Blumen Presidente, mejor aún, gobernador
Su campaña ha desbordado de anuncios políticos los medios de comunicación en Estados Unidos y Puerto Rico durante más de un mes.
Gastar cientos de miles de dólares en una ínsula caribeña, en una campaña para una precandidatura a un cargo por el cual no se vota, pareciera alucinante si no supiésemos que hay mucho de estrategia en esa movida.
El candidato busca ganar en Puerto Rico --donde no tiene ningún significado-- para pescar votos entre los votantes puertorriqueños en Estados Unidos. Sus anuncios adaptados a Puerto Rico contienen una larga lista de promesas políticas donde se asegura que el candidato solucionará desde la presidencia de los Estados Unidos todos los problemas presentes y futuros de Puerto Rico.
Es tan fuerte y repetitiva la campaña del exalcalde neoyorquino que si se lanzara write-in para Gobernador de Puerto Rico, tendría una buena oportunidad de salir. La ingenuidad o la candidez de muchos electores, particularmente anexionistas, haría que prefiriesen a un americano de verdad que a cualquiera de los dos americanos postizos que se disputan la candidatura a la gobernación del Partido Nuevo Progresista (PNP).
Además, el dinero lo puede casi todo en materia de campañas políticas, puede fabricar candidatos, hacerle creer casi cualquier cosa a los más despistados, y puede crear tanto magnetismo, que quién sabe si los anexionistas y algunos populistos, se vacían en ese candidato caído del cielo. Este candidato de por sí tanto cree que las elecciones se compran con billetes --de eso lo acusa, otro, Bernie Sanders- que separó mil millones de dólares de su propio bolsillo para intentar conseguir la nominación demócrata a la Presidencia e intentar derrotar a Donald Trump en los comicios de noviembre.
El muchas veces mil millonario --al menos 61.9 veces según Forbes-- sabe bien que la presidencia de los Estados Unidos está a la venta para el mejor postor, trátese de un individuo o de un grupo de influenciadores. Él apuesta a su fortuna y está dispuesto a invertir, pues después de todo la democracia estadounidense trata de eso mismo, de pujar. Quien más puje e invierta más, tiene mayores seguridades de ganar. Después del caso de Citizens United esa verdad lo es también para el mundo corporativo y de otras personas jurídicas
Blumen --nombre criollizado del candidato, que refería a una prenda interior femenina-- prevalecerá sin duda en Puerto Rico. Se abrazó a la estadidad de boquilla y permitió que Pedro Pierluisi se la agarrara de la capa -- como en el chiste de Superman-- para completar el truco.
A fuerza de billetazos, se pretende proyectar ante el mercado de electores “latinos” como alguien que los representa de veras. Con mucho maquillaje, masaje y un español masticado proyectará empatía. En un país como Puerto Rico estigmatizado por Trump, otro estadounidense que proyecte tener modales y ser “el good vs el ugly american”, es una virtual línea. Atrás habrán quedado sus nudos gordianos validando la detención y registro dirigidos a los más pobres, negros y latinoamericanos, y los arrebatos de prepotencia que suelen afectar a tantos multimillonarios.
En Puerto Rico harán fila los buscones influencistas para ver cuál teta de la ubre federal agarran. Unos apostarán a Trump y otros al muchas veces más rico que Trump.
Hay mucho de prostitución en esto de querer comprar una candidatura y una presidencia por la fuerza del billete. Hace ciento cincuenta años que ese prostíbulo electoral estadounidense ha estado abierto al gran capital que apenas sin excepciones, ha salido victorioso.
Quizás por ello --por ser emblemático de esta degeneración política-- el nombre que se da a cierto tipo de lencería, ropa interior de mujer mucho más común en otros tiempos, le caiga mejor al precandidato a Presidente que su propio consonante apellido.
Porque el Blumen se las ha traído. Al igual que Trump, ha tenido que transigir secretamente pleitos a causa de su bajuno concepto y tratamiento a la mujer. Y de seguro, se revelarán en los próximos meses algunos otros pecados de la prepotencia, que claramente ni Doña Elizabeth Warren, ni Don Bernie Sanders dejarán que pasen por lo bajo.
Reitero, una cosa sí está clarísima, si se tira write-in para Gobernador de Puerto Rico podría salir. Hará falta sin embargo, que unos cuantos soplapotes a sueldo --porque así es la cosa allá-- no solo lo respalden, sino que monten un comité de campaña, que le dé la vuelta a Puerto Rico aunque sea con un maniquí que mueva los brazos y salude. Lo otro será el diluvio de anuncios, las declaraciones de sus portavoces, las redes sociales inundadas, y el “Soy Michael Bloomberg y apruebo este mensaje”, acompañado de un “Nací en Massachusetts, pero fui alcalde de New York”.
*El autor es doctor, abogado, profesor y estudioso de los procesos legislativos y reglamentarios. Fue asesor y luego portavoz del PIP en la Cámara durante 24 años.