Las corruptas lecciones de Trump
{'url':'https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1166723477879087104','author_name':'Donald J. Trump','author_url':'https://twitter.com/realDonaldTrump','html':'lt;blockquote class='twitter-tweet'gt;lt;p lang='en' dir='ltr'gt;Puerto Rico is one of the most corrupt places on earth. Their political system is broken and their politicians are either Incompetent or Corrupt. Congress approved Billions of Dollars last time, more than anyplace else has ever gotten, and it is sent to Crooked Pols. No good!....lt;/pgt;— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) lt;a href='https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1166723477879087104?ref_src=twsrc%5Etfw'gt;August 28, 2019lt;/agt;lt;/blockquotegt;\nlt;script async src='https://platform.twitter.com/widgets.js' charset='utf-8'gt;lt;/scriptgt;\n','width':550,'height':null,'type':'rich','cache_age':'3153600000','provider_name':'Twitter','provider_url':'https://twitter.com','version':'1.0'}
Puerto Rico es uno de los lugares más corruptos del mundo. Su sistema político está roto y sus políticos son Incompetentes o corruptos' Donald Trump
Introducción
Donald Trump preside un gobierno cuyo sistema corrupto retiene como colonia a una nación caribeña desde hace 121 años. Que el colonialismo corrompe a la potencia interventora y al propio pueblo colonizado es un hecho más que demostrado históricamente.
Los mecanismos de opresión, represión, inferiorización política, discrimen, doble vara moral, explotación, menoscabo de la identidad, suplantación del modo de vida y cosificación de la persona y de la dignidad de 'los colonizados', son sólo una pequeña parte del poderoso arsenal de la conquista.
Si es que Puerto Rico es uno de los lugares más corruptos del mundo. Su sistema político está roto y sus políticos son Incompetentes o Corruptos', como afirmó Trump, ello habla del engendro colonial que los Estados Unidos ha criado, nutrido, tolerado y sostenido a imagen y semejanza suyas.
El sistema político y jurídico estadounidense sostiene una de las estructuras más corruptas del planeta la cual ha propagado con asombrosa eficiencia. Disfrazado de 'democracia', ese sistema ha erigido al Mercado y sus manos visibles o invisibilizadas en el instrumento de la más salvaje destrucción del medioambiente planetario y del más brutal desigualamiento entre los que son inmensamente ricos y el resto de la Humanidad.
En el casino de sus Bolsas, aseguradoras, banca y en la sumatoria de su sistema especulador, se baraja la vida misma de cientos de millones de personas, si no es la de miles de millones de seres humanos, y se archivan como trastes valores que le dan significado a la vida, como lo son la generosidad, la solidaridad, el amor por la naturaleza y el prójimo, la bondad y el altruismo. Por contraste, la mayor parte de los estadounidenses son personas buenas que viajan a la deriva en una enorme embarcación —Estados Unidos— donde el egoísmo, el individualismo y la depredación 'se mercadean mediáticamente' con tal intensidad, que en ocasiones los antivalores pueden prevalecer sobre los valores, y el espectáculo sobre la razón, la sensibilidad y la dignidad humanas.
Puerto Rico Y Estados Unidos
En la punta final del rabo de ese animal salvaje que devora al mundo —el sistema neoliberal estadounidense, su Mercado-Estado— está la colonia Puerto Rico. Que el presidente de ese país nos sitúe en la liga de sus mayores competidores en la olimpiada mundial corrupta, dice mucho del poder corruptor del sistema estadounidense y de su tolerancia y aquiescencia a la corrupción boricua del día a día. Habla mucho de la capacidad de algunos puertorriqueños —del sector público, privado y privatizante— de imitar y aprender las malas mañas del cuerpo político estadounidense, de sus procesos, primarias, elecciones y juegos de influencias.
Pero entre Estados Unidos y Puerto Rico en materia de corrupción hay dos diferencias notables que sería irresponsable no subrayar, aparte del detalle de que quien manda y controla a Puerto Rico es Estados Unidos. La primera diferencia es que aquí, desde el gobierno mismo, se ha reconocido no solo el carácter institucional de la corrupción, sino su carácter estructural y sistémico. Así como la profunda dimensión social que tiene la corrupción. El Informe sobre Derechos Humanos y Corrupción de la Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico del 2015, de cuya co-autoría participé, se aproxima al fenómeno corrupto de una manera distinta a los enfoques tradicionales e incluso al enfoque estrictamente individualista del pensamiento de la cita de Trump. La segunda diferencia radical es que en Puerto Rico se ha sabido sacar pacíficamente a un Primer Ejecutivo y a casi la totalidad de su camarilla corrupta este mismo mes de agosto, mientras un presidente corrupto (fundido al influencismo, elecciones amañadas, obstrucciones, hiper-favoritismo y siga sumando) se dedica a predicar la moral gubernativa planetariamente, y hasta acaba de convocar al próximo G-7 a celebrarlo en una propiedad suya.
El problema de la indiferencia
Las invectivas huracanadas y perversas del presidente Trump de por sí odiosas, no lacerarían tanto el espíritu, si no estuviesen acompañadas de las alabanzas oportunistas o de las convenientes vistas largas de algunos personajes de la política local.
