La agonía del pavo
Vivimos la agonía del pavo. Del pavo, no de la pava porque a la pava ya se la comieron. Literalmente, aunque no fue completa. No fue un copo penepe en las pasadas elecciones porque 45 alcaldías siguen siendo populares, pero todo lo demás se pintó azul. Ahora estamos en medio de una transición entre gobiernos, plagada de politiquería y dimes y diretes. Como si eso fuera poco, nos enfrentamos a Trump como jefe de los dueños de la colonia.
La cosa no pinta bien, pero el puertorriqueño promedio, como siempre, busca un escape. Hoy va a sazonar el pavo, y por la noche el jueves, a correr para ser el primero en la fila del Viernes Negro en la megatienda y así poder comprar con $200 pesos un televisor de 50 pulgadas marca 'chipichape'. A comer y a comprar para olvidar. Estamos en una agonía colectiva y nos negamos a aceptarlo.
Todos los años en esta época el presidente de los Estados Unidos perdona a un pavo. En ese ritual del perdón, que lo ha seguido Barack Obama por ocho años, se supone que desde la Casa Blanca nos enseñan la importancia de los ritos. Ese simbolismo nos dice que el pueblo americano debe reflexionar antes de las fiestas que se avecinan en diciembre. Pero a nosotros los puertorriqueños, ni eso nos dan. Su gobierno, la Judicatura y el Congreso nos dijeron hace unos meses que el ELA fue una ficción que ya no existe, y con la Junta de Control Fiscal vienen a tratar de enmendar lo que les queda. No nos van a perdonar nada.
Los puertorriqueños, como el pavo, lo que buscamos es una clemencia, o por lo menos, una amnistía. Y lo buscamos en todo. En las multas de tránsito, en la deuda pública. Pedimos perdón por los años de corrupción para que nos sigan mandando chavos. Perdón por el trasiego de droga y que la legalicen. Perdón para que libere a Oscar López, pero él nos ignora. Aplaudió a Mandela en Sur África, pero hace mutis sobre Oscar. No importamos porque no demostramos que le podemos doler en sus bolsillos. Cuando eso pase, quizás actúen distinto.
Por eso pienso que en vez de ser la isla del cordero, nos hemos convertido en la isla del pavo porque los americanos nos han estado adobando por años, y vienen a comerse lo que les queda. Se pelean ahora por ver a quién le toca la ponzoña, entre los fondos buitres y Washington. Y nosotros, les seguimos el juego porque estamos adoctrinados. Aunque aquí lo que de verdad gusta es el lechón, nos comemos el pavo porque hasta en eso hemos sido colonizados.
Porque es así. Ellos nos ven como ingobernables, como corruptos, como drogadictos y desordenados, porque nos lo hemos buscado eligiendo a los gobernantes que nos han traído hasta aquí. Nos lo buscamos.
Parecería que el pueblo está congelado como estuvo el pavo congelado hasta hoy. Fijados en sobrevivir, como autómatas, porque ya estamos resignados al perenne miedo a lo que viene en el 2017: Recortes, menos trabajo, más emigración. El 'esto está malo' es ya una frase que sale de las bocas de todos, casi sin pensarlo, por eso hay que ahogar las penas en la borrachera colectiva en lo que tornamos el Black Friday, el pavo y las navidades.
Yo recuerdo que el gran pelotero Roberto Clemente dijo una vez 'cuando tienes la oportunidad de mejorar cualquier situación y no lo haces, estás malgastando tu tiempo en la Tierra'. Pero los puertorriqueños, seguimos congelados, como los pavos, aunque nuestro pueblo tiene el cuello ante la guillotina. Por eso, al pensar en el día de hoy y a lo que hemos llegado hay que preguntarse Hacia dónde vamos? Cuando mañana cientos de familias degusten su tradicional ave, pensarán que se están comiendo al país? Será esta la última cena del pueblo? Nos convertiremos o nos convertirán en otra cosa a partir del 2017? Parece que así será. No nos queda de otra. Así que por lo pronto, nos olvidamos de la agonía y nos comemos al que descongelaron ayer. A comer pavo mañana.
*La autora es relacionista profesional y mantiene el blogEn Blanco y Negro con Sandra.