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Los últimos nómadas de China

Luo Zha es uno de los cientos de miles de exnómadas tibetanos que viven en asentamientos creados por China, como parte de un plan de 'sedentarización' del Gobierno en su fase final.

Paradigma del desarrollo del país a ojos de Pekín, para otros aboca a un futuro incierto a la otrora población errante.

Acompañado de su esposa, dos hijos y sus 30 yaks, el bóvido de pelaje lanoso nativo de las montañas de Asia Central, Luo y su familia habitan una espaciosa casa de hormigón cerca de Kangding, capital de la prefectura autónoma tibetana de Ganzi, al oeste de la provincia occidental de Sichuan.

En ella espera empezar pronto a hospedar turistas, en virtud del proyecto de una promotora sichuanesa, Chengdu Zhong'ao, para transformar la zona en un enclave turístico, por el que a cambio percibirá el 10 % de lo que paguen los visitantes que duerman en su morada.

La sedentarización 'es opcional', remarca uno de los responsables del Partido Comunista (PCCh) del condado sobre la participación en el proyecto, rebatiendo las críticas de organizaciones como Free Tibet, que aseguran que las reubicaciones se hacen a la fuerza.

Ajeno a la polémica, Luo cuenta con aparente optimismo a un grupo de periodistas, entre ellos Efe, que espera poder 'triplicar' así sus ingresos actuales, provenientes aún de los yaks que posee.

Su caso forma parte de la controvertida política de sedentarización lanzada por el Gobierno chino en 2003, que ha reubicado en asentamientos a cientos de miles de pastores nómadas de la Región Autónoma del Tíbet y de las provincias chinas por las que se extiende la meseta tibetana: Sichuan, Qinghai y Gansu.

Según Pekín, las reubicaciones, que ya concluyeron en la región del Tíbet en 2014, están en su etapa final.

El actual presidente, Xi Jinping, ordenó el pasado agosto que los tibetanos 'marcharan al ritmo' del resto de China para 2020, para lo que el régimen comunista considera clave la erradicación de la vida nómada.

Con ese objetivo, el gobernador de Ganzi, Yu Xi Da Wa, asegura que el Gobierno central planea invertir unos 30.000 millones de dólares en su prefectura, donde viven menos de un millón de personas (el 80 por ciento tibetanos), en el próximo quinquenio.

'Ganzi depende de la financiación del Gobierno central para su desarrollo', proclama Yu a los periodistas.

Como prueba de ello, las autoridades muestran un avanzado hospital en Kangding, donde afirman ofrecer servicios casi gratuitos a los pacientes, muchos de ellos nómadas, y un centro de formación profesional para 5.000 estudiantes, casi todos tibetanos, entre otros proyectos ya existentes financiados por Pekín.

'Si no ayudamos a los nómadas a asentarse, cómo vamos a proveerles de salud o educación?', argumenta Li Yongxin, funcionario de la prefectura.

Por el contrario, Free Tibet critica que la intención subrepticia de Pekín tras los asentamientos de nómadas es facilitar el control sobre esa población, ante las frecuentes tensiones en la zona, y expoliar los recursos naturales, como oro, cobre y agua, que abundan en el altiplano tibetano.

Además, denuncia que la mayoría de los tibetanos desplazados se enfrentan a la pobreza, el desempleo y la exclusión social cuando abandonan su estilo de vida, planteamiento con el que coincide una tibetana de Kangding que prefiere preservar su anonimato.

'Una vez los niños van a la escuela, después no pueden encontrar trabajo ... A su vez les deja de gustar su vida anterior, y ya no quieren pastorear el ganado. Si no logran nada, sus padres se preguntan por qué han cambiado de vida', dice esta mujer a Efe.

Mientras, Yang, hijo de nómadas tibetanos de Qinghai que decidieron darle una educación convencional para que tuviera más oportunidades, lamenta la precariedad de la situación laboral entre su generación.

'Muchos chinos (de etnia han) vienen y ocupan los trabajos de los tibetanos', cuenta a Efe el joven, licenciado en literatura tibetana pero sin trabajar en su sector.

El gobernador Yu echa balones fuera cuando se le pregunta por la proporción de desempleo entre la población tibetana y la han de Ganzi: 'no hay necesidad de hacer tal estadística', responde airado.

'El índice de desempleo es de menos del 4.5 % en toda la prefectura, en la línea nacional', matiza, si bien China no ofrece cifras completas de su población parada.

Así como por la falta de empleo, jóvenes como Yang se preocupan por la pervivencia de su cultura ante la amenaza de que estilos de vida como el de sus padres desaparezcan, y también debido a la prioridad que los colegios chinos dan al mandarín sobre el tibetano.

'Hay días en los que temo que desaparezca', admite a Efe, y concluye: 'podríamos vivir de nuestra tierra, no necesitamos la ayuda del Gobierno chino'.

(EFE)
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