Luis Molinary: “Esto iba más allá de la parte deportiva”
El cardiólogo, quien fue parte de la comisión médica en la burbuja del BSN, dijo que el estricto seguimiento de los protocolos permitió hacer el torneo sin casos positivos a COVID-19.
Siete semanas; sobre 300 personas dentro de una burbuja; casi 2,000 pruebas de COVID-19 y cero resultados positivos.
Así transcurrió el torneo 2020 del Baloncesto Superior Nacional (BSN), que se celebró en el Hotel Wyndham Río Mar de Río Grande y que concluyó el jueves 17 de diciembre con el campeonato de los Vaqueros de Bayamón.
La temporada comenzó en marzo pero tuvo que ser detenida luego de un puñado de juegos debido a la pandemia del coronavirus. Luego de varios meses de incertidumbre y tras considerase varias ideas para continuar la campaña, el BSN logró montar su burbuja, emulando el concepto que tuvo la NBA en el complejo de Disney en Orlando desde julio hasta octubre.
Con este escenario, complemente novedoso en Puerto Rico, a principios de noviembre comenzaron a llegar a Río Grande los jugadores de los 10 equipos participantes, así como todo el personal de apoyo.
El doctor Luis Molinary fue el primer médico con el que habló el presidente del BSN Ricardo Dalmau cuando en la liga comenzaron a evaluar las ideas para reiniciar la temporada. Molinary explicó a NotiCel que comenzó a montar el protocolo de salud junto con la epidemióloga del Departamento de Salud, Fabiola Cruz y al esfuerzo se fueron sumando un grupo de profesionales de la salud. El protocolo tuvo como guía los ya establecidos por FIBA, la NBA y la Liga ACB de España, entre otros. En un principio hubo un plan para jugar con acceso limitado de fanáticos, pero al no mejorar la situación con la pandemia, no hubo otra alternativa que recomendar hacer el campeonato con un formato de burbuja.
"Esa idea de la burbuja criolla el que la mencionó por primera vez en nuestras reuniones fue el doctor William Félix (emergenciólogo en Orlando quien estuvo en el grupo médico del BSN y fue asesor de la NBA), pero nosotros pensamos en ese momento que era virtualmente imposible por el presupuesto. Cuando la pandemia empezó a empeorar, determinamos que la única manera de poder salvar el torneo era haciéndolo tipo burbuja, sin fanáticos. Ahí empiezan las reuniones en las que había que buscar un 'happy medium' de cómo vamos a lograr una burbuja y que económicamente sea factible", dijo Molinary.
Una vez el BSN decidió hacer la burbuja criolla., para que fuera un éxito y se pudiera completar el torneo, "había que ser estrictos desde el día uno hasta el último, seguir el protocolo al pie de la letra", según Molinary.
“Para que una burbuja falle es porque alguien no sigue el protocolo. Y mucha gente pensaba que los que iban a dañar el protocolo eran los jugadores. Pues resultó que lo más estrictos que siguieron el protocolo, que se regañaban entre ellos, que no se quitaban nunca la mascarilla, que hacían su cuarentena, fueron los jugadores. Y no tuve protestas, jamas escuché ningún jugador quejándose ni en la comisión médica recibimos un texto de que había algún jugador protestando”, sostuvo el cardiólogo con vasta experiencia trabajando con ligas y equipos deportivos.
Esa actitud de los jugadores resaltada por Molinary hizo que fuera posible lo que parecía poco probable: un torneo sin casos positivos dentro de la burbuja.
“Ellos (los jugadores) estaban tan enfocados en la importancia de completar su burbuja, aparte del temor de que de fallar alguno fuera el culpable de que se contagiaran compañeros y que se pudiera contagiar alguien dentro de la familia del BSN. Cualquiera que hubiera roto el protocolo y las reglas de convivencia allí adentro, aparte de que habían unas sanciones económicas y suspensiones, yo creo que era más el compromiso de no contagiar a nadie. Yo me quito el sombrero y aquí el ‘MVP’, aparte de la organizadora Marilia Juarbe, son los jugadores. Hubo temor cuando viajó el Equipo Nacional, cuando llegaban jugadores nuevos, cuando salían jugadores a hacerse estudios. Pero siguieron el protocolo al dedillo, por eso es que las pruebas siguieron dando negativas”.
Como parte del protocolo, Molinary añadió que dentro de la burbuja había un día en la semana que no había partidos para que todos se hicieran las pruebas.
“Se hacían las pruebas y al otro día recibíamos los resultados. Desde la semana previa a comenzar el torneo, hasta que terminó fueron siete semanas. Estamos hablando de sobre 300 personas y se hicieron casi 2,000 pruebas de PCR".
Además de esas pruebas calendarizadas "había que estar pendiente de los síntomas. Había una directriz específica que, independientemente se hicieran pruebas todas las semanas, cualquiera que tuviera dolor de garganta, nariz tapada, perdida de olfato, perdida del gusto, fiebre, dolor muscular, cualquier síntoma que pudiera sugerir algo de coronavirus, tenía que notificar al 'staff' médico, esa persona se aislaba completamente y se le hacía la prueba", expresó Molinary.
