Participación ciudadana. ¿sin democracia?
Columna de opinión del expresidente de la Cámara de Representantes, Jaime Perelló Borrás.
El principio de la democracia está fundamentado en la necesidad de crear estructuras ágiles y organizadas que les sirva a las naciones para lograr un desarrollo pleno con la participación y empoderamiento del pueblo. Un sistema político estructurado bajo estos principios no puede ser un escaparate a la participación ciudadana. Está obligado a ser el gestor activo de esta en su gesta diaria de formar y administrar un gobierno.
Las acciones inconexas de los gobernantes a este principio de la integración ciudadana activa en la gesta gubernamental han ido socavando la confianza del electorado en este sistema, creando cada vez más desasosiego, impulsado por la incredulidad de la efectividad del sistema democrático por la acción cada vez más deprimente de los llamados a ejecutarla y promoverla.
Se agudiza más con las nuevas generaciones que dejaron de seguir teorías políticas enmarcadas en los libros de texto para crear su propia percepción de la realidad, de cómo ven a sus gobernantes ejecutar cada día sus funciones delegadas por el voto, creando cada vez más antipatía en el sistema de la democracia representativa, buscando estos ser actores diarios para impulsar fuera de las estructuras los cambios que quieren y persiguen.
Esta situación, aunque ''prima facie'' se ve como algo bueno, la realidad que, en vez de lograr un desarrollo estructurado, balanceado y equiparado dentro de los diferentes actores y pensamientos políticos dentro de los países, está generando todo lo contrario. El querer impulsar la idea que la democracia debe ser directa con cambios inmediatos, producto de acciones colectivas desarticuladas para impulsar tal o cual acción social sin parámetros para establecer balances justo en la discusión, es la receta al fracaso y el caos colectivo como sociedad.
La integración de las redes sociales en esta ecuación complica aún más lograr los balances en los que están fundamentado los sistemas democráticos. Por un lado, tienes cada vez más movimientos de causas individualistas, que se pueden unir varias con el fin de crear presión, aunque no necesariamente compartan las mismas filosofías e incluso están distantes de las maneras de visualizar le ruta de una nación.
Por el otro lado, los funcionarios electos, que ante su debilidad y cada vez peor percepción del país en sus funciones, han creído que cumplir a las presiones establecidas en las redes sociales le van a permitir permanecer un poco más en su puesto. Nada más lejos de la verdad pragmática. Ello evidencia que cada vez que un funcionario -e incluso un gobierno entero- muestra su debilidad de accionar por presiones mediáticas, sin realmente pensar en los resultados a largo plazo, solamente fortalece a los grupos de presión por establecer la manera fácil de manipular a los funcionarios para ellos lograr sus cometidos, obviando el proceso de justicia y equidad entre el resto de las visiones en el país.
El principio de la participación ciudadana dentro del sistema democrático es reconocer que el pueblo tiene el derecho y el deber de participar de forma activa en las discusiones de las propuestas, ya sean impulsadas por la estructura gubernamental, así como la impulsada por las comunidades dentro del sistema representativo de gobernar. Se ha distorsionado el concepto de participación ciudadana para ciertos grupos, inclusos académicos, moviéndose a ser impulsadores de visiones anárquicas que resquebrajan la estabilidad que genera el peso democrático de las elecciones.
Es responsabilidad, ahora más que nunca, ser los custodios del sistema democrático en los países que gozan de esta libertad y realmente abrir las puertas a la participación ciudadana sin temores infundados de pérdida de poder y reconocer que su poder es delegado por el ciudadano. De no entender lo que está sucediendo serán los responsables de la desaparición gradual del concepto de la democracia que conocemos para recibir sistemas de gobiernos débiles, impulsados por deseos individualistas y no por la razón del balance de los intereses del colectivo.