Columna de la comisionada residente en Washington Jenniffer González Colón.

Todos empezamos este año con nuestras vidas cambiadas. La pandemia trastocó la manera en que vivimos, la rutina y cómo disfrutamos la vida, provocando que cada vez anhelemos con más fuerza poder compartir con la familia y los amigos como antes.

Sin embargo, debemos continuar adelantando nuestra misión de vida y sobreponernos inmediatamente ante los nuevos retos. De eso se trata la voluntad férrea que nos mueve y nos alienta a ser mejores cada día. Aún con todos esos retos, debemos sacar el tiempo para decirle a los nuestros cuánto los amamos y agradecerle a Dios por la vida.

Mi experiencia no es una excepción a lo que la mayoría de nuestro pueblo vive. Por eso doy gracias a Dios y a la Virgen por la vida misma. El COVID tocó a mi puerta el año pasado y pude sobreponerme, pero mi amigo Jorge Pérez Borroto, Q.E.P.D., no.

Luego de ponerme mis dos vacunas este año, nuevamente, me dio la enfermedad, pero más fuerte. Dios me dio vida otra vez.

¡Claro que tengo que dar gracias! Doy gracias por el privilegio de servir a nuestro pueblo y por dejarme tocar la vida de tanta gente a través del trabajo que hacemos, tanto en Washington, D.C. como en Puerto Rico. Doy gracias a Dios por dejarme disfrutar de mi madre, a quien amo tanto, de mis hermanos, de mi sobrina Emma y hasta de mi abuela Engracia, un roble de 102 años.

Este año también doy gracias a Dios por bendecirme con buenos amigos que amo y son parte de mí. Doy Gracias a Dios por regalarme un nuevo amor que me llena de alegría, emoción y amor todos los días.

Soy una mujer agradecida y por eso siempre daré gracias y busco retribuir cada muestra de cariño y cada bendición haciendo el bien hacia adelante. Doy gracias este año por mi familia, que es mi motor diario. Por el privilegio de vivir en una democracia y tener el derecho a luchar por la igualdad plena como seres humanos; derecho que no gozan nuestros hermanos en Cuba, Venezuela o Nicaragua.

La mejor manera para celebrar este día de Acción de Gracias es, precisamente, reflexionando lo que somos, nuestras experiencias y nuestras metas futuras; agradeciendo con acciones, con fe y perseverancia. Por más duras que sean las pruebas, Dios, en su inmensa misericordia, nunca nos deja solos.