Independencia
La independencia es un estado natural, una secuencia de lógica pura en la vida del humano. ¿No salimos corriendo de casa de papi y mami cuando aún, en muchos casos, no hemos llegado a los 18, la considerada 'mayoría de edad'?. Sí, tambien están los otros, los recostados, vagos de pureza infalible, que se quedan para siempre con papi y mami porque a quien le amarga el dulce de casa y comida gratis, se casan y traen al el o a la ella al cuartito de solteros, paren los hijos que les crian los abuelos invadidos y algunos, con un poco de vergüenza, construyen una segunda planta 'para que papi y mami vivan más cómodos'.
Cuando llegan a los 40, tienen una frase infalible para justificar la pereza: 'Y, ya no puedo dejar solos a papi y mami, cada día me necesitan más'...y cuántos papis y mamis tragarán saliva para no gritar que solos se arreglan muy bien.
Pero fuera de estos ejemplares, sean mayoría o minoría dependiendo de la sociedad que se trate, independizarse personal y económicamente es ley de vida. Una vida independiente, libre, soberana, incluso devolviendo a los padres un poco de lo que ellos nos dieron, es la marca en la frente que todos llevamos, o debemos llevar, para que al andar la cabeza permanezca siempre erguida.
El estado de dependencia, aunque cómodo y aparentemente feliz, tarde o temprano deja huellas, anuda frustraciones al alma y deja residuos mentales que se transforman en complejos de inferioridad. El que por sí sólo se vale, vale por dos, decían los abuelos inmigrantes a los que el hambre y las guerras hicieron independientes muchos años antes de llegar a los dieciocho.
Claro que también hay accidentes, asuntos inesperados que transforman al dependiente en independiente sin habérselo propuesto, como la muerte de papi y mami, una deuda inesperada que se lleva la casa con segunda planta y todo, y ahora si, a ver como se bate el cobre, fusilada de golpe y porrazo la comodidad, ese estado de ensoñación placentero que se imaginaba eterno.
En muchos países que hasta ayer en la historia eran colonias, sus sociedades representaban práctica y concretamente estas actitudes individuales, esas tomas de decisión de ser un sujeto independiente o cómodamente dependiente.
En la India, bajo el dominio británico, muchos de sus habitantes vivían muy bien el estado colonial, se beneficiaban incluso del status quo con excelentes rendimientos económicos para sus grupos familiares, compartían de tú a tú con los ingleses en sus clubes privados y jugaban cricket, ese deporte bien inglés que arraigó profundamente en la India, hasta nuestros días .
Curioso, pero desde el fondo de la historia los pueblos dominados o descubiertos por alguna avanzada 'civilizadora' se quedaron para siempre con costumbres del dominante o el emancipador, según como se mire. El fútbol de los ingleses que condensa las pasiones del mundo entero es una prueba concluyente del cuento.
Lo cierto es que cuando Inglaterra dejó a la India en posesión de su destino, hubo mucha felicidad pero tambien sorpresa en muchos que, no habiendo hecho suya la premisa de ser independiente como asunto de orden natural, tuvieron que digerir la novedad y apresurarse a cambiar para que la vida y el resto del país no les pasaran por encima.
Sí, suele ocurrir a menudo. La independencia natural a la que muchos renuncian les llega un día por sorpresa, por decisiones o asuntos inesperados que suceden más allá del dominio de sus propias narices.
Entonces, hay que empezar de nuevo.