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El deseo en mis sueños...

Aún y con la insistencia de 'el culebron pr', decidí ignorar cada una de sus más de 7 llamadas diarias toda esta semana. No fue hasta que le puse un mensaje de que me comunicaría con el cuando nos pudieramos ver de nuevo que desistió. Yo estaba más en la onda de una aventura juguetona y diferente.

Tenía ganas de saciar un deseo que venía proyectándose en mis sueños desde hace varios meses. En repetidas ocasiones me había despertado en las madrugadas con un calentón incontrolable que me obligaba a jugar conmigo misma por lo excitada y mojada que estaba creyendo que alguna mujer se saboreaba mi amada Baubo.

Como ya saben ustedes, me he besado con unas cuantas jevotas y nos hemos tocado y restregado cuerpo con cuerpo, pero no mucho más que eso.

El sábado pasado, cuando salí con una amiga, de esas bien íntimas, al final nos terminamos intimando más. Ella si que es toda una mujeraza, sencilla y hermosa. Estatura promedio, de tez blanca, unas cejas perfectas, una sonrisa tierna y unos ojos caramelizados y seductores que combinan con su largo pelo lacio. Poco busto, delgada y unas nalgas bien definidas. Unas piernas fuertes que definen sus caderas con el caminar ligero y sensual que lleva siempre.

Tuvimos un jangueo usual, bebimos uno que otro trago en cada chinchorro que fuimos en la ciudad amurallada. A eso de las tres y media de la madrugada, llegamos a mi apartamento y como de costumbre, cuando salimos, se quedó conmigo.

Antes de dormir, me lancé, sin saber que pudiera pasar, y le planté un beso. Su reacción fue darme un leve empujón pero después de algunos besos, su lengua comenzó a manifestarse por todo mi cuerpo hasta que me bajó los panties y acabó la dulce tortura que había comenzado varios meses atrás.

Su lengua me traía mal, pero me estremecía la idea de tener un orgasmo en la boca de una mujer. Mientras me lamía, cerré los ojos y con las manos plegadas como las patitas de conejo asustado, no podía dejar de pensar en el hombre imaginario que hacía el amor conmigo en mis fantasías.

Entonces, exploté, gemí sin control mientras mi cuerpo vibraba sin parar. Cuando abrí los ojos, ella se retorcía del placer que mis largos dedos y no se que más le provocaban en el Templo entre sus piernas.

Después, nos recostamos ahí, en la cama y dormimos un rato. Cuando salió el sol, todo fluyó como siempre, desayunamos y aprovechamos de los rayos del rubio para ir a la playa.

Para comentarios o sugerencias, pueden escribirme a lamatahombres@gmail.com, y seguirme por Facebook y Twitter.