"El Covid me arrancó un pedazo de mi corazón".
Pareja de agentes de la Policía de Puerto Rico narra su angustia ante el contagio de todos los miembros de su familia y la muerte de su hijo de 16 años.
Cuando el Covid-19 llegó a la Isla en marzo pasado, este matrimonio nunca imaginó que afectaría a todo su núcleo familiar y mucho menos que el virus le arrebataría a su hijo más saludable.
Nélida De Jesús Andújar y Carlos Luis Santiago Colón son agentes de la Policía de Puerto Rico y se contagiaron en sus centros de trabajo. De inmediato, se contagió la mamá de Nélida, que cuidaba a los hijos, y rápidamente los cuatro hijos: Karlos Gabriel, de 18 años, Angel José, de 16, Lester Mathew, de 14, y Karelys Ettiam, de 10.
“El Covid me arrancó un pedazo de mi corazón. El Covid existe. El niño lo teníamos agarrado y no hubo break, se lo llevó. Nos llevó al niño más saludable, al niño que no se supone que le pasara eso”, dijo su padre en entrevista digital con NotiCel desde su residencia en Salinas. Y es que Angel José es el único de sus hermanos que no padecía ni de asma ni de otras condiciones médicas que le hicieran particularmente vulnerable al Covid-19.
Nélida, su esposa, narró cómo su familia fue infectándose mientras los días se convertían en cada vez más grises.
“Mi niño tenía 16 añitos. Desde agosto del 2020 mi esposo dio positivo al Covid. Siete miembros de la familia, incluyendo a mi mamá, fueron infectados. Lamentablemente tres de los siete miembros me caen en el hospital. Dos los tengo conmigo pero ya no tengo a mi niño. Ya hoy son tres meses de su partida, o de su mudanza al cielo”, expresó.
El padre prácticamente no tuvo síntomas aunque experimentó ardor en las fosas nasales y algo de debilidad. Nélida sufrió de fiebre, dolor de cuerpo- sobretodo en las costilas-, pérdida de gusto y cansancio. En ese proceso tuvo que sacar fuerzas donde no las tenía porque, según dijo, “mis hijos iban poco a poco cayendo y saqué fuerzas de madre”.
Karlos Gabriel, el hijo mayor, requirió de hospitalización por ser paciente asmático. Lester Mathew experimentó fiebre de 41 grados, dolor de cuerpo y los ojos “como si tuviera sangre en los ojios”. La pequeña Karelys Ettiam tuvo síntomas similares a los de su padre.
Angel José fue el último en infectarse, y experimentó diarreas, vómitos, fiebre de 42 grados, pérdida de gusto y dificultad respiratoria, como su abuela. Ambos fueron ingresados el mismo día a la unidad de cuidado intensivo. La mamá logró salir de intensivo luego de recibir el plasma de Carlos Luis, con quien era compatible por su tipo de sangre B+.
El joven estuvo 57 días conectado a un ventilador luchando por su vida entre los hospitales Menonita en Cayey, Hospital Pediátrico y el Centro Cardiovascular. A los vente y tantos días, el niño finalmente dio negativo al Covid-19, pero ya el daño había sido demasiado para su cuerpo y sus pulmones y la sedación, equivalente a la de diez personas, ya había hecho su parte.
“Fueron dos meses que veíamos todo gris. Dos meses que dependíamos de una llamada para que nos dieran estatus hasta que cayó en el Pediátrico y allá se inventaron una tablet para conectarnos por zoom. El estaba ya entubado y no podíamos interactuar con él pero nos lo enseñaban, a veces subía los ritmos cardiacos y eso le gustaba a los médicos porque estaba reaccionado a nuestra voz. Sinceramente estamos de pie por obra y gracia de Dios”, manifestó el padre.
Cuando finalmente tuvieron acceso físico a Angel José, tanto la iglesia como la comunidad se organizaron para diariamente llevarlos y traerlos al hospital. La cita era en punto a la 1:00pm. A las 11:00am, religiosamente, dos personas los recogían en Salinas para llevarlos donde su hijo. Y los compañeros policías de Carlos Luis, un teniente de la Unidad de Operaciones Conjuntas, “estuvieron aquí todo el tiempo”.
“Vivíamos para arrancar a las 11 por ahí pa’rriba con un rayo de esperanza”, expresó. Esa esperanza iba y venía de acuerdo a la respuesta de Angel José. Comenzó un tratamiento experimental pero ya era tarde. Sus pulmones comenzaron a llenarse de agua y después de varios paros cardiacos, Angel José falleció el 29 de octubre.
Era un niño “jodoncito”, confesó su madre, pero era alegre, les cocinaba y a su madre le preparaba el almuerzo para que se lo llevara a La Fortaleza, donde está asignada como agente. Jugaba voliból de liga, era fanático de la tecnología y aspiraba a ser Chef.
Esa vida se fue y mientras su familia lucha por superar la pérdida y continuar trabajando con sus otros tres hijos, miran con tristeza la cantidad de gente que no cumple con las normas de distanciamiento y de precaución contra el Covid-19.
“La gente no hace caso”, dijo Nélida. “Nos entristece ver las personas en la calle desafiando el virus. Nosotros perdimos a nuestro hijo a consecuencia de este virus. Yo veo tantas personas sin mascarilla. Es lamentable y duele”, agregó.
Precisamente ayer, de camino a la iglesia, Carlos Luis comentaba con su esposa la cantidad de personas que iban de camino a la playa con sus jet skis, sin protección.
El regreso a clases, de manera presencial, está en veremos para esta familia que ya perdió a un hijo.
“Lo que sucede es que tenemos mucho miedo.No todo el mundo se va a cuidar como corresponde. Yo dudo que eso pueda surgir”, dijo Nélida. El gobierno ha apuntado a una reapertura híbrida a partir de marzo, aunque de manera voluntaria.
“Mis hijos quieren volver específicamente por una materias, como las matemáticas, que se hacen difícil a distancia, pero ahora nosotros los vamos a cuidar más que lo que le cuidábamos antes”, sostuvo.
Y no es para menos.