La apertura paulatina y controlada sustentada en datos
Aunque tiene buenas notas en cuanto al entendimiento y la cooperación ciudadana en los estudios, datos demuestran que otros factores dificultan la flexibilización de la cuarentena.
Por los pasados días, la discusión pública se ha inclinado más hacia una evaluación sobre si se deben o no flexibilizar los parámetros del toque de queda instaurado por el coronavirus, o COVID-19, a los fines de prevenir un impacto mayor a la ya maltrecha economía de la Isla y, en caso de optar por hacerlo como propone el sector privado, desde cuándo entrarían en vigor los cambios.
Sin embargo, ¿está Puerto Rico preparado para llevar a cabo esta reapertura? Si es así, ¿cómo debería efectuarse esta apertura? ¿Se seguirán las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)?
“Si se va a flexibilizar, debe ser de manera bien, bien, lenta, de manera que si en el proceso sale algo mal, poder echar para atrás de forma segura. Hay que tener en cuenta que lo que se haga hoy no se va a ver mañana, sino que se va a ver en dos semanas. Otros países recomiendan tomar decisiones cada dos semanas y lo hacen para ver los errores en el sistema y corregirlos”, explicó la doctora Marieli González Cotto, bióloga celular y molecular.
A tono con el interés de reapertura en otros países, la OMS delineó seis criterios con los que se debe cumplir antes de que los gobiernos se muevan en esa dirección. Estos son:
- Se controla la transmisión del virus.
- La capacidad del sistema de salud tiene el alcance de detectar, hacer pruebas y aislar cada caso nuevo y rastrear sus contactos.
- Se minimizan los riesgos de brotes en lugares de alta vulnerabilidad, como lo son los centros de salud y de cuidado.
- Existen medidas de prevención en lugares que son esenciales para que la gente los visite, como espacios de trabajo y escuelas.
- La capacidad para manejar los riesgos de importar casos de COVID-19.
- El compromiso y el entendimiento de las comunidades de la gravedad del asunto y la transición hacia lo que se ha denominado como la nueva normalidad, como las restricciones de movimiento.
“Más que necesitar una cosa sobre otra, esto es una cadena. Esos seis puntos están íntimamente relacionados. La única manera de saber si los casos están controlados es si tenemos una visión expandida de la población. Eso se correlaciona con hacer el rastreo, que no va a funcionar si tenemos un rastreo deficiente. El punto de la vulnerabilidad, hay que saber dónde están los focos de infección, y para eso volvemos al primer punto de hacer las pruebas”, abundó González Cotto.
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Con más de 40 días de cuarentena, en Puerto Rico no se han realizado pruebas ni al equivalente a un por ciento (1%) de la población. Puerto Rico ocupa el último lugar en cantidad de pruebas realizadas, en comparación con las demás jurisdicciones de los Estados Unidos, según informes del COVID Tracking Project, iniciativa que le otorga una calificación de “D” a los datos públicos a nivel local.
El Departamento de Salud asegura que conoce la cifra de personas recuperadas de esta mortal enfermedad, pero no los comparte de forma diaria, a toda vez que se desconocen detalles importantes como la cantidad de personas que han requerido un ventilador por el COVID-19 y la capacidad real con la que cuentan los hospitales para atender un alza repentina en personas contagiadas. Dicho de otro modo, a nivel local aún no se cumple a cabalidad con los seis criterios de la OMS.
De acuerdo a investigadores del Blavatnik School of Government de la Universidad de Oxford, Puerto Rico es de los países menos preparados para eliminar su toque de queda. El estudio posiciona a la Isla como una cuya comunidad está consciente de la situación y lo que le requiere a los individuos (encerrarse, por ejemplo). Sin embargo, señala el pobre desempeño respecto a la cantidad de pruebas realizadas, el rastreo y aislamiento de contactos, así como el control de los casos en general.
Para Deepak Lamba Nieves, director de investigación del Centro para la Nueva Economía (CNE), la discusión debe abordar cómo se pretende abrir la economía y si se cuenta con la capacidad institucional para completarlo. Para ello, se requiere adoptar una nueva escala de acción y una política de transparencia en cuanto a los datos.
“Una política de transparencia ante la epidemia responde a que hay un montón de cosas que no sabemos. Datos de muerte, camas, ventiladores, la mecánica detrás del raciocinio del plan o los planes para abrir la economía, que los datos y la información lleguen de manera efectiva. Las pruebas van a ser sumamente necesarias no importa el momento en que nos encontremos”, enumeró Lamba Nieves.
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Lamba Nieves propuso que, si se carece de la capacidad para cumplir con los requerimientos de la OMS, se puede empezar por un “ensayo controlado” a nivel municipal, como hacer acuerdos con universidades y entidades para realizar el rastreo de contactos de los contagiados con COVID-19, abrir de forma paulatina y evaluar las medidas de manera constante, considerando que “ lo incierto es lo más que conocemos” del virus.
“Si vamos a tomar pasos concretos, vamos a hacerlo en una escala controlada en ese lugar. eso se hace con pruebas, rastreo, equipo protectivo para empleados y oficiales de la salud, teniendo acceso a un sistema que no colapse. Decir que ya perdimos tiempo y no desarrollar esa capacidad, es un error”, declaró Lamba Nieves.
Tanto González Cotto como Lamba Nieves coincidieron en que Puerto Rico podría aprender varias lecciones de otros países, como las prácticas que resultaron exitosas, los métodos de apertura —unos más paulatinos que otros— y, como han mencionado, la cantidad de pruebas que se realizan a la población.
Sin embargo, sería peligroso basar la apertura a nivel local en los datos a nivel internacional, pues países como España e Italia han experimentado sus picos de contagios y muertes y ya se encuentran en modo de “aplanar su curva”, sumado a que su sistema de salud y sus recursos distan de los disponibles en la Isla. El análisis y la comparativa, en cambio, debe basarse en la ciencia.
Esta atención cuidadosa es lo que prevendría una posible segunda ola de contagios, como las que ya se discuten en otros países, en las que surgen más contagios una vez se cree que es seguro para reabrir.
“Si fuese cierto, en una realidad alterna, que nuestros números están bajando, que hicimos todas las pruebas, cuando se relaje la cuarentena y surja ese segundo brote, ¿tiene el gobierno los datos suficientes para trabajarlo? ¿Tenemos ventiladores? Sería complicado si ese segundo brote cae en una época de huracanes, complicado por la influenza. Cae complicado por días festivos, por el turnover de desempleo. Si no tienen los datos, no se sabe”, finalizó González Cotto.