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Opiniones

El undécimo mandamiento: no desearás la muerte de nadie

Columna del abogado laboral Jaime Sanabria.

El abogado laboral Jaime Sanabria.
Foto: Suministrada

La templanza es buscar lo apacible en los versículos de Juan, o acariciar el fuero interno cuando el otro, el externo, amenaza con vientos huracanados. Templanza, y sosiego razonador, fue lo que le faltó a José Quiles Rosa, pero también sentido común, porque su condición de presidente de la Federación de Béisbol de Puerto Rico (FBPR) no le otorgaba una carta en blanco para ningunear al gerente general, Eduardo Pérez, que estaba, como él, buscando a alguien reputado que dirigiera el Clásico Mundial que se celebrará en el 2023.

Consistió el ninguneo en escoger para el puesto, sin comunicación alguna con su gerente general, a Yadier Molina, un receptor con pedigrí que está en su última temporada en las Grandes Ligas. El hecho de que el gerente general estuviese también en búsqueda de otro candidato para proponerlo ante la FBPR, convirtió en algo poco elegante y profesional el acto de unilateralismo seleccionador de Quiles. La coherencia no admite casualidades sino comunicación, máxime si la única persona con que hubiese debido compartir la propuesta había sido nombrada también desde lo unívoco, por el propio Quiles, apenas dos meses atrás, en concreto, el 7 de julio.

Como era de esperarse, el autoritarismo del máximo exponente rector de la pelota patria tuvo respuesta en una prensa que acusó al presidente de un desenfreno elector sin contar con aquellos a quien había investido para compartir la confianza. No deja de ser el desenfreno un exceso de libertad mal gestionada, pero lo más grave del episodio no ha sido la unilateralidad en la designación del dirigente.

Lo deplorable del caso fue la reacción del máximo directivo, en una entrevista radial, al virarse contra las críticas hacia su gestión apelando a un clásico de la historia de las civilizaciones: matar al mensajero. Y aunque, en este caso, matar no se evidenciaba como un verbo activo, el mandatario de la pelota puertorriqueña expresó su deseo de ver las esquelas de los cuatro periodistas de El Nuevo Día que habían denunciado su irregularidad, su falta de decoro, en el propio medio.

Existe una distancia sideral, entre matar o desear la muerte, pero el hecho de acudir sin rubor a la segunda revela que una variante de la mandrágora ha podido echar raíces en el cerebro del deseante y, aunque algunos voceros de las redes sociales han culpado a la vejez y sus estragos, como la causa próxima de la ausencia de filtro, no conviene incurrir en prejuicios valetudinarios para justificar la conducta del doctor Quiles porque no deja de ser la vejez un role, de divisor a dividendo, que a cada uno le acontece a distinta edad, hasta el punto de que existen ancianos de veinte años y adolescentes de ochenta.

A pesar de la intensidad del deseo del doctor, no parece plausible que El Nuevo Día publique esquela alguna concerniente a los periodistas en cuestión. Pero la dimisión del gerente general es ya un hecho incontrovertible y, a la postre, el ya exdirectivo quizá constituya la única víctima de este escándalo deportivo que ha sacudido los cimientos periodísticos y deportivos de la isla.

Tan intensa ha sido la magnitud del sismo que, hasta la presidenta del Comité Olímpico de Puerto Rico (COPUR), Sara Rosario Vélez, se ha visto poco menos que obligada a expresar su rechazo y lamentar las declaraciones realizadas en un programa radial por el presidente de la FBPR, un José Quiles que anteanoche entrevistó al exjugador Carlos Delgado, para sustituir a Pérez. A rey muerto, rey puesto, solían decir en España, y quiero pensar también que en Inglaterra en vista de la celeridad del proceso sustitutorio de Isabel II. Sin embargo, la búsqueda sigue ya que Delgado le notificó ayer a a la FBPR que no continuará en el proceso de evaluación para asumir el puesto.

No pretende ser esta una columna solo de denuncia, que lo es también; no pretenden estos párrafos justificar el ametrallamiento insólito de Quiles a la libertad de prensa, al derecho del periodismo a no desvelar sus fuentes; no caben dudas de que el ejercicio libre del periodismo ha contribuido a la mejora de la humanidad, porque la cultura, las sociedades, los países se achican en proporción a la restricción de la libertad, y la prensa, con sus luces y sus sombras, con sus dependencias y sus intereses, arroja un balance favorable en el asentamiento del progreso colectivo y la obtención de libertades individuales.

Sin embargo, y a propósito de las desafortunadas palabras del doctor, sí quisiera reflexionar sobre la impulsividad, sobre los malos días, sobre cuántas veces cada uno de nosotros ha incurrido, por falta de ponderación, por exceso de vehemencia, por exorcismo de la soberbia, porque lo digo yo, en declaraciones extemporáneas, malsonantes, improcedentes, desafortunadas, de las que luego hemos tenido que arrepentirnos y solicitar disculpas.

No es que abogue por planificar las emociones, porque ello supondría una censura de la espontaneidad, adoptar un régimen actoral permanente, pero sí me es necesario, primero, entender, y después, tratar de comprender al declarante, una vez superado el juicio rápido que a todos nos provoca la primera impresión, la que surge sin tamizar, la que se abalanza sobre la laringe y nos vuelve, si no injustos, sí al menos escasamente empáticos con un prójimo que, sencillamente, ha podido tener un mal día, una mala época, o puede que atraviese por alguna dolencia inconfesa: fisiológica, sentimental o solo afectiva, incluso hacia sí mismo.

La trayectoria de Quiles, como dirigente de la federación, está avalada por buenos resultados deportivos en la pelota, pero la de galeno se halla repleta de humanidad, de centenares, quizá miles de visitas a ancianos en sus casas para procurarles, a la par, y quizá no en ese orden, la sanación y el cariño. Y es que cercano el final de la vida, la sanación se convierte, en no pocas ocasiones, en una utopía, pero la distribución de aliento, de emotividad, de afecto, por quien viene revestido con la autoridad para curar o aliviar, sí está al alcance de los samaritanos de las dolencias del prójimo, y el doctor Quiles ha asumido ese comportamiento a lo largo de su trayectoria profesional.

Existen, desde hace décadas, tanto en los Estados Unidos como en algunos países de Europa, lo que se conocen como leyes de Segunda Oportunidad que, en esencia, consisten en una condonación de los errores del pasado, en particular los económicos, aquellos que promovieron ruinas y bancarrotas, pero que no hayan derivado en delitos, para que las personas que incurrieron en ellos puedan empezar desde cero con la añadidura del conocimiento de las piedras potencialmente tropezables.

No quiero con este planteamiento minimizar la gravedad de las expresiones de Quiles. Solo trato de hacer introspección y tomar en consideración el desconocimiento de las circunstancias íntimas de aquellos contra los que arremetemos, justificadamente en este caso, conforme a los hechos desnudos que lo protagonizan.

Hacer introspección es tender a la serenidad, que no es sino lo que sobreviene al espíritu cuando se deja reposar al amor, a la ira, a lo explosivo del corazón, cuando toma el mando de cualquier coyuntura.