COVID-19 para buen rato
En la tercera parte de Pensamiento científico en tiempos pandémicos, la bióloga Marieli González Cotto, discute "las verdades inconvenientes que debemos poner sobre la mesa ante la posibilidad de que el COVID19 se quedará por buen rato".
Mientras los casos nuevos de COVID-19 disminuyen en algunos países y, ciertamente, no en Puerto Rico, la curva de la desinformación aumenta drásticamente. Hemos visto de todo: desde curas milagrosas, falsos cuentos apoyados en conceptos reales para acomodar una narrativa conveniente hasta teorías de conspiración salpicadas de datos parcialmente ciertos. Todo motivado principalmente por la apremiante necesidad de que la economía y la salud pública coexistan de manera armoniosa y, en el peor y más siniestro de los casos, acomodar una agenda política o personal de cara al periodo eleccionario.
En estos tiempos, la facilidad con la que se dispersa la información es sorprendente y la necesidad insaciable de las sociedades de obtener información con tan solo un ‘click’, promete una mezcla extremadamente peligrosa. La información verdadera y sustentada en evidencia, requiere un método de búsqueda más extenso, una gran cantidad de ‘clicks’ y el uso del pensamiento crítico. En definitiva, la búsqueda de información confiable es una habilidad aprendida. Nuestro sistema de educación se ha quedado corto en la enseñanza de esta destreza, pero eso es tema para otro día.
Conviene entonces empezar a poner sobre la mesa verdades inconvenientes y mientras más temprano, mejor. Cuando hablamos de la preparación, es mejor tenerla y no necesitarla, a necesitarla y no tenerla. En este sentido, es imprescindible saber que tendremos COVID-19 para buen rato.
La verdad inconveniente más importante es que no conocemos todo lo que necesitamos saber acerca del virus. Esto limita severamente los esfuerzos de prevención, tratamiento y desarrollo de vacunas. Un ejemplo de esto es la evidencia preliminar que teníamos sobre la duración del virus en las superficies. Mientras va avanzando la ciencia muy lentamente en comparación con la velocidad en la que se ha desarrollado esta pandemia, vamos entendiendo que la observación original sigue siendo válida: la manera principal de contagio es de persona a persona, mediante gotas respiratorias. Conocer las características del virus en sí será quizás lo más fácil de lograr, presumiendo que el virus no sufra muchas mutaciones.
Conocer los efectos clínicos y las consecuencias de la enfermedad respiratoria causada por este virus es quizás una de las verdades inconvenientes más difíciles de aceptar. Dado a lo que se ha observado hasta ahora, un cuadro clínico difícil y poco predecible, es muy probable que tome años entender por completo el rumbo de la enfermedad, los determinantes hereditarios que esta puede tener y los factores que pueden empeorar o mejorar los síntomas. Generalmente, las condiciones virales son muy difíciles de tratar, principalmente porque el virus no es un organismo vivo, sino que utiliza las células de nuestro cuerpo para replicarse y porque los síntomas son una respuesta natural a este fenómeno. El problema estriba en que, en muchas ocasiones, el cuerpo no cuenta con los mecanismos necesarios para ‘apagar’ o modificar esta respuesta. Es muy probable que no exista un tratamiento único, sino una serie de alternativas que serán relativamente seguras, pero con una efectividad variable y relativa a cada individuo.
Lo ideal en este escenario, es poder prevenir el contagio. Resultados de estudios preliminares en varios países que han sido fuertemente impactados por el COVID-19, han demostrado que la cantidad de personas que poseen los anticuerpos para este virus es ínfimamente baja. En Nueva York, por ejemplo, menos del 20% de sus habitantes cuenta con anticuerpos. El estimado para una inmunidad de grupo teórica es de 60-80% de la población. Digo teórica porque aún está por verse si realmente tener anticuerpos nos protege de una segunda infección y por cuánto tiempo. Recordemos que, en Nueva York, 360,000 personas se contagiaron y cerca de 25,000 personas han muerto. Va quedando claro que la inmunidad de grupo de forma natural no es un método accesible en estos momentos.
La vacuna contra COVID-19 es otra verdad inconveniente. Si bien es cierto que existen varios avances en el desarrollo de esta, la verdad es que los estimados más optimistas avecinan una vacuna efectiva para finales de este año. Sin embargo, este estimado solo proyecta el tiempo aproximado para completar la tercera fase de los ensayos clínicos, los cuales servirán para asegurar la efectividad y seguridad de la vacuna. El tiempo de manufactura aún está por determinarse y es, en muchos casos, el factor limitante de su accesibilidad.
Sin embargo, no todo está perdido. La verdad inconveniente para las agendas escondidas y los intereses propios es que hay que mejorar con urgencia la transmisión de información, la capacidad de pruebas para detectar los contagios de manera temprana, los métodos de rastreo de posibles contagios y la capacidad hospitalaria para atender casos severos. Estos cuatro aspectos se necesitaron al principio de la pandemia y probablemente se necesitarán por mucho tiempo. Es responsabilidad del gobierno electo por el pueblo coordinar y supervisar la implementación de estos mecanismos, al igual que establecer la política pública de salud que permita transferir a los ciudadanos un rol activo en la misma, no la responsabilidad total de implementar cambios que sostengan el bienestar de la población. Estos esfuerzos son los únicos que garantizarán la coexistencia entre la llamada economía y la salud pública. Urge ponerlos en pie correctamente para garantizar que la actual cuarentena sea la última que necesitemos en buen tiempo, ya que, en definitiva, habrá COVID19 para buen rato.