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Diabetes

La Obesidad es el principal factor de riesgo para la Diabetes Tipo-2

Si una persona ya tiene diabetes tipo 2 y aumenta de peso será aún más difícil para él o ella controlar su nivel de azúcar en la sangre.

La obesidad es señalada consistentemente como el principal factor de riesgo para contraer la diabetes Tipo 2. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) estiman que una persona obesa tiene una posibilidad 28 veces mayor de contraer la enfermedad, que aquellas con peso normal.

El sobrepeso y la obesidad no solo incrementan el riesgo de que una persona adquiera diabetes tipo 2. Si una persona ya tiene diabetes tipo 2 y aumenta de peso será aún más difícil para él o ella controlar su nivel de azúcar en la sangre, se agrega.

La relación es tan fuerte que hasta se ha acuñado el término “diabesidad” para referirse a la presencia de diabetes Tipo 2 en personas obesas, peligrosa combinación que se asegura va en ascenso.

Las personas con diabetes tipo 2 tienen una condición denominada resistencia a la insulina.

Estas personas pueden producir insulina, pero su cuerpo no es capaz de transferir la glucosa al interior de las células. Como resultado, la cantidad de glucosa en la sangre aumenta.

Eventualmente, el páncreas puede fatigarse por funcionar en exceso y no poder producir suficiente insulina para mantener los niveles de la glucosa en la sangre dentro de los niveles normales.

El problema para las personas obesas es que la cantidad de los llamados ácidos grasos libres no esterificados (NEFA en inglés) están presentes en mayor cantidad en su organismo, al igual que ciertas hormonas y otras sustancias que aumentan la resistencia a la insulina, haciéndoles más propensos a la diabetes.

En otras palabras, cuando una persona vive con diabetes y además presenta un exceso de tejido adiposo (grasa) el número de adipocinas (proteínas producidas por el tejido adiposo que tienen influencia sobre la sensibilidad a la insulina) también aumentarán provocando que esta resistencia empeore.

Por el lado positivo se insiste en la literatura del tema que la pérdida de peso, el consumo de comidas en porciones más saludables y el ejercicio pueden revertir la resistencia a la insulina y alcanzar niveles determinados de azúcar en la sangre más fácilmente.

Se ha comprobado que una pérdida de peso moderada y sostenida en el tiempo (aproximadamente de 5 a 10%) puede mejorar la acción de la insulina, disminuir las concentraciones de glucosa en ayunas y reducir la necesidad de algunos medicamentos para la diabetes. La recomendación es que mantener un programa de dieta, ejercicio y modificación del comportamiento puede tratar con éxito la obesidad en la Diabetes tipo 2, aunque se advierte que la farmacoterapia y la cirugía también pueden ser necesarias.

Por otro lado, la importancia de mantener ese control radica en el hecho de que la diabetes y la obesidad se asocian con frecuencia a otras enfermedades como la hipertensión y el colesterol elevado.

El exceso de glucosa y de colesterol daña progresivamente los vasos sanguíneos y acelera el proceso de arteriosclerosis aumentando el riesgo de padecer: angina, infarto agudo de miocardio y la muerte cardiaca súbita.

Se afirma que el riesgo de una persona diabética de padecer un evento cardiovascular se compara con el de una persona no diabética que ya haya tenido un infarto.

La seriedad de esta realidad está en que dos terceras partes de los adultos en Estados Unidos están sobrepeso lo que incrementa no solo el riesgo de diabetes, sino también la incidencia de afecciones cardiovasculares.

Se insiste finalmente que el mejor tratamiento para la diabetes es la prevención y la misma puede lograrse mediante un programa que produzca una reducción de 7% en el peso a través cambios en los estilos de vida que incluyan una reducción en el consumo calórico y al menos 30 minutos diarios de actividad física moderada.