Las elecciones se endurecen en la India
Las elecciones generales se han endurecido conforme han avanzado en la India, donde enfilan mañana un nuevo tramo en medio de fuertes acusaciones contra el candidato favorito, el nacionalista hindú Narendra Modi.
La escalada se inició con reproches de los Gandhi, y ha proseguido con críticas de lideres regionales y musulmanes que reflejan el temor a que una victoria del hinduista Modi tense el estatus quo territorial y religioso en el país.
El detonante fue el reconocimiento por el aspirante del nacionalismo hindú de que está casado -desde 1968 y con una maestra a la que abandonó tras tres años de convivencia-, algo que había mantenido oculto y no figuraba en su biografía oficial.
Modi 'habla de respetar a las mujeres pero el nombre de su mujer no figuraba hasta ahora en ninguna parte', denunció Rahul Gandhi, cartel electoral de la organización política de la dinastía familiar, el gobernante y populista Partido del Congreso.
Fuentes de la formación de Modi, el Bharatiya Janata Party (BJP), tildaron la denuncia de 'juego sucio' por entrar en asuntos personales, lo que no impidió que a Rahul le relevara al poco su hermana Priyanka en la ofensiva contra el dirigente hinduista.
En una de sus poco habituales intervenciones públicas, la hermana mayor del heredero de los Gandhi acusó a Modi de 'repartir de tierras entre sus amigos' en el estado de Gujarat, donde la jefatura del Gobierno local lo ocupa el candidato del BJP.
La respuesta no se hizo esperar y portavoces del partido nacionalista hindú denunciaron que el marido de Priyanka, Robert Vadra, ha adquirido a su vez tierras en varios estados a precio de saldo gracias a la influencia de su familia política.
En vísperas de que mañana se celebre la séptima de las nueve rondas de votación -en un proceso que comenzó el pasado día 7 y concluirá el 12 de mayo-, al rifi-rafe se han sumado dirigentes regionales de carácter laico y aliados tradicionales del Congreso.
Tras ser acusada por Modi de 'romper los sueños del pueblo de Bengala', la jefa del Gobierno de ese estado oriental, Mamata Banerjee, aviso de que 'no necesitamos líderes religiosos y comunales que dividen a la gente y los territorios' de la India.
Mamata auguró que con Modi el país entraría en 'las tinieblas'.
Fuentes de su partido, el Trinamool Congress, calificaban en paralelo a Modi de 'carnicero' por su presunta implicación en la matanza de un millar de musulmanes en 2002 en Gujarat, y le acusaron de 'no ser capaz de hacerse cargo ni de su propia mujer'.
Más delicado aún desde el punto de vista estratégico es el discurso que ha esgrimido Farooq Abdulla, patriarca de la familia que ha vertebrado la vida política en Cachemira, en el noroeste y única región de mayoría musulmana del gigante asiático.
Después de que portavoces del BJP apuntaran que quienes no votaran a Modi 'deberían irse a Pakistán' -que reclama la soberanía de la región-, Abdullah aseguró que quienes votaran al líder hinduista 'lo que deberían hacer es ahogarse en el mar'.
Abdulla fue algo más allá; 'Cachemira no formará parte en ningún caso de una India que no sea secular', advirtió.
Pero Modi no se arredró y en una sutil declaración de resonancias religiosas definió a los Abdulla como 'los pecadores de Cachemira', retomando las acusaciones vertidas contra esa familia, de ideología moderada, por los grupos armados islamistas que operan en la región.
Y que luchan por la secesión de Cachemira o su integración en Pakistán, rival histórico de la India en el Sur de Asia.