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Opiniones

Se le fue la guagua, Domingo

El licenciado Jaime Sanabria Montañez comenta sobre el exabrupto del secretario de Justicia en una vista pública legislativa.

Licenciado Jaime Sanabria Montañez.
Foto: Suministrada

El fango, el lodo, es lo que queda cuando llueve persistentemente sobre lo sólido de la corteza terrestre, algo inherente a climas lluviosos como el nuestro, una característica intrínseca de la tierra saturada de agua. Pero, cuando ese lodo, cuando ese fango, es lanzado por determinadas personas, para un intercambio ideológico, no existe calzado alguno que consiga mantener el equilibrio sobre esa superficie tan artificiosa como innecesaria.

Y así, con el fango hasta casi el borde de los labios, expresó su visión sobre el proyecto del Senado 495, el secretario de Justicia, Domingo Emanuelli Hernández. Esa contribución extraordinaria de lodo ocurrió durante el día de ayer, en el salón Leopoldo Figueroa, ante la Comisión de Asuntos de Vida y Familia.

Las posturas encontradas, en la política, son algo habitual, algo inherente a la condición humana por ser esta plural, variopinta, antagónica de perspectivas y de filosofías. Fruto de esta diversidad de perspectivas se enmarcan las distintas sensibilidades ideológicas canalizadas en forma de partidos políticos que recogen el sentir de los ciudadanos que tamizan la vida de modo parecido.

“Hoy quitamos el derecho a las niñas, mañana a los homosexuales, vamos a eliminar cosas que nuestros padres y abuelos lucharon tanto por conseguir. Ese pueblo ha sido sometido en muchas ocasiones, pero en cuanto a los derechos individuales siempre ha defendido las causas justas. Faltaría ponerle una capucha a las mujeres y un cinturón de castidad, eso es algo impropio”.

Estas palabras desencadenaron la irritación de la senadora Joanne Rodríguez Veve, mi exesposa y madre de mis hijos, quien dejó saber al secretario el escaso respeto que destilaban esos términos hacia el pueblo conservador puertorriqueño.

Pero lejos de amilanarse, quien se supone sea uno de los máximos representantes de la Justicia puertorriqueña, elevó el tono y expresó “que lo que no es respetuoso es lo que ustedes pretenden imponer. Son cosas totalmente incorrectas, que no tienen que ver con la esencia del ser humano. No pueden volverse locos quitándole derechos a todo el mundo".

La senadora trató de calmarlo y explicarle que lo que él calificaba como “volverse loco”, solo era tratar de legislar aplicando otra óptica, tratando de preservar la integridad de las menores que abortan con el desconocimiento de sus padres o de su entorno y que son, en no pocos casos, forzadas a abortar, incluso, por un agresor que puede volver a reiniciar el régimen de abusos, por significar un matiz de lo que recoge la propuesta de ley presentada por el Proyecto Dignidad.

No voy a entrar a juzgar las ideas de uno ni del otro, sino el proceder de un funcionario que tiene todo el derecho –y el deber– a defender su línea de pensamiento y sus enmiendas, pero que debería hacerlo desde la ponderación respetuosa hacia el disenso de la otra parte. No puede caer un Secretario de Justicia en la “cancelación autoritaria” hacia quienes no entienden un asunto (el aborto en este caso) como lo percibe él. No puede, ni debe, recurrir al uso de la artillería verbal pesada, al insulto y a la “cancelación”, para tratar de imponerse con la palabra por encima de las ideas.

La serenidad y la elegancia siempre son virtudes, máxime en la política, máxime además en la persona responsable de defender las leyes y la constitución, así como las relaciones entre los ciudadanos y que no busca otra cosa sino que, en esencia, se haga Justicia.

No se puede perder de perspectiva que Emanuelli Hernández comparecía, ante la comisión, en su carácter de secretario de Justicia, y no como el ciudadano privado Domingo, por lo que debió adoptar una mesura exenta de esa vehemencia que ha impactado y afectado no solo a la senadora, no solo al Proyecto Dignidad, sino a esa cuota mayoritaria conservadora, por raíces, por valores cristianos, de la sociedad puertorriqueña.

El Secretario de Justicia no se puede comportar como un fanático de sus ideas, no puede llamar “locos”, “fundamentalistas” y otros epítetos a quienes no comulgan con su visión, a quienes quieren otras protecciones legales para las chicas que abortan.

Con esa postura verbalmente belicosa, Emanuelli Hernández solo ha conseguido polarizar más a una sociedad con superávit de controversia y que necesita de ponderación, y no de gasolina, para no incrementar el grado de enfrentamiento en un territorio que debiese presentar unidad por razones de insularidad y porque necesitamos, sobremanera, de unidad para salir del atolladero de decadencia en el que estamos inmersos.

Con esa postura diáfanamente irrespetuosa, Emanuelli Hernández manchó la imagen del Departamento de Justicia y le quitó objetividad a cualquier investigación relacionada a sospechas de delito que le refiera el Proyecto Dignidad. Incluso, colocó al pueblo conservador puertorriqueño en una posición indeseable de vulnerabilidad al comunicarles tácitamente que, si algún día, el Secretario tuviese algún referido de o sobre cualquiera de ellos, la posición oficial del Departamento es que ellos son unos “locos” y “fundamentalistas” y, por ende, ignorables o culpables, según sea el caso, por el simple hecho de opinar o tener ideas distintas.

Con esa postura meridianamente altiva, Emanuelli Hernández dejó saber al pueblo puertorriqueño que, desde el Departamento de Justicia, se está discriminando y se seguirá discriminando por razón de sus ideas políticas y religiosas contra el pueblo conservador puertorriqueño.

Sin embargo, luego de que salió de la Comisión, quizá aconsejado por su conciencia o quizá llamado a capítulo por Fortaleza, Emanuelli Hernández se atavió de Domingo para declarar que las manifestaciones las había realizado, en su carácter personal, y no en representación del Departamento de Justicia ni menos del Gobierno de Puerto Rico, en un claro acto de autoincriminación ante los excesos orales vertidos por aquello de excusatio non petita, accusatio manifesta.

Pero, pese a que esta rectificación era lo correcto, mejor hubiese sido no haber disparado primero que pedido perdón después.

No pretendo señalar a Emanuelli Hernández por sus ideas porque está en todo su derecho de expresarlas, aunque por la naturaleza de su cargo debe relegar las personales, las íntimas, a la gaveta de su mesita de noche y defender las políticas con el decoro argumental que se espera de él, sin arremeter contra el enemigo ideológico con insultos y menosprecios.

Puerto Rico, por su propia naturaleza, es excedentario en fango y los nativos estamos acostumbrados a él. No necesitamos más, de un barro turbio con incrustaciones nocivas porque nos hace incurrir en resbalones desacostumbrados, incluso nos sume en una frustración tal que puede provocar que, incluso, queramos lanzarlo como obuses al adversario. Y no necesitamos de nuevos proyectiles, necesitamos cordialidad y cordura para dirimir nuestros asuntos.

Es conocido por todos que no nos está yendo bien como territorio, Domingo. No convendría que personalidades políticas como usted contribuyan a que nos vaya peor.