Ucranianos huyen despavoridos hacia Polonia y Rumanía
El éxodo de ucranianos, convertidos ahora en refugiados, no se ha detenido desde que comenzó el ataque ruso
Unas 100,000 personas han cruzado ya la frontera a Polonia desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, informó hoy el viceministro del Interior polaco, Pawel Szefernaker.
En una rueda de prensa en el punto fronterizo de Medyka, el viceministro precisó que la entrada a Polonia se ha producido "a lo largo de toda la frontera con Ucrania", e indicó que entre los refugiados hay principalmente mujeres y niños, así como hombres que no tienen edad de combatir.
Agregó que la primera decisión ha sido abrir el tránsito de peatones en todos los puntos fronterizos, lo que en sólo dos horas ha permitido a 5.000 personas cruzar la frontera.
“Nuestros guardias fronterizos tienen que adaptarse y también reaccionar a la situación del otro lado de la frontera”, señaló Szefernaker, citado por la agencia PAP.
Dado que el tránsito de peatones se realiza también por los carriles para los vehículos, se espera que en las próximas horas la cola de personas del lado ucraniano disminuya sistemáticamente.
Szefernaker agregó que cada vez más refugiados de Ucrania utilizan los puntos de recepción del lado polaco, en las últimas 24 horas, uno de cada diez.
En estos puntos pueden recibir atención médica, comida y también descansar y ser trasladados después en autobuses a centros de acogida temporal en toda Polonia.
El viceministro del Interior recordó que todos los países de la Unión Europea se han mostrado dispuestos a acoger refugiados y señaló que algunas de las personas llegan a Polonia de tránsito, mientras que otras no tienen destino o esperan volver a Ucrania.
No quiso precisar cuántos refugiados cree que llegarán a Polonia, pero aseguró que el país cuenta con una reserva importante en lo que respecta a lugares de acogida.
Una estación de tren polaca acoge a miles de refugiados
La estación de tren de Przemysl, en la frontera con Ucrania, se ha convertido en uno de los principales puntos de entrada en Polonia de refugiados ucranianos que huyen de la guerra y desde donde se organizan convoyes para su reparto a otras ciudades.
Desde los andenes y las calles adyacentes el flujo de personas es incesante durante las 24 horas, como pudo comprobar Efe en la madrugada de este sábado, y la mayoría de los refugiados procedentes de Ucrania son mujeres, niños y personas mayores.
Un dispositivo de unas cien personas, entre policías nacionales y municipales, bomberos, miembros de la milicia paramilitar y voluntarios ucranianos o polacos estudiantes de ese idioma, reciben a la riada de gente con termos de té y cestas de bocadillos.
Al llegar a la estación, un imponente edificio de grandes dimensiones que data de 1855, el personal de asistencia acompaña a la gente a una mesa de registro, en caso de que deseen partir cuanto antes a alguna ciudad polaca, y les agrupan según el destino que elijan.
Muchas personas ofrecen a los refugiados viajes gratis a las principales ciudades polacas en sus propios vehículos, como es el caso de dos amigos bielorrusos que sostienen un cartel en el que se puede leer en ucraniano: "A Cracovia, sitio para tres personas".
"Somos voluntarios, no queremos que nadie nos pague, estamos aquí para ayudar", explican a Efe.
El Gobierno polaco se ha mostrado dispuesto a acoger a todos los refugiados que lleguen a Polonia para escapar de la guerra y aseguró que "el mercado de trabajo" en este país "puede absorber a un millón de ucranianos" si es necesario.
Varsovia ha establecido ocho puntos de recepción a lo largo de su frontera con Ucrania y acepta a cualquier que llegue con un documento identificativo, pasaporte o permiso de trabajo expedido en Ucrania y para agilizar los trámites no exige certificados de vacunación contra el covid-19.
En Polonia viven más de un millón de nacionales de Ucrania, y estimaciones no oficiales sitúan ese número en unos dos millones.
Miles también huyen cruzando a territorio rumano
Unas 20,000 personas han entrado en Rumanía procedentes de Ucrania desde que el ejército ruso lanzara el jueves una ofensiva militar a gran escala contra el Gobierno de Kiev, informaron el sábado las autoridades rumanas.
El paso fronterizo más concurrido es el que une el oblast (un tipo de división administrativa) ucraniano de Chernivtsi, en el suroeste de Ucrania, con la provincia rumana de Suceava.
"El 80% son mujeres y niños", estima Alin Duca, un trabajador social de la localidad fronteriza de Siret, en el lado rumano, después de pasar la noche ofreciendo agua, té y comida a los refugiados que llegaban.
"Hay una cola de hasta 35 kilómetros al otro lado de la frontera; los policías ucranianos dejan pasar muy poco a poco a los coches y autobuses y apenas permiten el paso de grupos de 5 o 10 personas cada media hora", explica Duca a Efe.
Ante la lentitud con la que avanza la cola, muchos optan por apearse y caminar kilómetros para cruzar a pie.
Una parte de los refugiados son miembros de la minoría rumana de Ucrania y tienen familia o amigos en el país de acogida.
Es el caso de Suzanna, una estudiante de Economía de 20 años natural de la ciudad de Chernivtsi, donde por ahora no han llegado las tropas rusas.
Suzanna ha llegado a la frontera con su hermano pequeño y dos primos en el coche de su tía, que se despide de ellos en el lado rumano de la frontera y regresa a Chernivtsi.
"Mi abuela vive en Bucarest; se refugió allí durante la II Guerra Mundial y nosotros tenemos que irnos de Ucrania por lo que puede ser la tercera", dice con tristeza y humor en el esforzado rumano que ha aprendido de su madre.
Junto a ella en la carretera que viene de la frontera, decenas de voluntarios asisten y dirigen a los refugiados. "Los que no tienen a donde ir son alojados en pensiones y en casa de familias que se han ofrecido a ello", dice a Efe Ilie Molea, un joven pope ortodoxo que se ha sumado a este comité informal de bienvenida.
A medio kilómetro de la frontera se alza junto a una gasolinera el hotel Frontier. Sus 31 "habitaciones boutique" han sido habilitadas para albergar a los desplazados, que también reciben café y comida.
"Hacemos lo posible para atender a todos", dice el gerente, el maltés Ronald Agius, de 74 años, mientras corre arriba y abajo dando instrucciones por el vestíbulo.
"Nunca perdonaremos a la persona que ha empezado esto", dice a un grupo de beneficiarios de sus servicios mientras les cuenta las escenas dramáticas de las madres con sus niños que llegaron anoche.
Delante del hotel, una voluntaria rumana que se identifica como Ana ayuda a cargar las maletas de una mujer ucraniana que camina a su lado empujando el carro de su hijo.
"Algunos tienen familia aquí, otros quieren llegar a un aeropuerto para unirse a sus familias en Europa Occidental", cuenta la voluntaria.