Ahogada en llanto Ana Cacho rememora la muerte de Lorenzo
El grito de '¡Mami!' de su hija de cinco años hizo que Ana Cacho se levantara aquella madrugada del 9 de marzo de 2010 y bajara por las escaleras hacia el cuarto donde dormía su hijo Lorenzo González Cacho. 'Mami, Lorenzo me llenó de sangre el pelo', le dijo la niña.
Cuando entró al cuarto de luz tenue, divisó a Lorenzo, que yacía en posición fetal en la cama, en el centro de un charco de sangre. Cuando lo agarró, el niño de ocho años emitió un suspiro. Esa fue su única reacción. Cargó a su hijo en brazos y en su carro, con el niño en la falda y sus otras dos hijas en el asiento trasero, guió hasta el Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT) más cercano.
Ese fue parte del relato con el que testificó Ana Cacho ahogada en llanto ante el juez Carlos Salgado Schwarz durante el primer día de la vista preliminar contra Luis Gustavo Rivera Seijo, apodado 'El Manco', a quien se le imputa el crimen que acabó con la vida del niño Lorenzo.
Con la voz quebrada, a veces ininteligible, Cacho se trasladó a aquella madrugada ante los ojos de una audiencia integrada por miembros de la prensa, abogados de defensa, fiscales, y el propio Rivera Seijo, sin barba, con el cabello corto, de uniforme mostaza, que la observada con detenimiento luego de casi haberse quedado dormido en los testimonios anteriores.
Pasadas las cinco de la madrugada, Cacho llegó descalza al CDT de Dorado. En su brazo izquierdo, sostenía a su hijo Lorenzo González Cacho - la sangre le chorreaba de las heridas de su rostro y su tabique abierto – y con su pierna pateó la puerta para que le abrieran. Sus otras dos hijas se quedaron en el carro.
'Gritaba ‘se cayó, se cayó, se cayó', no sabía lo que pasaba. Pensé que se había caído de la cama. Fue la impresión que tuve por un incidente que habíamos tenido cuatro años antes que él se había caído de la cama [y] le cogieron puntos', explicó.
A preguntas de Fiscalía, Cacho narró todo lo que hizo durante el día 8 de marzo previo al incidente que aún no se ha resuelto en seis años de investigación.
Por la mañana, despidió a sus hijos en casa de su madre en Bayamón, salió a trabajar al Sheraton Convention Center, de ahí se juntó con Jesús Genaro Camacho – quien en un momento figuró en la lista de personas de interés del caso pero a quien luego se le descartó – con quien en ese momento sostenía una relación, salieron juntos a comer pizza, y luego regresó camino a su residencia en Dorado del Mar donde los niños estaban bajo la supervisión de Gisela, quien durante los últimos cuatro años, los había cuidado esporádicamente.
Antes de llegar a su residencia, señaló Cacho, se topó con su exesposo Ahmed Ali González, padre de Lorenzo, en una gasolinera. A este le advirtió que tenía que avisarle antes de acudir a visitar a los niños. Para evitar problemas, dijo, decidió no bajarse en la gasolinera y siguió hacia su residencia en Dorado del Mar.
Ya dentro, prosiguió su testimonio, mandó a su hijo Lorenzo a bañarse, quien había quedado rezagado por unas asignaciones. Luego se sentó con él a trabajarlas. Cuando relató ese momento fue que se le quebró a Cacho la voz por primera vez ante el Tribunal. Lo halló dormido encima de la libreta y decidió acostarlo en la cama en el dormitorio de su hermana menor.
Luego recibió la visita de William Marrero, a quien conocía desde hacía veinte años, con quien compartió durante una hora en su habitación, y luego se retiró a dormir hasta que escuchó, según su relato, la voz de alerta de su hija.
Este fue el principio de su testimonio que continuará el miércoles en la tarde, durante el segundo día de vista preliminar. Las lágrimas sostenidas, que provocaron el llanto en varios integrantes de la audiencia, no conmovieron al abogado de defensa Mario Moczó, quien lo afirmó así en un aparte con la prensa.
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