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Opiniones

Pablo José

Columna de opinión del profesor de derecho laboral, el licenciado Jaime Sanabria Montañez.

El profesor de derecho laboral, el licenciado Jaime Sanabria Montañez.
Foto: Suministrada

Joven, preparado, con linaje, con pedigrí académico, con ambición, con sueños, con mirada transformadora, con genealogía política, con ímpetu; así, con ese despliegue de calificativos y menciones, se podría presentar a Pablo José Hernández Rivera, nieto de quien fuera gobernador de Puerto Rico durante tres periodos intermitentes, el primero de los cuales dio comienzo en 1973, finalizando el último en 1993, y los tres como miembro del PPD.

El nieto que, sin abjurar de sus apellidos, no quiere utilizarlos como aval político, ha irrumpido en campaña para ser elegido comisionado residente en Washington con la potencia, incluso con la fuerza de un carro deportivo rugiente que promueve que los concurrentes giren sus cabezas, a su paso, para identificar marca, caballaje y personalidad del propietario.

Pablo José, como quiere que se le llame, en sus tempranos 30 años, conocedor de mundo, exalumno de las mejores instituciones de los Estados Unidos –bachillerato en Harvard, estudios de derecho en Stanford– ha decidido ingresar en la política y cooperar, desde su óptica ideológica, a mejorar su país, pero también el nuestro: Puerto Rico.

El salto de cualquier joven al palenque de la política suele gestar una cascada de comentarios despectivos por parte generalmente de miembros fosilizados de la política, anclados en la pasividad, especialistas en el conservadurismo. Se suele apelar a la inexperiencia como causa mayor del desprecio y la mayoría de quienes así lo juzgan obvian que lustros, décadas atrás, ellos se asomaron también a la política con el plumón de polluelo.

Sin embargo, no todos opinan igual, algunos viejos dinosaurios, pero no por ello menos lúcidos, menos comprometidos con el futuro, quizá conocedores de que su propio empuje no resulta suficiente para sacar a Puerto Rico del estado de catatonía en el que se halla, alaban la venida de musculatura nueva en los bíceps figurados de Pablo José, de sangre con el hematocrito impetuoso para desplazar el país hacia una modernidad que parece más alejada a cada solsticio.

Sobreviene el inevitable paralelismo con figuras emergentes, igual de jóvenes, de la política norteamericana, entre las que destaca Alexandra Ocasio-Cortez, estadounidense de nacimiento, pero puertorriqueña por línea materna, que a sus 29 años alcanzó la posición de miembro de pleno derecho de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América, y que sin miedo, y sin red, ha ocupado el primer plano de la actualidad política de aquel país por sus opiniones agresivas y por su atrevimiento en sobrepasar líneas tenidas como rojas a la hora de manifestarse públicamente.

Pablo José mantiene parecido perfil de atrevimiento que recuerda el purismo de los diamantes en bruto, recién extraídos del subsuelo. Simplemente, por esos aportes de frescura, por esa mirada económica que pretende atraer nuevas inversiones a la isla, y que como mayor concreción propone la búsqueda de nuevos incentivos contributivos federales para la inversión en Puerto Rico que se asemejen a la antigua sección 936 del Código de Rentas Internas federal, y la paridad en programas federales.

El puesto de comisionado residente podría ser solo un “stepping stone” para proyectarlo en pocos años a la dirección del PPD y quién sabe si a gobernador de una isla que necesita del concurso del talento y de la juventud para desembarrancarla del banco de arena en la que parece haber encallado para quedar a expensas de cualquier huracán, atmosférico, pero sobre todo metafórico.

Pablo José muestra unas destrezas comunicativas novedosas, acordes a los tiempos, forjadas en foros donde se contempla el progreso de cerca y sin lentes correctores. Su discurso es, en lo que concierne a la forma y a lo sustantivo, convincente, articulado, firme.

Pablo José es de esos compatriotas que hizo carrera fuera de la Isla y decide regresar a la misma para devolverle lo aprendido. Nadie le ha pedido que regrese. Él, simplemente, ha decidido regresar para ayudar a encauzar a nuestro Puerto Rico, para que nuestras venas no sigan desangrándose.

Y es algo necesario, pues Puerto Rico necesita de todos los que regresan y de los que vamos quedando, de los que todavía permanecemos aquí, sin sumarnos a la hemorragia de emigrantes que nos ha mermado entre seiscientos mil y un millón de compatriotas (según fuentes) en apenas dos décadas. No cabe duda alguna que un buen número de quienes decidieron dejar su patria, chica y grande a la vez, no encontraron las oportunidades de prosperidad que ofrecía un país atado definitivamente de manos y tobillos con la promulgación de la ley PROMESA y el gobierno de facto de la Junta de Supervisión Fiscal, aunque la sangría y la dependencia proviniese desde antes de ese 2016.

Y sobre las aludidas sangría y dependencia que sufrimos, quizás algún día Pablo José deba modificar su postura de mantener izada la bandera colonial y recordar que, en todas las democracias, lo esencial debe escogerlo el pueblo y las generaciones actuales no tienen por qué sufrir lo escogido por las pretéritas porque los tiempos mutan y las alianzas, las conveniencias, las ligazones y las preferencias también.

Pero, en lo que el hacha de Pablo José va y viene, bienvenido sea éste por su savia nueva, por su razonar acorde a los tiempos; no voy a ser yo quien censure esa presunta inexperiencia que le atribuyen los opositores solo por el hecho de tener 31 años; hay personas, cargos políticos que su experiencia solo ha sido una, y mantenida, en no pocas ocasiones estéril, durante casi toda su carrera, pero como futurible mandatario de un partido tradicional de gobierno, quizá el aperturismo para un nuevo encaje de Puerto Rico en el organigrama del planeta, atraerá más votos a su causa y a la de su partido.

Mientras madura en lo ideológico, mientras mantenga la energía, otras voces seguiremos clamando por cambiar de envase porque el que tenemos actual bota agua por demasiados orificios y continúa desecándonos.