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Diez mil pies de altura son suficientes para superar el miedo (vídeo y galería)

Eran las ocho de la mañana del domingo y al sonar la alarma del celular brinque de la cama con inusual ánimo por ir a trabajar. Por días había esperado el momento para ver de primera mano un deporte que siempre cautivó mi atención en YouTube. Aunque el pensamiento se repitió varias veces, jamás pense que mi curiosidad se tornaría en acción. Jamás pense que a las cuatro de la tarde me encontraría a 10,000 pies de altura saltando de un avión.

Al llegar al aeropuerto regional Antonio Nery Juarbe, en Arecibo, la gratificación fueinstantánea. Eran como las 10:30 a.m. y el cielo nublado estaba lleno de paracaidistas queparticipaban del 13 Festival de Paracaidismo. Pensé, 'qué impresionante debe ser estar allí arriba y ver el paisaje… sentir quevuelas'. No habían llegado todos al suelo cuando divisé otro avión a la distancia. Eran más saltadores.

Como era temprano, no habían muchos espectadores. Asíque tomé mi cámaray comencé a tomar imágenes y vídeo desde el punto de observacióndesignado, junto a la pista.Cuando se lanzaban, cuando soltaban el paracaídas, cuando aterrizaba. Traté de capturar todaslas imágenes que pude porque sabía que una vez entrara al área de los atletasme iba a envolver, y así fue.

Entrevista por entrevista, tanto a atletas como apersonas que se lanzaban por primera vez junto a un instructor, fui escuchando las historias. Todos mencionaban el miedo como el mayor obstáculopero que después del salto, nada importa. Seguía preguntando y hablando, incluso cuando sabía que las palabras de muchas de estas personas no serían publicadas. Simplemente, eran demasiadas, masllegó un punto cuando me di cuenta quesolo buscaba saciar mi curiosidad y no hacer mi trabajo.

Cerca de las dos de la tardey ante la insistencia de muchos de los que entrevisté para que me permitiera vivir la experiencia, la curiosidad mató al gato.

Ya tenía todo lo que necesitaba, pero parado frente al área de registropara losque se querían tirar junto a un instructorcomprendí que 'si no lo hago ahora, no lo hago nunca'.

Me acerqué al jefe del establecimiento, Gerson González, y le preguntési quedaba espacio. La alta nubosidad había causado retrasos ya que la Agencia Federal de Aviación prohíbe saltar en esas condiciones. Me dijo queme registraray pasara por la mesa que asigna los turnos.

En 15 minutos, ya tenía un arnés puestoyse me había asignadoun instructor.Por el nerviosismo nunca le pregunté su apellido, peroAnthonyparecía la mejor alternativa. Me dijeron que el viernes próximo seiba a casar con la misma dama que me puso en turno para el vuelo FIJI 16. 'El tipo está enamorao'así que definitivo quierevivir', me dije buscando tranquilizar los nervios.

Nos montamos en el vuelo FIJI 16. Despegamos. Subimos tan rápido que sentía los oídos tapándose. Llegamos a 10,000 pies de altura. Hacía frío. Elavión hacíaruído. Nos preparamos para saltar. Mi corazón a millón. De repente, el piloto ordena la cancelación del salto. Las nubes eran demasiadasy una mezcla de sentimientos me consumió. Alivio, molestia, relajacióny decepción. 'Estábamos tan cerca!', me decía mientras escuchaba a los profesionales que me acompañaban discutir el asunto.

Al regresara la pista, cambiaron los planes. Yano nos lanzaremos sobre el aeropuerto. Ahora vamos para la playa. Asíque,varios minutos después, abordamos a FIJI 16 otra vez, despegamosy pasamos por el mismo proceso. La diferencia fue que durante el primer vuelo, el piloto dio tantas vueltas buscando un punto sin nubes que pareció una eternidad el viaje. En esta ocasión, llegamos a la playa en un dos por tres.

Sin darme cuenta, se enciende la luz roja que indica 'prepárense'. Abren la puerta y, en segundos, se enciende la luz verde. Cuatro paracaidistasprofesionalessaltaron sin pensarlo.Le siguió una tandem jumper como yo, una chica más o menos de mi edadque tampoco había saltado en su vida. Solo escuché su grito cuando el instructor saltócon ella. En uninstante, el gritodesapareció en la distancia. Ahora iba yo. Anthony me empuja al bordey solo veo abismo. 'Quécarajos hago aquí?!', me dije. Pero ya era muy tarde.'Ready, steady, go', fue lo últimoque escuché.

La sensación es sin igual. Sentir cero gravedad mientras aceleras en la caídaes indescriptible. La adrenalina corre a tal nivel que siento mis riñones apretarse.Abro los ojos y, cayendo junto a Anthony y yo, veo a Brad Patterson. Brad era el camarógrafoasignado para captar cada momento del salto.Con su habitual carcajada se nos acercó y tomó varias fotos. Poco después, Anthony abrió el paracaídas. Al parecer, caer de 10,000 pies a 4,000 pies de alturaa unas 120 millas por hora significó solo 20 segundos de caída libre. En mi mente, fueron dos segundos.

Aquí fue que me di cuenta que todo lo que me dijeron en las entrevistas era verdad. El obstáculo más grande es el miedo. Pero después que saltas -en mi caso, después que te empujan- nada importa.La adrenalina te consume y no piensas en nada que no sea disfrutar el momento.

Pero más que la caída, lo verdaderamente majestuoso fue luego de abrir el paracaídas. El ruido se torna en silencioy la adrenalina en relajación. Miras a tu alrededory ves todo; millas y millas de bello paisajemientras, por minutos, sientes que verdaderamente puedes volar. Cualquiera pudiera volverse adicto a esta experiencia.

Tan rápido como empezó, se acabó. La gravedad hizo su trabajo y llegamos a la Playa Caza y Pesca. Al tocar la arena sentíla misma mezcla de emociones que sentí durante el primer vuelo. Se sentía bien llegar a la seguridad de la tierrapero estabamolesto porque queríavolver al cieloy saltar de nuevo.

Mientras procesaba todo lo que acababa de ocurrir, solo pude decirle a Brady su cámara, 'en verdad, vale la pena'.

    

El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
Foto:
El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
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El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
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El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
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El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
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El periodista de NotiCel, Juan R. Costa, junto a su instructor asignado. (Brad Patterson/Especial para NotiCel)
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