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Jueves 15 de diciembre de 2011 – La unión permanente de las naciones de la Hispanidad

Un día como hoy, hace 80 años, Ramiro de Maeztu comenzó hablando de Puerto Rico al esgrimir su defensa de 'La Hispanidad' como 'unión permanente', entre las naciones iberoamericanas. Al evocar a la Nación de Puerto Rico, hizo referencia a la unión permanente entre las naciones iberoamericanas y expuso que ésta es una noción que va más allá de las leyes y la geopolítica. Por lo tanto, según Maeztu, la 'unión permanente' entre las naciones de La Hispanidad no debía confundirse con la mera solidaridad coyuntural:

'Todos los pueblos de la Hispanidad fueron gobernados por los mismos Monarcas desde 1580, año de la anexión de Portugal, hasta 1640, fecha de su separación, y antes y después por las dos monarquías peninsulares, desde los años de los descubrimientos hasta la separación de los pueblos de América. ... Todos aquellos conservan un sentimiento de unidad, que no consiste tan sólo en hablar la misma lengua o en la comunidad del origen histórico, ni se expresa adecuadamente diciendo que es de solidaridad, porque por solidaridad entiende el diccionario de la Academia, una adhesión circunstancial a la causa de otros, y aquí no se trata de una adhesión circunstancial, sino permanente.

No exageremos, sin embargo, la medida de la unidad. Pero es un hecho que un Embajador de España no se siente tan extraño en Buenos Aires como en Río Janeiro, ni en Río Janeiro como en Londres, ni en Londres como en Tokío. Es también un hecho que no podrá desembarcar un pelotón de infantería de marina norteamericana en Nicaragua, sin que se lastime el patriotismo de la Argentina y del Perú, de Méjico y de España, y aún también el de Brasil y Portugal. No sólo esto. El mero deseo de un político norteamericano, Mr. William G. McAdoo, de que la Gran Bretaña y Francia transfieran a los Estados Unidos, para pago de sus deudas de guerra, sus posesiones en las Indias occidentales y las Guayanas inglesa y francesa, basta para que dé la voz de alarma un periódico tan saturado de patriotismo argentino como La Prensa, de Buenos Aires, que proclama (18 de noviembre, 1931), que todos los pueblos hispanoamericanos abogan por la independencia de Puerto Rico, el retiro de tropas de Nicaragua y Haití, la reforma de la enmienda Platt y el (rechazo), como doctrina, del enunciado de (la Doctrina) Monroe.'

Fue, precisamente dicha unión permanente entre 'La Hispanidad' que condujo al Premio Príncipe de Asturias 1991 que recibió Puerto Rico hace 20 años por la defensa del español como nuestro idioma nacional.

Hoy, en ocasión del 220 aniversario de la aprobación de la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, vale tener presente como la propia Historia de Estados Unidos y de nuestra Hispanoamérica (Nuestra América Total), constituye vívido ejemplo de que la Nación puertorriquña tiene el derecho a no ser intervenida a la hora de conducir sus propios destinos independientemente de que el Congreso de Estados Unidos no parezca estar dispuesto a variar su política de invocar la Cláusula Territorial de la Constitución de EE.UU. para reclamar poderes plenarios sobre Puerto Rico:

'El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.' (Primera Enmienda, Constitución de EE.UU., aprobada el 15 de diciembre de 1791)

Así pues, tengamos presente que el consenso internacional ha reconocido, por vía de la UNESCO y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que:

'... Por tal razón, hoy es más urgente que nunca estrechar la colaboración entre las naciones, garantizar el respeto al derecho de los demás y asegurar el ejercicio de las libertades fundamentales del hombre y de los pueblos y de su derecho a la autodeterminación. Más que nunca es urgente erigir en la mente de cada individuo esos 'baluartes de la paz' que, como afirma la Constitución de la UNESCO, pueden construirse principalmente a través de la educación, la ciencia y la cultura. ...

La afirmación de la identidad cultural contribuye, por ello, a la liberación de los pueblos. Por el contrario, cualquier forma de dominación niega o deteriora dicha identidad.

La identidad cultural es una riqueza que dinamiza las posibilidades de realización de la especie humana, al movilizar a cada pueblo y a cada grupo para nutrirse de su pasado y acoger los aportes externos compatibles con su idiosincrasia y continuar así el proceso de su propia creación. ...'

-UNESCO, Declaración de México (1982)

Para más información histórica, sigue a Hans Perl Matanzo y a Ana Gabriela González Oliva en Rico Puerto Rico.