Las corillas de Bad Bunny
El abogado Manuel Clavell Carrasquillo propone una provocadora lectura del vídeo "Yo perreo sola" para invitar al lector o lectora a convertirse en aliado de las mujeres que transcienden las fronteras de la heteronormatividad para gozar su libertad a solas.
Por mucho que “ronque” o alardee de lo contrario, la “perriadora” de la famosa canción de Bad Bunny no se hizo sola, como alega en los primeros versos la voz interpretada por Génesis Ríos (Nesi). Lo que realmente la llevó a liberarse fue el despecho.
En el amor, la protagonista de la composición “Yo perreo sola” fue rechazada por una persona que luego se arrepintió y, cuando finalmente se decidió a corresponderla, ella le dio de su propia medicina: “Antes tú me picheabas / ahora yo picheo”, explica.
Además, la fuerza de conciencia que lanzó a esta joven a bailar reguetón sola en la pista (a gozar en público sin tener que depender de alguien que la agarre por la cintura o le dé cantazos pélvicos para expresarse plenamente seductora y seducida), se sostiene sobre las redes de un corillo de amigas cómplices.
El corillo de "las diablas"
Sabemos de la importancia que tiene este corillo para esta “perriadora” porque Benito Martínez lo expresa con la segunda voz, mientras canta las estrofas que siguen. Este “machito conocedor” es quien reporta lo que ocurre con este corillo en el lugar de jangueo mientras dice: “Ella está acompañada / de una amiga problemática, / y otra que casi ni habla, / pero las tres son unas diablas”.
Estas tres mujeres, y ese amigo narrador, conforman el “corillito de panitas” que le sirven de barrera protectora a esa jeva para que perree sola en los ambientes machistas de los “jangueos” y “chinchorreos” boricuas.
Por lo tanto, así protegida, es que esa muchacha empoderada puede darse el lujo de destapar botellas, encender “filis” y treparse en las mesas, mientras se deja caer hasta abajo al son de la consigna vigorosa que ella entona: “Tranqui. Yo perrero sola”.
La danza poderosa
Con este grito, la “perriadora” ha solicitado distancia y ha pedido por sí misma que la dejen gozar como a ella le dé la gana. No quiere, en ese breve instante de evasión reguetonera, darles explicaciones a los machos, ni seguir sus órdenes o tener que cumplir con restricciones pudorosas. Ella desea que la deseen sin que haya que insistirle o forzarla, sin que venga un hombre a controlar hasta el más mínimo detalle controlable.
De acuerdo con la percepción del amigo que más tarde perrea con ella, esta mujer está desatada. Por esta razón, la voz narrativa de Benito le advierte al mundo que no toquen a esta chica libre, “que nadie se le pegue”, que la dejen ser tal y como ella se ha distorsionado en el perreo, independientemente de que esté “borracha, loca y no se comporte”.
En ese sentido, el machote de la canción se transforma en una especie de caballero andante “urbano”. Descubre, respeta y anuncia que “los nenes y las nenas quieren con ella”, pero no se escandaliza ni recurre a disciplinarla. Todo lo contrario, encarna el rol de defensor de la autonomía de la “perriadora”, convertida por este hombre que la describe en una “dama de la calle”.
Este “pana cuidador” aparentemente enamora a la chica, “de lejitos”, sin asfixiarla, pero es ella la que selecciona con quién interactúa en esos caminos de la noche, tan apasionantes como peligrosos. Más adelante, lo escoge para bailar a él, de entre todos y todas las demás, y le dice “papi” con evidente sensualidad, porque ambos parecen estar claros en que ella tiene derecho a erotizarse.
Benito en drag
Por otro lado, en el vídeo musical de esta pieza, Benito escenifica ese diálogo con herramientas poderosamente visuales. El Conejo Malo logra complejizar la proyección de su imagen actoral, muchísimo más allá de las presentaciones que había hecho como “influencer”, exhibiendo las uñas pintadas o mediante su defensa constante de las comunidades LGBT.
En esta ocasión, no obstante, la imagen del artista atraviesa por una transformación artística de género muy radical pues Benito se “viste de mujer”, se “traviste” o se “draguea”. Bajo los efectos de esta impactante metamorfosis, el trapero interpreta para la cámara los roles de tres mujeres liberadas (posiblemente las tres chicas del “corillo de las diablas”). A su vez, para que veamos su performance de “masculinidad” en contrapunto a este “dragueo”, Benito hace en el filme el papel del “papi”.
Es evidente que Bad Bunny aspiraba a estimular con este vídeo a millones con los elementos videográficos de celebración de la pluralidad, la tolerancia y la libertad que se identifican con el arcoíris. Y lo consiguió, acercando a personas de todo tipo a conceptos más flexibles sobre lo que constituyen los límites impuestos al género, el sexo y la orientación sexual mediante las leyes sociales de la heterosexualidad.
Las corillas LGBTTQIA
En Puerto Rico, por ejemplo, sabemos que hace años se vienen juntado en múltiples espacios públicos miles de personas que “perrean solas”, pertenecen a las comunidades LGBTTQIA o janguean fuertemente con estas. Estos grupos con sensibilidad y respeto por las identidades de género que afirman sus integrantes comúnmente se llaman a sí mismos “corillas”, “corilles o “corillxs”.
Con estas palabras, diferenciadas por una letra de la masculinidad rígida del término “corillo”, buscan crear una distinción política impactante desde el lenguaje que utilizan en su diario vivir en Río Piedras, Santurce, Caguas y Mayagüez, principalmente. Las corillas anuncian con orgullo que en sus actividades se respeta y se valora lo que hacen y lo que expresan todos, todas y todes, rechazando los puritanismos.
De esta forma, estas corillas han ido construyendo espacios para “janguear” seguras en los cascos urbanos, dentro y fuera de las áreas tradicionalmente dominadas por la transfobia y la exclusión que las persiguen hasta asesinarlas por lo que son, incluso.
Las corillas validan, en vez de cancelar, los procesos de cambio de sus miembros en cuanto a sus vivencias desde lo “masculino”, lo “femenino”, lo “queer” o lo “no-binario”; reconociendo que ocurren a nivel individual y apoyadas en estructuras colectivas que ellas mismas han organizado en los márgenes.
“Soundtracks” del jangueo queer
La música y la estética de Bad Bunny han sido utilizadas por estas corillas para representar ampliamente sus posturas, deseos y proyectos en las calles y en la Internet. Canciones y vídeos como “Yo perreo sola” han sido adoptadas y adaptadas como “soundtracks” de los “jangueos” de estas comunidades.
Lo hemos visto en las paradas “gay”, las actividades culturales que incluyen espectáculos de “drag” y las protestas multitudinarias, como las del primero de mayo y el Verano del 19, precisamente porque las canciones de este artista son como los “fans” de estos movimientos: irreverentes, críticas, ingeniosas, valientes, brutales y rebeldes.
Al igual que las “diablas perriadoras” personificadas por Benito, las corillas boricuas andan sueltas. Utilizan creaciones como estas que la policía correctiva no puede censurar por más que lance amenazas solemnes, oficialistas y santurronas que finalmente son desoídas o renegociadas por los ciudadanos para poder bregar en la convivencia.
Corresponde reconocer y fortalecer como aliados estas corillas, más o menos como hizo aquel pana que tenía guille de caballero andante “urbano” en el corillo de las “diablas perriadoras” salidas de la imaginación de Benito. Sin cancelaciones tóxicas, con solidaridad, dejándolas hacer y deshacer a ellas solas sus danzas liberadoras.