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Opiniones

La precaria legitimidad

El licenciado Víctor García San Inocencio reflexiona sobre la política y la democracia.

El licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

Uno: Telón de fondo

El imaginado Estado, grandioso por dos siglos, ha venido sufriendo un fenómeno de erosión de su legitimidad y otro de vaciado de su tejido ciudadano. El Estado de hoy día, luce a la intemperie desenmascarado y desnudo, al servicio descarnado de poderosos intereses del mercado, y mucho más lejos de la utopía o representación imaginada del contrato social de la que nunca estuvo cerca. Secuestrado a nombre de la democracia, por el influencismo político y por sus amos, el Estado ---en su versión más al servicio de la libertad y de la dignidad humanas---- aquí y en casi, todas partes agoniza, sabiéndose casi muerto, pero imposibilitado de desaparecer, pues su vocación de eternidad, si no evoluciona, lo condena a una decrepitud larga y lamentable para la Humanidad. El Estado actual vomita inequidad, injusticia, explotación planetaria a mansalva y egoísmo a granel, producto y combustible de su deriva. Al final, una crisis hecha permanente le permite servir a esos poderosos intereses que lo controlan: las oligarquías financieras y comunicacionales. Estas últimas constituyen ya el Mercado-Estado.

Dos: Democracia: una aspiración manoseada y desvirtuada

"Todos", aspiramos a la democracia. La simple afirmación "todos", contradice la diversidad de criterios que abonan a un clima saludable donde el pensamiento y la razón dicten el curso de nuestras decisiones colectivas. Para que exista alguna forma democrática, tiene que darse un ambiente de respeto a la dignidad humana, piedra angular de los derechos humanos, para lo que se funda y desde donde se sostiene la aspiración democrática.

Esta aspiración genuina y noble se enfrenta a estructuras y a ventarrones autoritarios; a populismos y a manipulaciones descomunales, y a un desgaste hasta el hueso donde la democracia termina siendo casi cualquier cosa, o ninguna. Se obtiene mediante la pulverización de aquellos huesos un elixir de lamentaciones que cuando no hace apático al ciudadano, le hace creer que es portador de una licencia para hacer lo que le da la gana en pos de satisfacer sus apetitos más voraces, sin importarle para nada el bien común.

Así, muchos justificadores del "todo se vale" y del "sálvese quien pueda", pueden dormir tranquilos, componer odas preferiblemente jurídicas a las estructuras de opresión, como la mayor de todas, la guerra; predicar que "así es la naturaleza humana", que "esto no tiene remedio", y que "la humanidad es una manada de lobos que sólo la controla el gobernante más fuerte". La aspiración democrática, así desgastada, acaba siendo desvirtuada, para provecho del proyecto Mercado-rex. El mercado se convierte en Rey, y sus controladores manipulan al Estado, a los gobiernos y a las leyes, legitimando cualquier expoliación. Abandonada la aspiración democrática, esta queda a la orilla de la cuneta o más finamente, "a la vera del camino", mientras una competencia feroz de encantadores de serpientes le hace creer a la gente que la democracia es sólo forma, en abstracción del contenido, y cuanto más, un ejercicio-rito contable de un evento que en muchos sitios se celebra cada cuatro o seis años.

Tres: La colonización de la Política

El descrito secuestro del Estado, por las manos y el capital de los poderosos intereses mercatorios que de éste se sirven, y el vaciado de contenido ciudadano y estadual, constituyen el atraco más grande que se haya tejido a lo largo de los pasados doscientos cincuenta años, contra las aspiraciones más preciadas de libertad, justicia y dignidad de la Humanidad toda. Habría que decir que desde sus albores el Estado moderno venía condenado a esa deriva, siendo la protección de la propiedad privada, y su eventual concentración en pocas manos, su signo constitutivo más tóxico. Esa concentración de poder económico fundido al poder político, configura la gran colonización de la política. En Puerto Rico, donde somos cautivos del colonialismo más largo ---cinco siglos, uno y cuarto estadounidense--- podemos reconocer este fenómeno a flor de piel y sus estragos a vuelta redonda, pues nunca nos hemos mandado, y fuera de rasgos ceremoniales de pujo democrático, tal cosa no existe, excepto en el mundo de lo imaginado, lo simbólico o lo meramente formal.

En otros países, y Estados, en rigor, el fenómeno del secuestro de "lo ciudadano" ha generado y sigue provocando grandes estremecimientos. Los ciudadanos se resisten a esta colonización de lo político en escenarios de violenta precariedad económica y social, provocados por la avaricia financiera y la mercantilización sin límites. Se diría que hemos rebasado otro nivel o frontera de la deslegitimación, cuyo signo es el vaciado del control estadual a través de la inutilización de los instrumentos de control del Estado, como los parlamentos o legislatura en los gobiernos de ese signo, llamados a servir a la voluntad general. A ello se une la licuación vía control de medios masivos de comunicación y redes de la voluntad ciudadana.

Despojados de la Política, o enajenados de esta, las formas de reclamo y expresión buscan naturalmente otros rumbos y cauces. De aquí, la crisis de legitimidad permanente que sufren todos los Estados cuya Política ha sido colonizada. De aquí también, que Puerto Rico sea un gran laboratorio de estudio sobre cómo operan estas formas de control, dominio y colonización, y quién sabe si, de cómo desatar los nudos que las han constituido.

Cuatro: ¿Qué hacer ante la legitimidad precarizada?

Mientras escribo este artículo, llueven las quejas sobre la conducta éticamente vomitiva de un par de jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y algunos familiares, sobre los donativos, regalos y gracias recibidas de manos de multimillonarios, y de cómo, el juez que preside este tribunal ---cuya membresía es no electa y de por vida--- rechaza intervenciones congresionales para indagar en el escabroso territorio de la Ética Judicial. El embarre es mayúsculo y radiografía el problema de aislar un poder extraordinario en un grupo intocable, como es el Tribunal Supremo de los EE UU.

El Congreso desde donde se intenta averiguar es el mismo que ha creado un laberinto jurídico donde anida la profunda degradación de la vida de muchos y donde se retrata otra de las caras de las insuficiencias y decrepitud democrática de esa federación. Se trata del mismo Congreso que no pestañea ante el delito colonial que instaura y perpetra contra Puerto Rico. Es posible hacer muchas cosas frente a este proceso de degradación, pero probablemente tienen que hacerse desde, o a partir de, una menor escala, quizás en países o comunidades políticas más pequeñas y menos complejas, pues aquí el tamaño de Estados Unidos conspira contra la posibilidad de cambio,allí en una sociedad rajada por la mitad, plagada de cicatrices y de estructuras de opresión.

En Puerto Rico, la comunidad política más vaciada de contenidos democráticos por efecto del colonialismo y sus lacras, podemos empezar desde la escala base de la comunidad y trabajar por la liberación y la doble descolonización de la política y del país. Ese es un camino, que ojalá aprendamos a tomar, antes de que nos impongan otros más sensatos desde allá, la metrópolis, la solución obvia y natural: la independencia negociada y en amistad.

Quizás entonces, aprovechando todos los saberes aprendidos y las experiencias de una colonización estadounidense de ciento veinticinco años, podamos seguir superándolos en progreso social y en solidaria unidad puertorriqueña. Pues en eso, es claro, que nuestra unión como pueblo y como puertorriqueños está mucho más madura y adelantada, por más que han querido dividirnos. En ese sentido la tierra de la libertad Patria y de la dignidad está lista y abonada para sembrarla y cultivar justicia y equidad para todos.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).