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La Calle

Terrible testimonio de menor sobreviviente de la masacre de Guaynabo

Le toman el juramento a Ángel Ortiz Uceda, 14 años de edad, noveno grado en la escuela, y único sobreviviente de la masacre familiar en Guaynabo, el trágico incidente ocurrido en noviembre del año pasado en la Urbanización Los Frailes, que terminó con la vida de su padre, su madre, su abuela materna y su hermano.

'El día 17 de noviembre de 2014 era el cumpleaños de mi hermano. Estuvimos en casa y Christopher Sánchez iba a venir a pagar la renta. Cuando él vino a pagar la renta, él y mis padres fueron a la sala a hablar y yo me quedé en la escalera', inicia así el testimonio del joven, a través de circuito cerrado.

Christopher Sánchez Asencio está en la sala, las manos cruzadas sobre la superficie del escritorio, las esposas agarradas a los tobillos sobre sus tenis blancos. Es uno de los dos acusados de los asesinatos junto a José Luis Bosch Mulero.

El jurado está en sus asientos, 10 mujeres, 4 hombres. En la pantalla, se proyecta al niño, que relata su versión de los hechos, en la que más tarde vinculará a Sánchez Asencioa varios intentos de asesinato - de su relato se desprende que Christopher lo laceró con un cuchillo y lo empujó de un puente - así como al asesinato de su hermano - ' escucho un tiro y abro los ojos y veo a mi hermano que estaba en el piso muerto… En ese momento, Christopher estaba detrás de mí con la pistola silver'.

Su relato comienza así. Aquella noche, la abuela del niño, Clementina Ciriaco López estaba durmiendo en uno de los cuartos de la casa. Ángel y su hermano Michael Ortiz Uceda, que cumplía 15 años, jugaban tenis en el cuarto de videojuegos.

'Escuché a mi padre decir: Chico, please, no hagas esto, por favor', recuerda. El niño acudió a la puerta y entonces vio a un hombre grande, con pelo largo, que tenía un bini en la cabeza, apuntando una pistola grande y negra que sujetaba con las dos manos, directo a su padre, Miguel Ortiz Díaz.

'El hombre grande', como llamó al intruso de la casa, ordenó a todos a acostarse en el piso, y todos así lo hicieron, incluido Christopher. Ordenó que le entregaran celulares, dinero, o joyería que tuvieran encima. 'Le dimos nuestros celulares, mi padre le dio su billetera y Christopher no le dio nada', rememora Ángel.

Según el testimonio del niño, el hombre grande ordenó a su padre que se levantara y ambos salieron de la sala. Buscaron sogas y cinta adhesiva.

'Después escucho a mi padre tratar de hablar, pero algo le estaba cubriendo la boca. Después de eso escucho un tiro. Yo estaba asustado ya, mi madre estaba rezando, estábamos todo aguantándonos las manos. Después el hombre grande vuelve para nosotros y nos dice que nos paremos y lo persigamos. Vamos para la sala… A la derecha estaba mi abuela parada y a la izquierda había un montón de sangre en el piso. Yo decidí no mirar a la izquierda', dice.

Según el niño, los ordenaron a arrodillarse a los cuatro. 'Tenía mucho miedo, pensaba que iba a morir. Ya yo me había rendido', recuerda con la mirada fija en Fiscalía, la corbata de rayas en el cuello, la chaqueta, la voz de niño. Dos disparos bastaron para que su madre cayera encima de él cubierta de sangre, y su abuela también cayera al piso, envuelta en sangre. Su hermano gritaba en llanto: 'Por qué'. El sonido de un click, click, 'como si una pistola le hubieran quitado las palabras o se hubiese dañado', detuvo la acción.

Los dos visitantes - el hombre grande, con una pistola grande, negra, yChristophercon una pequeña, plateada - ordenaron a los niños, cubiertos de sangre, que se limpiaran y los llevaron a una guagua grande, desde la que emprendieron un recorrido por el área, por Levittown, por bares y casas, por la urbanización Versalles donde vivía alquilado Christopher en una casa propiedad de Miguel Ortiz, 'dando vueltas' en busca, según Ángel, de una calle sin salida.

'Estaba muy oscuro, no pude ver mucho, yo sé que llegamos a una calle sin salida… Christopher sale del carro, abre mi puerta y me dice que salga, yo salgo y después mi hermano, nos dijeron 'arrodíllense'… me recuerdo que mi hermano estaba a mi derecha, y yo a la izquierda… Me cubro los oídos, escucho un tiro y abro los ojos y veo a mi hermano que estaba en el piso muerto… Me quedé asustado, y después escucho un click, click, otra vez como que la pistola estaba vacía o dañada… En ese momento, Christopher estaba detrás de mí con la pistola silver, el hombre grande estaba en el carro', narra.

