Russell y Auerbach: Un combo inigualable
Para cualquier fanático o fanática que haya tenido el privilegio de ver jugar a Michael Jordan en sus años como pilar de los Chicago Bulls, la respuesta a quién es el mejor jugador de todos los tiempos en la NBA, se contesta por sí sola. Seis campeonatos, cinco premios de jugador más valioso, sin contar dos o tres que le robaron, nueve veces en el primer equipo todo defensa y un sin número de momentos heróicos que quedarán para siempre plasmados en nuestra memoria.
Sin embargo hay un número que nunca igualó y me atrevería a apostar los cinco dólares que me quedan en la cuenta de banco a que nadie lo hará, 11. Ese es el número de campeonatos obtenidos por el inigualable William 'Bill' Russell que en 13 temporadas logró 11 campeonatos incluyendo dos como jugador-dirigente, el único en lograr esta hazaña.
'Concentración y fortaleza mental son el margen de la victoria' Bill Russell
Con promedio de carrera de 15.1 puntos, 24.9 rebotes, segundo en la historia y 4.3 asistencias por juego, sin contar un millar de tapones que aún no se contaban como estadística, Russell dominó la década de los 60' como ningún otro atleta ha dominado un periodo de tiempo en algún deporte antes o después. Pero para que un jugador y ser humano tan singular como este pudiese llegar a su potencial, tuviera que tener, además de talento, gran suerte en encontrar a un dirigente que no solo pudiese reconocer su increíble habilidad de elevar a sus compañeros de equipo a un nivel nunca antes visto, sino darle su espacio para imponer su personalidad en el juego.
El muy suertudo lo encontró en Red Auerbach, un dirigente igual de obsesionado que él en traer, año tras otro, ese deseado campeonato a la ciudad de Boston. Aunque de trasfondos muy diversos, Russell encontró en Auerbach un hombre honrado y altruista que con el pasar de los años llegó a llamar amigo. Es a través de los ojos del gran Russ que vemos como fue evolucionando esa amistad en el libro Red and Me: My Coach, My Lifelong Friend el cual escribió junto a Allan Steinberg.
Su ética de trabajo fue implantada desde una temprana edad por su padre y madre. El joven Bill creció en una época muy cargada y en un clima de prejuicio, su expresión máxima reflejándose en la segregación del 'Deep South'. Es bajo este ambiente que su primera defensa no era en la cancha sino ante cualquier figura de autoridad de tez blanca, como lo era Red.
La negación a un aumento de sueldo a su padre por el mero hecho de ser negro; la entrega de Jugador del Año a Kenny Sears, jugador blanco de la universidad de Santa Clara, a pesar de que Russell llevó a la Universidad de San Francisco al campeonato colegial con un récord de 28 y 1; la decisión de los jugadores negros de los Celtics de no jugar en un juego de exhibición en Kentucky luego de ser denegado el servicio en un restaurante; y la entrega del jugador más valioso de las finales a Jerry West en 1969, a pesar que era del equipo perdedor, por encima de Russell que llevó a los Celtics a la victoria como capitán y dirigente, primer dirigente negro en la historia de la NBA: son algunos de los momentos que marcaron la vida de Russell y es el apoyo de Red en estos momentos que ayudaron a crear raíces de una amistad que perduró hasta el momento en que Auerbach murió en el año 2006.
'Han nombrado el premio de jugador más valioso de las finales el premio Bill Russell. Que gran honor… para el premio', dijo Tim Duncan.
'Cuando tomes un trabajo, si te pagan dos dólares al día, dale el valor de tres dólares de trabajo. La razón es, si te pagan dos y tú les das tres, tu eres más valioso para ellos de lo que ellos son para ti'. Con palabras como estas Mister Charlie, como Russell le llamaba a su padre, implantó la semilla que crecería por toda una vida y que dio fruto a no solo un trascendental jugador de baloncesto sino a un importante líder en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos.
Russell entendía la importancia del juego en equipo, la insignificancia de las estadísticas sin la victoria y lo sustancial de una defensa en equipo, tal vez más que nadie en la historia de la NBA y junto a Red le pasaron el rolo una y otra vez a jugadores históricos como el monstruo de Wilt Chamberlain, el señor triple doble, Oscar Robertson y El Logo, Jerry West. Para él, el baloncesto era un juego psicológico, donde cada juagada significaba más que dos puntos. Era la intimidación de que en la próxima jugada no importa lo que hagas no vas a poder meter la bola. Era la arrogancia de saber que desde que entras a la cancha no tienes ninguna posibilidad de ganarle. Qué imagen más clara de esa ventaja psicológica que el inigualable Red Auerbach encendiendo el cigarro de la victoria antes de que el reloj parara de correr en el último juego de la final.
Es aquí donde la belleza de esta extraña amistad toma forma, porque por encima de cualquier reconocimiento individual que podía recibir cada uno por sus grandezas como jugador y dirigente respectivamente, el fin era ganar y eso lo lograron año tras año. Este es un hermoso libro que cuenta una importante historia de un capítulo de la vida de Bill Russell el cual sin duda alguna es una de las personas más importantes del siglo XX, no solo por su desempeño en el deporte, sino por su impacto en muchas facetas del pasado siglo.
En febrero de este año, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, reconoció a Russell con la Medalla Presidencial de la Libertad (Presidential Medal of Freedom), el honor más grande que se le puede ofrecer a un ciudadano. Como una vez dijo Tim Duncan, qué gran honor para esa medalla.
'Una cosa que quieres que tu oponente sepa es que ellos simplemente no te pueden vencer', dijo Bill Russell.
Palabras sabias que aplican tanto en el baloncesto como en la vida.
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