Fuerte el aislamiento
Para ser parte de la burbuja, había que entrar al hotel con una prueba de PCR negativa y luego pasar una semana en aislamiento.
“Para entrar al hotel había que presentar un PCR negativo. Ahí entraban en aislamiento por siete días y después lo bajamos a seis. Se ponía la comida en la puerta y tocaban a la puerta para buscarla. No podían recibir visitas de ningún compañero de equipo, no podían salir del cuarto absolutamente para nada. El último día del aislamiento se repetía la prueba. Si estaba negativa, ya esa persona se podía integrar a la burbuja. Esos jugadores que se fueron integrando más tarde que no eran parte del grupo inicial en la burbuja, al décimo día le hacíamos un antígeno. Se hizo lo mismo con la Selección Nacional cuando viajó a Estados Unidos (en medio del torneo del BSN) porque era como un jugador que entraba tarde a la burbuja y tuvieron que pasar por el aislamiento”, agregó Molinary quien junto al equipo médico sí tuvieron que lidiar con casos positivos dentro de los equipos de Bayamón y Santeros de Aguada en la llamada 'preburbuja' antes de instalarse en Río Grande.
“En los casos de Bayamón y Aguada, como esos estaban dentro de los primeros 90 días que la probabilidad de reinfección es casi cero, le dimos 14 días después de la infección, que ya tuvieran anticuerpos, y luego pudieron entrar a la burbuja. Así fue que integramos a los dos equipos”.
Dentro del hotel, que estuvo separado para los participantes de la burbuja, se podía estar sin mascarilla en la piscina y otras áreas comunes pero guardando distanciamiento. Dentro de la cancha, los únicos autorizados a estar sin mascarilla eran los jugadores, coaches y árbitros.
Otro de los retos que enfrentó el grupo médico fue lo difícil que fue para algunos jugadores el aislamiento.
“Estábamos preparados para eso porque ya el doctor William Félix nos había dicho que eso había pasado en la burbuja de la NBA, que el aislamiento es algo fuerte y había jugadores que se estaban desesperando en las habitaciones. Hubo que ponerlos a hablar por Zoom con la sicóloga deportiva, la doctora Maria Magraner, por que se desesperaban en el aislamiento, era fuerte. Hubo dos o tres jugadores que hubo que darle el servicio de sicología porque lo necesitaron”.
También hubo una jornada en la que se suspendieron algunos partidos y de momento se pensó que había sido por algún caso de COVID-19. Pero fue por una medida preventiva.
“Fue que el ataponamiento de pruebas de PCR para la semana de ‘Thanksgiving’ fue tal, que los resultados no nos llegaron a tiempo y habíamos dicho desde el día uno que sin laboratorios no jugaban. No nos podíamos correr el chance de autorizar el contacto físico de jugadores sin esos resultados. Tuvimos que suspender los juegos, ya que a la primera que flexibilizáramos algo, ese era el momento en que se iba a dañar la burbuja. Cada día adicional tenía su costo económico por encima de la cantidad de dinero que costaba hacer la burbuja. Pero ahí tengo que darle crédito al BSN, ya que las recomendaciones médicas se siguieron al pie de la letra. Si alguien trataba de mover aunque fuera un centímetro el protocolo para la izquierda o para la derecha, se encontraban con una pared de salubristas que le iban a decir que no. Las reglas eran igual para todo mundo”, enfatizó el reconocido cardiólogo.
Equipo médico de primera
En la comisión médica de la burbuja del BSN, junto a Molinary, Cruz, Félix y la doctora Magraner, también estuvieron los internistas Miguel Magraner (médico de los Leones de Ponce) y Miguel Polanco (médico de los Capitanes de Arecibo), los fisiatras Fernando Sepúlveda y José Ríos Russo, el infectólogo Gabriel Martínez, los epidemiólgos del Departamento de Salud, José López de Victoria y Yonaica Plaza y la doctora Kenira Thompson de la Escuela de Medicina de Ponce.
Finalizada esa misión, el doctor Molinary ve muchas razones fuera de las líneas de juego, por las que valió la pena.
“Casi todos esos muchachos (jugadores) tienen esposa e hijos y el baloncesto es su método de ingreso familiar. Así que haber puesto nuestro granito de arena como médico, no solamente manteniendo la salud ahí adentro, pero para que esas familias pudieran tener su dinerito para poder pasar las navidades, eso es un ‘feeling’ brutal de bueno. Aparte que he tenido muchos pacientes que me han dicho que podían prender el televisor y desconectarse de las malas noticias, del COVID. En nuestras reuniones decíamos también que esto era para honrar a los sabrá Dios cuántos fanáticos del baloncesto que no pudieron ver los juegos y hay que honrar a cada persona en el mundo que ha perdido la vida por esta pandemia. Esto iba más allá de la parte deportiva”.