Cuenta el niño que Christopher le ordenó que se parara y lo guió luego por un camino, en que subieron cuestas, pisaron fango. 'Veo que Christopher tenía un cuchillo y no me recuerdo dónde estaba el hombre grande… Le dijo que no me mate con un cuchillo, por favor, que si me va a matar no quiero que me duela. Me dijo que me calle y que me acueste', continúa el relato.

En la sala, Christopher mira la pantalla. El abogado de defensa Orlando Cameron Gordon y las fiscales Janet Parra y María de Mar Ortiz, que dirigen la primera sesión de preguntas al niño, están los tres en la sala contigua con el menor.

El menor sigue narrando con detalles los hechos. Recuerda el cuchillo con el que, según él, Christopher le puyó la parte de atrás del cuello, que le cortó la mano – y señala la palma de su mano –. Recuerda intentar causar pena en su posible verdugo, decirle que su hermano cumplía años ese mismo día, que era un buen hermano. 'Lo siento, ustedes no tuvieron nada que ver con esto', repite las palabras que supuestamente le dijo en ese momento Christopher.

Según el relato, luego de un intercambio de palabras lejanas entre Christopher y el hombre grande, regresaron para intentar ahorcarlo, con un jacket amarrado a su cuello que halaba 'el hombre grande'.

'El hombre grande me agarró la cabeza, una mano en la barbilla, otra detrás de la cabeza… Christopher estaba al frente de mí, se había sacado el jacket, y lo puso debajo de mi cabeza… trata de estrillarme el cuello… esa vez me dolió más… él dijo ‘no puedo hacer esto' - el hombre grande -, y Christopher se alejó con el hombre grande y empezaron a murmurar como peleando. Yo estaba sentado en el piso, en el fango, quieto', prosigue.

Entonces, apareció un puente. El niño intentó escapar, pero Christopher lo alcanzó. 'Siento como si recibiera un puño en la nariz. Empecé a sangrar mucho y me dijo ‘no manches el carro'. Me aguanté la sangre con la camisa blanca', narra.

El niño rememora las numerosas veces en que intentó escapar de sus enemigos o incriminarlos. Intentó hacerse el muerto cuando, según él, intentaron romperle el cuello, y luego, a propósito, dejo un rastro de sangre con su dedo sobre el asiento posterior de la guagua grande que guiaban. 'Porque yo sé que pueden coger ADN de mi sangre', comparte.

Entonces llegaron al borde del puente. El relato del niño sigue así: Christopher abrió la puerta, lo sacó del carro, juntos se fueron al borde del puente y le ordenó que se trepara encima del muro. Ángel así lo hizo, temblando, miró hacia abajo, pero todo estaba oscuro. 'La única persona que estaba al lado mío era Christopher, siento que algo me empuja', cuenta, y entonces cayó.

Desde abajo, aguantó el grito que le provocaba una sensación de quemadura en su espalda, y se escondió entre las plantas altas 'por si Christopher y el hombre grande estaban mirando al puente'. Emprendió su camino, agachado, hasta llegar a la carretera, en busca de un carro pequeño – se escondía de las guaguas grandes – que lo ayudara. 'Todos los carros que pasaron no me ayudaron ninguno, ni pararon', dice.

Siguió la marcha, caminando por una cuesta, tomando salidas, hasta que llegó a 'un montón de casas'. Fue ahí que se topó con el lugar donde vivía

Luis Armando Alomar Rodríguez, quien alertó enseguida a la Policía al ver al niño abandonado, gritando, pidiendo ayuda.

Entonces, llegó la Uniformada, que escuchó el relato del niño y lo trasladó al hospital, donde solo le encontraron la nariz fracturada y las piernas llenas de grandes picadas de hormiga.

En el contrainterrogatorio liderado por el licenciado Cameron Gordon, el menor corrobora su relato completo. El abogado de defensa hace hincapié en tres instancias: en que el testigo no vio que Sánchez Asencio entrara con pistola o cuchillo a la casa, que el niño no vio quién lo empujó del puente y que el ahora acusado, en un momento dado esa noche, le dijo al niño antes de alegadamente arrojarlo por el puente, que 'no quería hacer eso'.

Finalizan las preguntas y el menor pasa a sala para identificar al acusado. Con su traje de chaqueta azul oscuro y el rostro serio, severo, Ortiz Uceda se sienta por un momento en la silla de testigos.

'Ves en la sala a Christopher Sánchez Asencio?', pregunta la fiscal Parra Mercado. 'Sí', responde el joven. 'Dónde?', pregunta. 'A mi izquierda', asegura el sobreviviente y señala la silla en la que está sentado el acusado que le devuelve la mirada.

(Archivo/NotiCel)
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