La indiferencia, el acomodo conveniente, la evasiva táctica y para decirlo crudamente: la 'lambonería' —palabra criolla que describe y funde la zalamería y el lameojismo— de estos insensibles personajes es quizás el peor de los vicios morales de la política colonial.
En el caso más liviano de esta perversión hay quien escoge hacerse de la vista larga, la ruta del pase de paloma, o simplemente tomárselo a chiste. Esta señora, 'la vista larga', contribuyó al actual colapso de la exadministración Rosselló, al brevato del frustrado, pero latente, candidato Pierluisi, y al conato de 'asalto por consenso' de la gobernación, de la campañista pro-Trump Jennifer González.
De hecho, el flanco más débil de la actual incumbente Wanda Vázquez Garced, es su historial de insolidaridad con los organismos fiscalizadores, y una cuestionada laxitud, lentitud, selectividad o virtual inoperancia del Departamento de Justicia ante señalamientos de prácticas u omisiones corruptas.
La indiferencia ante la corrupción de parte de funcionarios públicos o la incompetencia para atenderla es un factor contribuyente notable a la sicología y al clima de impunidad que acelera al fenómeno corrupto.
El enamoramiento con el poder es el gran corruptor.
A este respecto el sistema político puertorriqueño podría estar dándole la razón al señor Trump en cuanto al timbre corrupto del gobierno puertorriqueño. Dicotomía terrible: Trump miente, pero no del todo (y vasta experiencia turbia tiene).
La indiferencia en cuanto al fenómeno corrupto es generalmente intencionada, pero cuando pasa al territorio de la complicidad activa, cuando se trafica entre influenciadores, o se buscan beneficios abstractos o reales —políticos o de otra índole— encontramos un punto de igualación entre el actor corrupto y su encumbrador. Encumbrar a un corrupto, hacerle campaña, esquivar el deber de defenderse y de defender a un pueblo de los ataques infames del corrupto es algo descarado. Hay personas que si no empezaron perdidas en el camino, se pierden y de qué formas. Las profundidades de los abismos en el alma de algunos políticos son insondables.
Las corruptas lecciones de Trump
Hay una lista —casi tan larga como la de una guía telefónica— de personas de cuestionada reputación, acusados, convictos, soplones-cooperadores, influenciadores, comunicadores, con base en New York y Washington, intensamente relacionados con los circos y círculos financieros y mediáticos del señor Trump. El fenómeno, de hecho, se repite en las colonias de manera miniaturizada.
Medio Congreso está investigando al límpido y prístino presidente. Sus negocios-negociaciones y las de su parentela con Arabia Saudita, Rusia, y otros regímenes, son parte de la sucia cartera que arrastra. Se negocia allá también, con el no ver, con el no querer ver, con el ocultamiento, con la selectividad y con toda suerte de trucos en detrimento de los derechos humanos de decenas de millones de personas. Mientras, se preside al país de más poder en el mundo en medio de una tormenta y tormento mediático deliberado de disparates, anuncios lunáticos y discrímenes de la peor especie.
El presidente Trump, que acaso con algún acierto y experiencia vasta, acusa de corrupto al gobierno de Puerto Rico, no parece conocer los conceptos de Bien Común, moral social, ética, solidaridad, buena vecindad, dignidad humana e igualdad. Su diccionario es el suyo propio, quizás una versión pacotilla de la fraudulenta Universidad Trump, o acaso, de un compendio de los libretos de su famoso programa televisivo de aprendices.
Su aversión a nosotros los latinoamericanos ronda muy hondamente en su psiquis maltrecha. Ser 'latino', ser mejicano, guatemalteco y hasta llegar desde el cono sur, a ser argentino, es una especie de lepra que despierta en su majestad presidencial todo tipo de animadversión y asco. Esta es una lección de corrupción del espíritu casi imposible de igualar.
Como lo es la propagación del imperio de la ignorancia y del prejuicio entre decenas de millones de estadounidenses blancos con su 'Hacer a los Estados Unidos grandes otra vez' en el 2016, y ahora de cara al 2020, 'Mantener a los Estados Unidos grandes'. Napoleón, Pedro el Grande, el Zar de Rusia y Genghis Khan son unos pigmeos al lado del humilde sucesor de George Washington. Que haya puertorriqueños cantándole y apostándole a esos estribillos y a esa musiquita requiere la insensibilidad de un presidente de una Junta de Supervisión Fiscal o de una Comisionada Residente aspirante a la Fortaleza.
Nota de desmentido (disclaimer)
Las opiniones vertidas en este escrito, no están dirigidas a favorecer a ningún candidato o aspirante político estadounidense, ni a ninguno de sus partidos. Tales apoyos han resultado en la degeneración comúnmente asimilista de puertorriqueñ@s quienes andan en esas juntillas por ventajería, influencismo, mentalidad colonizada o ínfulas pactistas comunes en nuestra fauna política desde casi finales del siglo XIX en tiempos del colonialismo español. El enamoramiento con el poder es el gran corruptor.
*El autor es doctor, abogado, profesor y estudioso de los procesos legislativos y reglamentarios. Fue asesor y luego portavoz del PIP en la Cámara durante 24 años.