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La Calle

Día del Amor tras las rejas

Más de cien confinadas cantaron y bailaron ayer en la Cárcel de Mujeres de Bayamón, aunque, se sabe, la procesión va por dentro.

Nio García durante su concierto en el Complejo de Rehabilitación de Mujeres de Bayamón.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

Ahí está la confinada Brenda Moya Barbosa, con su uniforme gris (mediana seguridad), sentada en la grada y acompañada por más de cien reclusas que, desatadas, corean y bailan el reguetón de Nio García, en el cierre ayer de un espectáculo en la Cárcel de Mujeres de Bayamón para celebrar el Día del Amor y la Amistad.

Moya Barbosa, de 37 años y oriunda de Añasco, quien no tiene colgado en su cuello un rosario como muchas otras de sus compañeras, luce feliz porque debió estar, como el resto de las confinadas, en su módulo contando las horas o realizando alguna actividad, porque no es día de visitas.

Aún no comienza la actividad, pero la mujer ya es ubicada por los guardias correccionales en la última fila del grupo de reclusas de mediana seguridad, aunque justo detrás de ella, dos niñas, las únicas menores de edad y que están aisladas del resto, se preparan para el show que vendrá.

Ironías: se escucha una canción de Bad Bunny ("Tití me preguntó") y frente a sus carceleros cantan a rabiar "yo quisiera enamorarme, pero no puedo, pero no puedo", así como otra del Conejo Malo ("Me porto bonito") que corean "si tú me lo pides, yo me porto bonito, me porto bonito".

Ya hay ambiente en la cancha de baloncesto de la prisión donde pasan sus días 239 reclusas de máxima (de uniforme azul) y mediana seguridad (gris), así como las de sentencia mínima (marrón) y las sumariadas (mostaza).

El comediante Emanuel “Keropi” Sánchez las hace reír, lo mismo que el youtuber Chente Ydrach, pero es el reguetonero Nio García el que logra el desenfreno: ya todas cantan e incluso una confinada se olvida de las normas del encierro y corre a plantarle un beso al cantante. Será el único, porque es sacada del lugar. Normas son normas dentro de una cárcel que no suele aceptar esos arrebatos.

Como todas, Moya Barbosa recibe una rosa y un chocolate, símbolos del Día de San Valentín, en medio de las canciones del artista, que se contorsiona, mueve su esqueleto y deleita a las reclusas, incluso a las de mayor edad, porque "las fanáticas son lo primero que tengo que atender, así que les traje hasta flores. Tengo que dar las gracias a estas muchachas que están aquí dentro, que son súper especiales, que en algún momento han escuchado mi música, la han apoyado".

Para la confinada, "es genial que hayan hecho esta actividad, para que se den cuenta de qué manera nosotras estamos. Para que nos traigan un poquito de felicidad, porque por lo menos ante la sociedad las que estamos en el Complejo de Rehabilitación para Mujeres quedamos mucho en el olvido. Espero que siga viniendo gente como Nio; que sigan trayendo más sorpresas para las mujeres y más actividades, porque honestamente eso nos ayuda a nosotras en la rehabilitación".

Brenda Moya Barbosa lleva desde 2014 presa y aún le restan 111 años de condena.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

El show fue una sorpresa, señala, y cuenta que "hemos pasado muchos años de San Valentín solas, sin regalos, sin nadie que nos diga 'feliz Día de la Amistad'. Honestamente, no es fácil vivir en el complejo. Fallamos ante la sociedad, pero no quiere decir que nos vamos a quedar delinquiendo toda la vida. O sea, muchas de nosotras nos rehabilitamos y nos sentimos tristes porque estamos lejos de la familia y los sobrinos crecen y no tenemos la oportunidad de estar con la familia y tan solo decir 'mami, feliz Día de San Valentín'. No tenemos ese privilegio".

Añade que "al pasar tanto tiempo aquí uno logra tener amigas. Aquí tengo muchas compañeras que considero mis amigas e incluso estamos en un grupo del programa de teatro correccional. Nosotras mismas atendemos a las mujeres y les damos charlas de prevención de suicidio, hacemos dinámicas, deportes, actividades y nos pasamos todas unidas, porque donde hay unión uno alcanza más cosas".

Pero revela, algo emocionada, que es su pareja "la que me ha ayudado a seguir hacia adelante, a cambiar mi vida, a ver la vida de otra manera, a seguir estudiando y gracias a ella estoy aquí de pie".

Rosas en la cárcel de mujeres de Bayamón.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

A unos pies de distancia de la confinada, la secretaria de Corrección, Ana Escobar Pabón, con un impecable vestido rosa, comenta que "es un día especial, un día de celebrar la amistad, en una iniciativa de nuestra contratistas Juliana Ortiz, que está con el proyecto Por amor al arte. Ella hizo esta coordinación y por qué no darle oportunidad a talentos de la industria de las artes y, en adición, que las confinadas pudieran tener su oportunidad de pasar un ratito diferente dentro de lo que son las cuatro paredes de una institución correccional".

Subraya que el esparcimiento de las reclusas "es sumamente necesario. Hay que mantener una población motivada, en control de sus sentimientos, con apoyo espiritual. Tenemos que estar buscando que alternativas y posibilidades pueden tener, para que la población se mantenga siempre en la disposición de aceptar los procesos de cambio, de aceptar participar en los tratamientos disponibles para ellas y darles esa oportunidad de hacer cosas diferentes, que no conllevan gastos extraordinarios para la agencia y permite la interacción entre la población".

Los equipos comienzan a desmontarse y algunas confinadas, según Moya Barbosa, "vamos a hacer unos bizcochitos y otras cositas, de lo poquito que compramos en la comisaría".

Nio García posa para una foto junto a las confinadas del Complejo Correccional de Mujeres en Bayamón.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

El día sigue su curso, implacable para esta reclusa que en junio de 2014, cuando apenas tenía 28 años, fue sentenciada a 138 años de cárcel por el asesinato de su abuelo, el excatedrático Jaime Moya Quintana, reportado en noviembre de 2013.

Paga una pena interminable por querer obligar a su abuelo a firmar un cheque por $800 para el pago de una deuda por drogas que tenía junto a otros jóvenes. Pero el anciano se negó, tras lo cual fue secuestrado y asesinado por su nieta, que le propinó más de cien heridas punzantes en el cuello y corazón, porque, reclamó entonces, el hombre había abusado sexualmente de ella cuando era una niña.

"Hoy ya tengo una condena de 111 años, pero apenas llevo nueve", dice inconmovible la reclusa en una procesión que, de seguro, va por dentro.

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