Desde mis ojos: la historia de papá
Escribir por motivo del día de los Padres es una tarea tan importante como retante. El hacerlo me obliga a regresar al pasado y rememorar momentos inolvidables junto al mío. Entre compartir actividades deportivas y religiosas, añoro sobremanera los viajes a la central azucarera La Plata en San Sebastián.
Repaso la estampa en la que yo tendría 8 años. Son las 3:30 p.m. y mi padre desde la grúa cargada con 3 mazos de caña me grita: “Voy para la Central, ¿tienes asignaciones que hacer?”, mi respuesta clara y alegre: “ⅰNoooo, voy ahora!”. Era cuestión de tragarme la cena, y aún con uniforme de escuela puesto, bajar la jalda del campo y montarme en la grúa con papi. Fueron varios años de la misma dinámica que adoraba hasta que desapareció la industria azucarera.
Mi papá era un hombre de familia, servidor público por 28 años y agricultor de vocación toda su vida. Crecí admirándolo, imitándolo, y sin darme cuenta idolatrándolo. Fue hecho de esas maderas que ya no existen, que si daba su palabra la cumplía y si decía voy, llegaba. Fue criado a la antigua, un hombre recto pero jovial. No obstante, no recuerdo que me dijera nunca un te quiero o un te amo, pero su ejemplo y entrega para mi madre y mis hermanas eran suficientes. De esa manera me dejaba saber que me quería y se lo agradezco. Aunque estoy casi seguro de que tampoco le dije que lo amaba o lo quería, me atrevo a jurar que él lo sabía.
Cuando tuve la bendición de enterarme que me convertiría en padre, recuerdo compartírselo en una llamada telefónica. Sentía su emoción desde el otro lado de la línea. Su hijo, sería papá. Entonces, esa primera vez que tuve a mi primogénito en mis brazos sabía que no habría marcha atrás. Tuve temor, de más está decir, no solo por la nueva responsabilidad, sino por el padre que podría ser. Recuerdo conversar con mismo y decirme: “si logro ser la mitad de bueno de lo que papi ha sido conmigo entiendo que haré un buen trabajo”.
No hay mejor letra musical que describa a mi padre, que esa que cantaron con gran sentimiento el Jíbaro Andrés Jiménez e Ismael Miranda: Mi padre es un digno ser, buen amigo buen cristiano. Al llegarlo a conocer he querido ser su espejo, me vi dando sus consejos, sus penas y sinsabores, pero me quedan grandes, señores, los zapatos de mi viejo.
La noticia de su enfermedad me consumió, primero, porque no la esperaba y segundo, porque mi familia y yo nos enteramos el día antes del paso del devastador Huracán María. La falta de comunicación y la ausencia de facilidad de movimiento del área oeste al área metro, representaba grandes tropiezos. Sentía que papi, mi roble, el roble de toda mi familia, se partía; la esperanza médica no existía. Aquel miércoles cuando lo acompañé a la que sería su primera y única quimioterapia me armé de valor para decirle algo que jamás le había dicho. Sentado junto a él raspé mi garganta y le dije: “Papi, estoy muy orgulloso de ti”. Su reacción se mantiene viva en mi memoria. Él de igual raspó su garganta y con sus ojos húmedos me dijo: “Siempre haz lo bueno en tu trabajo”. Una semana después de ese momento partiría a otra dimensión. Sin quererlo, papi me había dado la asignación más grande de toda su vida, ser una persona vertical en mi paso por el servicio público.
A los tres hijos que hoy me honran al llamarme papá, les digo que los amo todos los días de mi vida. Mis hijos saben quién es abuelo Toño, aunque dos de ellos jamás lo conocieron. Con estas letras, mi mensaje del Día de los Padres se resume en lo siguiente: aprovechemos cada oportunidad con ese Padre o figura paterna que nos ha acompañado en este caminar. Si lastimosamente no tuvimos uno, pero tenemos la bendición de ser padres, propongámonos dar lo mejor dentro de nuestra imperfección de humanos.
Yo espero tener la dicha, y me esmero todos los días en mis funciones, porque no podría honrar mejor la memoria de mi padre, que escuchar a mis hijos en su adultez decirme que están orgullosos de mí. A mi Padre le digo que, aunque sé que estás en un mejor lugar, te extraño a rabiar por estos lares.
Luis A. Pérez Vargas es el director ejecutivo de la Oficina de Ética Gubernamental de Puerto Rico.
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Hoy celebramos el Día del Padre. NotiCel ha procurado para sus lectores las experiencias de un grupo de hijos y padres, figuras públicas, plasmadas en un grupo de columnas que publicarán durante todo el día. Felicitaciones a todos.