En Portugal entregan casa a casa las tareas escolares
Buscan que ningún alumno se quede atrás en la enseñanza.
Casa por casa, los agentes lusos Marta Santos y Miguel Rito reparten los deberes del colegio a alumnos en hogares sin internet en aldeas apartadas. El desafío es que ningún niño se quede atrás en su educación en Portugal en tiempos de pandemia y con las escuelas cerradas.
Las zonas rurales son las más afectadas por el cierre de las aulas presenciales anunciado por el Gobierno luso el pasado 21 de enero para frenar la pandemia.
Aunque el Ejecutivo del socialista António Costa decretó dos semanas de vacaciones forzosas para permitir que el sistema público de educación se adecuara a la enseñanza online y entregó miles de ordenadores portátiles a las familias, el modelo de educación a distancia tiene todavía lagunas.
Muchos hogares del interior carecen de internet, de computadoras y los padres no pueden dejar de trabajar o de cuidar a sus hijos para acercarse a los colegios a retirar los deberes diarios.
Marta Santos y Miguel Rito, agentes de la Guardia Nacional Republicana -un cuerpo homólogo a la Guardia Civil española- en Vilar Formoso, en la frontera con la región española de Salamanca, son parte del equipo de la GNR que se ocupa de colaborar con las familias para superar el problema.
Lo hicieron ya en la primera ola de la pandemia, en marzo del pasado año, cuando el comando territorial de la GNR ayudó a más de un centenar de niños solo en la región de Almeida, en la zona Centro lusa, cerca de la frontera con España.
El procedimiento es simple, los profesores mandan a la escuela por correo electrónico los deberes, allí se imprimen "y nosotros vamos todos los miércoles y jueves a distribuir los trabajos a los escolares", explica a Efe Rito.
Además, los agentes entregan también a las familias la leche que corresponde a los niños de hasta 10 años (preescolar y primer ciclo) y que los pequeños recibían en el colegio antes del cierre presencial de las aulas.
Una de sus paradas habituales es Malpartida, una aldea de apenas 150 habitantes, donde vive Marisa, una joven viuda con tres niños pequeños.
"Buenos días, Marisa". Marta Santos toca la puerta que da acceso al corral de la casa y la joven recibe los deberes de sus hijos y los envases de leche que les corresponden.
"Soy viuda, con tres hijos y yo no puedo", dice Marisa Guiomar que elogia la labor de los agentes en plena pandemia.
Algunos ayuntamientos, como el de Almeida, han repartido ordenadores entre los escolares y módems con conexión a internet para facilitar el aprendizaje de los niños.
Pero todavía quedar mucho por hacer. Es el caso de Vale da Mula, que limita con el municipio español de Aldea del Obispo, donde no llega internet y el único alumno, Valentín, precisa la ayuda de la GNR.
"Aquí no hay internet y si no fuera por los guardias el niño no conseguía hacer nada", afirma María, abuela de Valentín.
"Es una forma de no discriminar a ningún niño. Estamos en el siglo XXI, los niños no pueden quedar sin los trabajos sólo porque no existe internet en la localidad", sostiene Miguel Rito.
La tercera parada día llega en Almeida, donde Andreia recibe los deberes de sus hijos para toda la semana.
En conjunto, "cada semana entregamos los trabajos escolares a una veintena de alumnos", explica a Efe Rodrigo Duarte, capitán del destacamento de la GNR de Vilar Formoso, perteneciente a Almeida.
Es importante que las familias sientan "la proximidad y el aliento" de los agentes, continúa Duarte, más aún en tiempos de pandemia, cuando "algunas personas están solas".
Portugal, que en la primera ola fue considerado un ejemplo en la gestión de la pandemia, fue castigado con dureza el pasado enero, con picos que alcanzaron los 300 muertos en un solo día.
El Gobierno mantiene confinada a la población desde el 15 de enero, blindó sus fronteras el 31 y acaba de renovar el estado de emergencia hasta el 16 de marzo.Carlos García