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La noche habanera da por mil y una noches (galería y video)

La Habana - Son las seis de la tarde. No tengo reloj, pero frente a mí una señora cierra con candado la puerta de la Facultad de Derecho. El sol no aprieta, ni amarra, sino que toca la piel como queriendo erizarla. El desfile de universitarios es interminable por la calle que hace referencia al aula magna. Salen de las facultades de comercio y derecho; llegan de las casas y paladares; se reunen en el polideportivo a celebrar el final de la 'Serie del Caribe'. Las gradas son un hormiguero de gente.

La comodidad impone la moda. El clima tropical exige poca ropa: unos pantalones cortos y camisas sin mangas, o alguna camiseta de algodón y mahón. Las únicas marcas que importan son las que llevan tatuadas en los brazos. Desfilan con las carteras al hombro; con las mochilas a la espalda.

Entran como hormigas que traen el alimento. Cuelan en los bultos los botellones de cola mezclados con ron añejo. Es el 'Cuba libre' tradicional, pero la libertad consiste de mucho ron y poco refresco. Comparten los vasos, los termos y las babas, como se hace en las Fiestas de la Calle San Sebastián, sólo que no hay negocios, ni ventas. Es un parque donde conversan hasta que cae la noche. Despreocupan los contagios porque la medicina es gratis.

Es larga la espera para escuchar a Los 4, el grupo más famoso del reggaetón cubano. Aún no oscurece, pero se asoma la luna sobre las paredes despintadas y sucias de un edificio. Quizá por incolora, le hace tan bonito juego al edificio. Bajo su sombra, se asoman también unos niños a mirar la multitud, sentados en el techo, con los pies suspendidos en el aire.

La noche sorprendió a los universitarios en el poliderportivo. (Laura Quintero / NotiCel)

Llega la noche, y con ella Los 4 irrumpen el bullicio con su voz ronca. Alborotan el polideportivo con unos ritmos más característicos de la timba que del reggaetón. La multitud corre a arropar el parque.

- Esto tiene algo que ver con el reggaetón de tu país? - me preguntó Daniel , reacio a llamarle música a esa gritería.

- No, balbuceé - queriendo eximir a mi isla de toda culpa, un intento que resultó en vano cuando minutos después, los raperos entonaron: 'No me eches la culpa a mí...', y colocando el micrófono a la masa, los unversitarios corearon, 'que la culpa es de Puerto Rico'.

II.

En la discoteca La Gruta, suena la timba y la salsa. El ambiente oscuro simula una cueva, a la que se desciende por escaleras. La oscuridad da una sensación de clandestinaje, de intimidad, justo lo que buscan quienes van a bailar.

El sitio se llena tanto de locales, como de turistas, quienes se confunden entre si. La multiplicidad de razas se adueña de la pista de baile, que mas que limitarse a un rectángulo frente a la tarima,acapara todo el piso. Frente a la barra o entre las mesas, da igual: donde haya piso, hay baile! Los mulatos bailan con las europeas, que vienen a practicar sus pasos de salsa. Los hombres también bailan entre si: se retan, inventan pasos, como si se tratara de unhip hopcocolo.

'La música es pa' gozar', dice Michael, mientras manifiesta suswingcubano, dando medias vueltas y meneando el cuerpo de lado a lado. Critica los pasos estructurados o las posiciones estéticas, que estilizan el baile. El objetivo no es lucirse, sino disfrutar.

Tampoco hay excusas para postergar el baile. Las tenis más pesadas se convierten en zapatillas. Eso basta: unas tenis y una sudadera de tela. Andrés Cabrera, de 31 años, no deja una coyuntura sin mover. Cierra los ojos para convertir la música en oración. Exageralas palpitaciones. Con el movimiento de las caderas, el levantamiento de las rodillas y los tobillos, ya sólo falta levitar.

Tras tal manifestación de pasiones, me atrevo a hacerle una pregunta simple, pensando que quizás me revelaría la existencia de un espíritu cubano, que se apodera cada miércoles de su cuerpo y el de cientos más, en aquella gruta.

- Qué sientes cuando bailas? - curioseo.

- Amor.

Dejó la profesión de ingeniería para dedicarse al baile. Trabajaba en una compañía donde operaba los sistemas de vigilancia y telefonía, de ocho de la mañana a seis de la tarde. Diez horas diarias, más el tiempo de espera para tomar el ómnibus hasta la casa. 'Estaba todo el tiempo sentao'', protesta, mientras persigue a la novia con la mirada.

'Ese espíritu de bailarín yo no lo podía dejar', me comenta. Entonces se excusa porque debe hacer algo impostergable. Desaparece entre el gentío. Al rato, lo veo enredado de brazos, frente a frente, miradacompenetrada con la novia, una muchachacon gorra y mahones cortos. Bailar es un asunto urgente, impostergable, como si se tratara de una fiebre mala. El cuerpo arde y sólo queda avivar el fuego o echarle un balde de agua. La música es tanto fuego, como calma.

III.

La trova se asemeja más al balde de agua. En el Tocororo, se abastecen con una guitarra. Las letras de Silvio, Milanés y Sabina engrandecenel lugar, de por si bastante apretado. Concurrido principalmente por profesionales, aunque también se pasean por allí las 'jineteras', mujeres que se acuestan con los turistas a cambio de dinero, según me cuenta elfotoperiodista que me acompaña. Es difícil identificarlas. No quiero estereotipar a toda mujer con tacones altos y falda corta, aunque eso sugiere mi colega cubano que sabe más de estos bares que yo. Sucede también en La Casa de la Música, en Miramar. En el baño, unas mujeres altas, muy altas debido a los sancos que tienen por zapatos, y con faldas cortas, muy cortas, conversan frente al espejo.

'Pondré carita de gato de Shrek', dice una. Practica su rostro de desamparada frente al espejoy las dossueltan una carcajada.

IV.

No hay que ser adinerado para disfrutar del ocio en Cuba. Aunque las discotecas, bares y clubes se han reproducido con mayor celeridad que adolescentes sin condón, se mantienen las opciones baratas, para las que solo hacen falta 50 centavos, o incluso ni uno sólo. La juventud ha hecho de la calle, un espacio de reunión. Pasadas las diez de la noche, no cabe un alma en la calle G, también conocida como la Avenida de los Presidentes.

Los chamaquitos llevan su música portátil, la colocan en el piso y marcan territorio. Entonces se forman encerronas dehip hoppers: un gentío rodea a los bailarines, que brincan como epilépticos, marcando el ritmo con sus cabezas, pies y hombros.

También hay corillos tranquilos, que conversan sentados o se arremolinanen el piso. Comparten la bebida, la comida y las melodías. Le cantan a 'los sentimientos que se quedan, a los sueños que perduran'. Celebrancon sus líricas la humanidad... Esa que en otros países ha quedado relegada, pero en Cuba desde una tarima en la Fábrica de Arte Cubano, se prometen 'sonrisas que no cobran nada' y se rechazan 'patrias de mercado'.

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