Primer testigo revive odisea de sobreviviente en masacre de Guaynabo
Es lunes en la tarde el juicio por jurado de Christopher Sánchez Asencio, uno de los acusados por los asesinatos de la masacre de Guaynabo, comienza su desfile de prueba con el testimonio de un ciudadano.
Luis Armando Alomar Rodríguez, empleado municipal de Guaynabo, residente de dicho pueblo por 58 años, es el hombre que alrededor de las 3 de la mañana el 18 de noviembre de 2014, escuchó una voz pidiendo ayuda al frente de su residencia.
'Me asomo por la ventana, no veo a nadie pero al mirar hacia la izquierda veo una sombra que baja… en la carretera subía un niño, cojeaba, pedía ayuda, me quedé perplejo mirándolo… se dirigió nuevamente para la residencia mía, donde yo estaba. Lo veo golpeado, sangraba, todo sucio, le dije a mi esposa que llamara a la Policía. Me dijo: 'mataron a papi, a mami, y a mi abuela, a mi hermano y a mí nos secuestraron y mi hermano está muerto allá atrás', relata Alomar Rodríguez con la voz a veces quebrada.
Según el testigo, cuando le preguntó 'quién te hizo esto', la respuesta del niño de 13 años fue 'Christopher Sánchez'. 'Wow, se sabe el nombre', cuenta Alomar Rodríguez que le cruzó la mente en aquel momento. Sánchez Asencio descansa su cabeza en la mano izquierda y mira con detenimiento al estrado, a donde en ese momento se acerca el abogado de defensa, Orlando Cameron Gordon–luego de decir 'Yo tengo reparo'– junto a fiscalía.
'A mí me dispararon pero se quedaron sin balas, y me montaron en la guagua, con un cuchillo y yo me traté de tapar para que no me cortaran, y me alzaron y me tiraron por un puente', algo así le relató el niño aquella madrugada, recuerda Alomar Rodríguez. Cuando llegaron los guardias, el niño les repitió el nombre de Christopher Sánchez, prosiguió su versión Alomar Rodríguez.
Sánchez Asencio lo mira con los ojos bien abiertos, semblante serio. 'La policía lo siguió entrevistando, lo curaron… [al final] me dijo gracias…', el resto de la frase no se escucha en la sala de juicio. Alomar Rodríguez se echa a llorar, y saca un pañuelo para secarse las lágrimas.
'Se pretende traer prueba ante ustedes que demuestre que allá para el 17 de noviembre y 18 de noviembre en la urbanización Parque de los Frailes, se cometieron los asesinatos de una familia y para eso vamos a traer prueba de que Christopher Sánchez Asencio conspiró y planificó llegar a esa casa a cometer un robo y dar muerte a los miembros de la familia', dice la fiscal Janet Parra a los miembros del jurado en su informe inicial.
Alude a las armas de fuego, al cuchillo con que alegadamente laceraron al padre de la familia, al secuestro de los dos niños, a quienes condujeron hasta el Barrio Guaraguao, la muerte de uno de ellos, al robo posterior de cámaras de seguridad de la familia y videojuegos de los niños, a la desaparición de evidencia en alcantarillas y en terrenos baldíos. Y al único sobreviviente de la masacre.
'En esas mismas circunstancias, también le apuntaron y dispararon a Ángel Ortiz Uceda, otro de los menores. Con un cuchillo trataron de cortarlo, con las manos trataron de romper su cuello, [para luego] lanzarlo por un puente de más de 42 pies de alto. A pesar de sus intentos, no lograron su cometido de quitarle la vida a Ángel', continúa Parra.
A las 10:30 de la mañana entra Christopher Sánchez Asencio silencioso y esposado a la sala 704 del Centro Judicial de Bayamón. Camisa amarilla, mahones oscuros, tenis blancos. El pelo bien peinado, mucho gel. Afeitado. Se sienta y sostiene la mirada hacia el estrado, desde donde la jueza Vivian Durieux Rodríguez le habla a las partes.
Sánchez Asencio es, junto a José Luis Bosch Mulero, uno de los acusados por los asesinatos de lo que se conoció en el país como la Masacre de Guaynabo, un violento suceso que ultimó la vida de cuatro miembros de una familia en su residencia.
De un lado de la sala, se encuentran las fiscales Parra y María del Mar Ortiz, con cajas repletas de expedientes con declaraciones juradas, con notas de agentes, de documentos producidos, informes médicos forenses. Del otro, está el abogado de defensaCameron Gordon junto a Sánchez Asencio, quien no cesa de mover las manos.
A las 10:54 de la mañana, entran los miembros del jurado, cada uno con un número en su solapa. Son catorce, diez mujeres y cuatro hombres. El proceso para elegirlos comenzó en abril pasado y enfrentó escollos en la búsqueda de personas imparciales que carecieran de una postura definida en cuanto a este caso, que se difundió plenamente en los medios.
La jueza lee las instrucciones al jurado, que estén alertas y notifiquen cualquier influencia indebida, que se mantengan al margen de periódicos y de entes que puedan moldear su opinión, que solo se enfoquen en los méritos de las pruebas presentadas por Fiscalía, en los testimonios, que no se dejen llevar por la piedad, que tengan bien presente la presunción de inocencia del sistema de ley puertorriqueño.
'La ley presume que el acusado Christopher Sánchez Asencio es inocente…a no ser que se le pruebe lo contrario', lee la jueza al jurado. El joven de 28 años tiene la vista clavada en la superficie del escritorio.
Pasan a leer todos los cargos en su contra, abriendo una a una las carpetas rosas que se amontonan en el escritorio. La lectura toma más de 20 minutos. Son cuatro cargos por asesinato en primer grado, cargos por tentativa de asesinato, por infracciones a la Ley de Armas, por secuestro agravado, por robo, por agresión agravada, por conspiración y destrucción de prueba. Sánchez Asencio se enfrenta a cuatro cadenas perpetuas.
En el jurado, los semblantes cada vez están más serios. Asencio escucha los relatos contenidos en las acusaciones en su contra, acusaciones que el Ministerio Público debe probar más allá de toda duda razonable.
Escucha la lectura: que agredió brutalmente a un menor de trece años y lo arrojó por un puente creyéndolo muerto, que antes de eso había asesinado a cuatro miembros de la familia del pequeño en la urbanización Parque de Los Frailes en Guayabo, a su padre Miguel Ortiz Díaz, su madre Carmita Uceda Ciriaco, su abuela Clementina Ciriaco López y su hermano Michael Ortiz Uceda, que ese mismo día cumplía 15 años. Sus ojos parpadean, a veces su abogado le dice unas palabras al oído, entrecruza sus dedos. Pero su rostro no cambia. Se mantiene impávido.
Sánchez Asencio se declara no culpable de todos los delitos, dice el abogado de defensa, como es habitual. Es deber del Ministerio Público probar lo contrario. Para ello, comienza el desfile de prueba. Investigadores forenses, agentes de la policía municipal de Guaynabo, de Bayamón y de la policía estatal, y demás ciudadanos, conforman la lista de testigos que el Ministerio pone a disposición de la Defensa. Sánchez Asencio se come las uñas.