El renacimiento europeo empieza en Grecia
Dicen, los que han traído el caos, que puede llegar el caos con Syriza. Lo dicen como si a lo largo de todos estos años, que son muchos, nadie fuera culpable y todos empezaran nuevos en la casilla de salida: La economía griega se ha contraído más de 25% desde 2008, tiene una cuarta parte de la población en paro, una industria en declive y un 15% de trabajadores que son pobres.
Se estima que un 77% del rescate ha ido a parar directa o indirectamente al sistema financiero. Un 52% de las familias vive de las pensiones recortadas de sus mayores, la prostitución ha aumentado en un 1.500% y la heroína ha vuelto a las calles fruto de la desesperación.*El autor es sociólogo y escritor. Publicado originalmente en Publico.es
Pero el pueblo griego ha decidido decir basta a la asfixia, basta a la austeridad que arruina al país. Ha optado por abrir un camino de esperanza y de cambio, una apuesta por la democracia y ha elegido a un gobierno que trabaje en favor de la gente. Amenaza el Bundesbank a Grecia recordando que debe cumplir los acuerdos, tienen razón, pero el primer acuerdo que debe cumplir, al cual el resto de acuerdos están subordinados, es el derecho a la existencia de su gente y la carta de Derechos fundamentales de la UE.
Grecia y Syriza tienen por delante una tarea hercúlea para recuperar la soberanía popular. Lo que está en juego en toda Europa es la propia democracia. Existe ya una mayoría social europea, sobre todo en el sur, que observa cómo las bases más elementales de la democracia surgida tras la II Guerra Mundial, se están desplomando. Esa mayoría social comprende que independientemente de sus preferencias ideológicas más inmediatas o la tradición de la que se reclaman, ciertos mínimos de convivencia consensuados por todos y todas se encuentran bajo una gran amenaza.
Detrás de la acusación de populismo hay toda una lectura servil democráticamente deficitaria: como lo existente es inamovible, poco importa a quien se elija en las urnas porque no se puede cambiar el rumbo que imponen quienes no se presentan a las elecciones. Ya no somos dueños de nuestros destinos, volvemos a la trascendencia de un ser superior que nos reclama fe y confianza mientras derrumba los pilares de la democracia.
Hace unos días se reunían en el foro de Davos los grandes inversores mundiales, 1700 jets privados aterrizaron para discutir sobre el cambio climático. Estaban preocupados por la situación en Europa. Siguen convencidos de que es necesario insistir en las 'reformas estructurales', pero los procesos electorales pueden complicarlo y por eso creen fundamental educar al pueblo para que elijan a líder correcto que tome las medidas correctas, según ellos.
La soberanía europea no está en Davos, no está en el Bundesbank, tampoco está en el Bundestag, la soberanía le pertenece a los y las ciudadanas que quieren una Europa que proteja a sus habitantes, y una Europa que no claudique ante las coacciones de poderes que carecen de toda legitimidad democrática. El problema de Europa es la austeridad, no Syriza.
Grecia recupera lo mejor de su historia, impulsando el renacimiento de un nuevo europeísmo democrático que apuesta por dar un giro de 180, habiendo comprobado que las políticas de austeridad son ineficientes e injustas. Los acuerdos con la sociedad son incuestionables y todos los Estados miembros están obligados a cumplir las normas democráticas.