Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
Opiniones

Fiona y Water-loo

Columna de opinión de Víctor García San Inocencio.

Durante un par de días hasta llegar a Puerto Rico, Fiona fue una tormenta platanera. Llegó a ser categoría 1, apenas tocando a Puerto Rico por el suroeste, por lo que sus vientos no fueron los causantes de una mayor destrucción. De hecho, una lluvia fortísima que se extendió en su fase intensa por un día a toda la isla, y por la mitad del otro día a gran parte, provocó grandes inundaciones que fueron causantes de muchos daños.

Ha pasado una semana desde que la platanera Fiona empezó a arrimarse a nuestra costa sur, y el país se pregunta cómo es posible que la mayor parte de los habitantes de Puerto Rico no tengamos ni luz, o agua, o ninguna de las dos a estas alturas. La pregunta es más que razonable, pues se suponía que desde el huracán categoría 4, María, cuyo ojo nos atravesó diagonalmente, hace cinco años, nos estuviésemos preparando para ser más fuertes, más "resilientes", y para tener una respuesta más coherente y eficaz que la que exhibimos a comienzos de la Administración de Ricardo Rosselló. Si a ello añadimos el hecho que la incompetencia de aquel y su renuncia abrieron paso a una gobernadora no electa del PNP, tras un breve lapso golpista de cuatro días de Pedro Pierluisi, y que esa gobernación de la hoy acusada Wanda Vázquez debió traer nuevos bríos y competencia a la Administración, pareciera raro que ese cuatrienio se hubiese perdido del todo en cuanto a preparación, máxime cuando también llovían miles de millones de dólares para la reconstrucción.

Esa inundación de transferencias ---muchas todavía en planes--- ordeñadas publicitariamente por una Comisionada Residente que hizo muy poco, o nada por conseguirlas, no sirvió de mucho en aquel cuatrienio, como tampoco ha servido de nada en el actual. Recordemos que Pedro Pierluisi lleva más de año y medio de su cuatrienio dibujando castillos en el aire y "miles de proyectos" que la gente no ve. Por el contrario, abundan montañas de promesas incumplidas, infinidad de toldos azules derruidos y una profunda estela de frustraciones de mucha gente para quienes el sufrimiento de tanto doler se ha tornado en amarga resignación o simplemente, en ruta migratoria.

Los pasados cinco años y medio de gobiernos del PNP, han marcado un periodo sin precedente de privatizaciones, contratos a manos llenas y dispendio de lo público, sólo igualado por una marcada ola de corrupción que ha acabado por federalizar el procesamiento de los casos criminales de corrupción y tocado todas las ramas de gobierno, corporaciones públicas y municipios. Esos huracanes categoría 10, mucho más devastadores que María, que fue un huracán categoría 4, han demolido la administración pública y han convertido en un ventorrillo o pulguero la sede del ejercicio del gobierno, prostituyéndola, al punto de que ya ni aspirar puede el pueblo, para que su gobierno sea del, por y para sí propio.

María nos develó la profunda pobreza, inequidad, carencia de preparación y de voluntad de servicio apasionado por el bien común de una administración. Fiona delata a los continuadores de ese cúmulo de incompetencia y rapacidad, donde la voracidad contratera no tiene límites y el entreguismo al mejor ṕóstor o el amigo del alma más cercano, es la mejor credencial y moneda circulante en las altas esferas.

Después de LUMA urdida, creada y defendida por los tres gobernadores PNP desde el 2017 hasta hoy, sólo iguala ese afecto y dedicación, el amor por la Junta de Supervisión Fiscal que para hacerlos señores y amos del país han profesado esos tres gobernadores, con pantomimas de reniegos de la boca para afuera, pero siempre fieles, como el más apegado a su chupeta, su ex-abogado, Pedro Pierliuisi.

LUMA, que encontró una mina de oro en Puerto Rico gestionada en el Congreso para hacerse no sólo de la Administración del virtual monopolio eléctrico, con grandes beneficios por cargos de administración y contrataderas familiares corporativas; sino la LUMA de la gran palangana a la espera de los casi 10,000 millones de dólares para la esperada reconstrucción del sistema eléctrico desde el 2017, más las misas sueltas que se sumarán para la nueva reconstrucción post Fiona. La historia de esta compañía de luz es digna de una antología, sin experiencia previa y sin invertir un centavo se ganaron una licencia sabática paga en Puerto Rico, con una línea de crédito de 750 millones de dólares, para venir a conocer el sistema. Consiguieron un contrato jugoso de Administración de 115 millones de dólares anuales, con plena autoridad para subcontratar a cuanto socio quisieran traer ----presumiblemente de su propia parentela corporativa--- contrato que fue redactado para gozar de plena impunidad, sin instrumentos para poder exigirles nada y con todos los gastos pagos, incluso para jugar al esconder, a la soberbia, al desacato, y para ser señores y amos de los puertorriqueños por quince años. Para todo ello conspiraron, o digamos que colaboraron tres gobernadores del PNP en la administración pasada y la actual.

Y llegó Fiona, la tormenta platanera, ocurriendo un apagón general que a nadie debió extrañar, pues ya LUMA había producido otros dos este año, sin que hubiese ni brisa. Sólo que esta vez, LUMA ---que podría llamarse LU-MENOS--- no ha podido estabilizar el sistema, ni llevarle luz a la mayoría de los puertorriqueños, como tampoco manipular a la opinión pública, pues la gente lleva siete días sin electricidad, LUMA ha desatado una verdadera rebelión entre la parte racional del PNP, representada por parte de sus alcaldes, que no aguantan más la mentira descarada, las promesas vacías, ni las excusas tri-li-lí, pues su gente está sufriendo en grande. Pierde trabajo, escuelas, salud, dinero, bienestar y simpatía por el gobernador y a las personas que ve como sus secuaces.

La única cosa aparatosa que compara con la falta de luz, es la falta de agua. La AAA, cebada por tantos aumentos tarifarios durante los pasados años, no ha podido siquiera asegurar que ante el apagón prematuro, pudiesen arrancar sus instalaciones estratégicas en el Superacueducto, ni en decenas de plantas destinadas a garantizar el abasto. Por supuesto que hay lugares donde no podía evitarse, pero nunca en todo Puerto Rico, ni por errores o negligencia tan elementales. Ni agua, ni luz... con eso carga el gobernador Pierluisi, sin combustibles suficientes para que decenas de miles de generadores caseros y comerciales puedan prender. Con la economía atrabancada, sin que los aullidos de la publicidad pagada logren persuadir a la gente de que vamos bien.

Sólo dos administraciones PNP, pudieron lograr que una tormenta platanera igualara en incertidumbre y caos causados al huracán María. Con la mayoría del pueblo sin agua ---water--- y sin luz, Pierluisi puede haber encontrado como Napoleón en el 1815 su Water-loo, el final de su imperio.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).