disfuncionalidad. Vemos así, cómo, para colmo de cuentos, la avaricia reina continuamente y si unos renglones suben, los demás suben, sólo que luego no bajan, cuando bajan los renglones que inicialmente activaron la inflación. Lo que sucede es que la avaricia catapulta la inflación. A eso le llaman "avarinflación".

En Puerto Rico, que padecemos de la "coloninflación" --la causada por las condiciones coloniales--- que queda agravada por la "entreguisflación" ---la de los gobernantes que se entregan al mejor postor---, y por la "corruptinflación" ---la provocada por la corrupción monda y lironda--- , no es de extrañar que seamos cabotajemente ---por la Ley de Cabotaje--- pobres; "Juntificadamente" pobres --por efecto de la dictadura de la costosa Junta de Supervisión Fiscal --- y sume ahora, la "avarinflación" superlativa a causa del paraíso del oligopolio ---como se da con la industria de seguros de salud--- creado y cebado por las distintas administraciones locales.

Hay que azotar de verdad a los mercaderes que han destruido el templo de una sociedad que puede ser una justa y digna; liberada de la corrupción y del entreguismo, y labrada con el esfuerzo honrado de todos. Hay que atajar la hiperinflación de la avaricia, si queremos alcanzar el futuro añorado.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).