El último polvo 2
Sabía que ese supuesto último polvo jamás daría por terminada nuestra caliente secuela; le sucederían unos cuantos más, al menos uno.
Para dejar viva la cosa, en algún momento entre esas dos semanas que pasaron desde que el cuarentón se asustó por lo conveniente que se convirtió el sexo casual le escribí un mensaje de texto. Ahora ni recuerdo bien que fue pero era picaresco. Tal vez algo como 'papito, no hay que envolverse, solo hay que sentirse'.
Tampoco es que importe mucho porque él nunca contestó. Bueno, escribió al cabo de varios días, cuando ya me tenía de frente.
Resulta que el sábado pasado andaba en un 'ladies night'. Fuimos a uno de esos chinchorros donde nos gusta bailar.
El menú musical estaba exquisito y nosotras, que andábamos regias, nos adueñamos de la pista. Tal vez con más caché que nunca pero sin olvidar los escotes ni las minifaldas que tanto favorecían nuestras figuras esa noche.
Bailamos y bailamos. En una, cuando me acerqué a la barra para refrescarme con una cerveza, sentí el celaje de alguien. Era el cuarentón, mi cuarentón, quien no vaciló en hacer que mi mirada se cruzara con la del. Nos sonreímos y seguido nos abrazamos. Tomé mi cerveza y volví con las nenas.
Creo que él también estaba en su 'boys night'.
Aunque intenté ignorarle, por su calva brillosa, puedo apostar a que su mirada me estuvo persiguiendo en varias ocasiones mientras yo seguía sudando al son de la música.
Al rato, su amigo y él se arrimaron a la mesa en la que teníamos nuestras cosas. Yo seguía evasiva pero sonriente. La verdad es quería respetar el espacio que él mismo me pidió cuando me sentó en el mueble de su casa.
Estoy segura que su amigo ya sabía la movida. Mientras mi cuarentón fue al baño, él aprovechó para romper el hielo y comenzó a hablarnos. Cosa que cuando mi cuarentón regresó, no le quedó de otra que integrarse.
Una de las amigas se fue, la otra se encontró con un amigo y estaba en lo suyo. Yo seguía bailando y entre descansos conversando con ellos. Hasta que mi cuarentón me sacó a bailar.
'Hoy estás más guapa de lo usual. Es que te ves bien sexy', repitió unas cuantas veces mientras Frankie Ruiz nos recordaba que todo había comenzando bailando. Volvimos a bailar unas dos o tres piezas. Hasta que su amigo quiso irse.
Nos miramos, y sin tener que decir mucho llegué hasta su casa. Tuvimos tal vez el encuentro más apoteótico de todos.
'Mamita, hoy estás como una fiera. Nunca habías estado así. Me encantas. Porqué no me habías hecho esto así siempre? Hoy me tienes más mal que nunca', seguía diciendo sin parar. Sus ojos estaban idos. Él también se convirtió en una fiera.
Ya habíamos terminado cuando me paré, me fui a duchar y le dije que me iba. Me suplicó que me quedara pero después de descansar en la cama unos 20 minutos con él me despedí. Insistió sin éxito.
'Hasta luego, compañero', y cerré la puerta.
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