Despiden al perseverante Manuel Fernós: “Muerto no, ¡herido, herido!”
El optimismo perpetuo y la disposición de siempre luchar que tenía el expresidente de la Universidad Interamericana fueron las cualidades que más recordaron amigos y familiares en su funeral.
El abogado y educador Manuel José Fernós López Cepero nunca tuvo hijos, pero sí una estela de sobrinos, amigos y colaboradores que el miércoles pasado despidieron a “Manolete” como un mentor, líder, héroe y padre.
Fernós López-Cepero murió el 16 de noviembre a los 76 años de cáncer pancreático. El cáncer primero lo golpeó hace 30 años, pero el expresidente de la Universidad Interamericana (UIA) pudo sobrevivirlo. Como había sobrevivido muchas otras luchas. Incluso, la muerte lo encontró enfrascado en una pugna contra los síndicos y exsíndicos de la institución educativa que, sin explicación ni discreción, lo despidieron de la presidencia en mayo de 2022, después de 23 años al mando.
Durante su presidencia, la UIA se convirtió en la universidad privada más importante de la isla, con expansión de su oferta a Orlando, Filadelfia y Panamá, con hasta 45,000 estudiantes y con $300 millones en ingresos anuales y $800 millones en activos que le merecieron las notas más altas de las empresas evaluadoras de crédito. La recién inaugurada residencia de estudiantes en el Recinto Metropolitano fue una de las últimas obras en una carrera que incluyó ser rector de ese recinto, decano de Estudios y decano de la Facultad de Derecho, así como profesor en esa facultad.
“En los últimos años de su vida, sufrió el ataque injusto de quienes no supieron valorar su contribución ni su integridad y que interpusieron sus ambiciones personales a los principios cristianos. Pero quienes lo conocimos, jamás dudamos de su honestidad, rectitud y honorabilidad. Sepan todos que Manolete hará como el Cid Campeador en la batalla de Cuenca, como guerrero que fue, y no obstante no estar físicamente entre nosotros, ganará las justas batallas que le faltaron conquistar en vida”, dijo en la despedida de duelo su mejor amigo, el exsecretario de Justicia, Luis Sánchez Benítez. Las palabras fueron correspondidas con una ovación de pie.
“Para mí, Manuel Fernós ha sido uno de los líderes educativos más trascendentales de Puerto Rico. La Universidad Interamericana es la Universidad Interamericana gracias a Manuel Fernós. La elevó. No hay maldad ni falsedad que lo vaya a manchar nunca”, expresó su ayudante en los últimos 10 años, Dominique A. Gilormini de Gracia.
Ese aspecto de su vida profesional todavía es objeto de un proceso de arbitraje con la institución, que se había resistido a iniciar el trámite. Justo el día antes de morir, se firmó el contrato para las tres personas que servirán de árbitros en la reclamación.
Sin embargo, este episodio, que otros dolientes mencionaron, no dominó la despedida, sino el amor y solidaridad que siempre tuvo con su familia y amigos y la rectitud con la que ejerció sus cargos.
Fernós era el menor de los hijos del primer comisionado residente de Puerto Rico, Antonio Fernós Isern, quien sirvió junto al gobernador Luis Muñoz Marín. Era el único de los hermanos que quedaba vivo, tras la muerte de su hermano mayor Antonio, catedrático de Derecho Constitucional, y de su hermana María Dolores, catedrática y exprocuradora de la Mujer. Su viuda es la exsecretaria de la Familia, Yolanda Zayas Santana.
Para su sobrino, el economista Antonio Fernós Sagebien, “tío Mano” recogía las cualidades características de sus hermanos, lo “campechano” de su padre, Toño, y lo “estoico” de su tía, Tati. “Fue siempre el alma de la fiesta”, dijo para introducir un programa de despedida que incluyó cánticos religiosos y a su primo, el profesor Jorge Manuel Farinacci Fernós, tocando el güiro en el clásico “Qué bueno, llegó la Navidad”.
“Ambos somos güireros expertos”, dijo Farinacci sobre su tío durante una despedida jocosa y emotiva en la que declaró a Fernós como su modelo de vida por razones que van desde que ambos son los menores en sus familias hasta por “nuestra suerte de vernos más jóvenes de lo que somos, o al menos creernos que nos vemos más jóvenes de lo que somos”. “Si hacía falta algo, si necesitábamos ayuda o un oído, no había llamada más obvia y segura que la de Tío Mano”, aseguró para enfatizar la solidaridad y amor que todos los sobrinos, y la familia, recibieron siempre de Fernós.
“¿Cómo puede ser que Tio Mano viva en un estado perpetuo de optimismo y con más energía que el conejito de la Energizer?”, preguntó en la despedida su sobrina, la antropóloga social Ana Ramos Zayas. “Cuando estaba soltera y me quejaba del dating scene en Nueva York, ahí estaba Tio Mano queriéndome presentar a un (oncólogo) puertorriqueno que vivía en Houston”, recordó.
Monseñor Roberto González ilustró la perseverancia de Fernós con una anécdota de cuando el gobierno discutió la posibilidad de imponer un impuesto de 16% en las matrículas educativas. En una reunión frente a estudiantes de escasos recursos, Fernós dijo que si se aprobaba, haría desobediencia civil porque no iba a cobrar el impuesto a los estudiantes de la Interamericana. “Sorprendía tanta firmeza, tanta determinación”, subrayó al concluir que la postura de Fernós inspiró a los colegios católicos a luchar en contra de la medida y nunca se aprobó.
Al recalar sobre la fuerza y resiliencia que demostró su tío a lo largo de toda su vida, Fernós Sagebién compartió una anécdota que le decía su papá. Que cuando eran niños y jugaban los tres a pillo y policía en la calle Morell Campos de Santurce, a Fernós le disparaban y le decían que estaba muerto y no podía seguir jugando.
“Muerto no, ¡herido, herido!”, gritaba para poder seguir jugando.
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