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Indefensos

Uno de los tantos beneficios gratos del periodismo es, a pesar de los años que se pueden transcurrir en el oficio, conservar la ingenuidad, no perder la capacidad del asombro, ante declaraciones, textos y demás dislates que va dejando caer la dirigencia política en su cada vez más vertiginoso, y peligroso, juego cotidiano. Y luego, sonreir irónicamente cuando el sujeto de turno trata, y muchas veces consigue, desvíar la esencia de lo publicado desvirtuando los datos y cambiando las palabras.

Algo así intentó hace unos días el Presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, cuando confeccionó una de sus célebres descargas intentado cambiar el escenario de una historia - documentada - publicada por NotiCel sobre su situación de adulterio de hace 14 años atrás, fruto de la cual nació su hija.

Rivera Schatz produjo un monólogo defendiendo a su hija de un ataque nacido solo en su visión de los hechos - la mención de la adolescente en el texto es una referencia que ni siquiera lleva su nombre- insistiendo en que es con él con quien hay que discutir -es con él, es él la figura central del acto de adulterio- y ratificando varias veces su masculinidad llamándose a sí mismo 'un varón completo'. Habría que consultar con sicólogos que sería, como consecuencia, un varón incompleto y por extensión, que posibles traumas esconde alguien con permanente necesidad de resaltar su hombría.

Por supuesto, no contestó preguntas concretas sobre la situación en discusión: la figura de adulterio en su pasado. Se amparó en el derecho a su vida privada, algo con lo que coincidió el gobernador Fortuño, y que nos vuelve al centro del debate sin más distracciones.

La vida privada de funcionarios públicos y legisladores tiene una línea imaginaria trazada, una raya echada sobre en qué punto, cualquier acto de esa vida privada, puede cuestionar su autoridad para ejercerla sobre el resto de nosotros, de todos los que conformamos una sociedad. Los electorados descansan en sus legisladores, por ejemplo, para que dicten las leyes que contribuyen a reordenar constantemente la relación social.

Entonces, como puede el presidente del Senado, protagonista de adulterio en su vida privada, intervenir en la discusión de quitar esa figura como delito del Código Penal o perpetuarla? Como puede siquiera opinar, decir que está a favor de que continúe penalizado? De esto es que se trata, de un conflicto de interés flagrante que lo inhibe como legislador siquiera a expresarse sobre el tema. Ahí es donde, le pese a Rivera Shatz y a Luis Fortuño, la vida privada sí pasa a primer plano, a tener un peso decisivoenel ejercicio de una función pública que nos reúne a todos como los últimos recipientes de sus actos de gobierno.

Al ex representante Luis Farinacci lo expulsaron cuando aún la justicia no había probado las acusaciones en su contra por violencia doméstica y a Rolando Crespo finalmente lo dejó fuera su positivo a drogas y mientras eso ocurría, afortunadamente no asistimos al ridículo de que Farinacci integrara una comisión investigativa de la violencia contra la mujer, ni Crespo conducía un estudio para legalizar la droga.

En Estados Unidos, el país al que Rivera Shatz y Luis Fortuño quieren pertenecer junto a todo el PNP, y para lo que trabajan políticamente en pos de la estadidad, los funcionarios y legisladores a los que un acto de su vida privada les quita legitimidad para seguir ejerciendo sus funciones renuncian inmediamente, por propia decisión, o son obligados por el resto del sistema a así hacerlo.

John Edwards, ex candidato presidencial, está ahora en la mirilla de la Justicia por sobornos disfrazados como donativos políticos que intentaban ocultar el nacimiento de un hijo fuera de su matrimonio, fruto de su relación con una colaboradora durante su campaña de 2008. El diario The New York Times, insospechado de 'periodismo amarillo' como insinúan por aqui los honorables ofendidos, reportó en marzo de 2008 que el gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, le había confesado a sus colaboradores su participación con una red de prostitución.

El anuncio de su renuncia todavía hoy revive la imagen de su esposa, en segundo plano, mirando hacia la nada y evidentemente luchando con sus sentimientos encontrados. Ella salió digna y victoriosa de ese momento amargo de su vida y él, dijo entonces que 'los remordimientos me acompañarán siempre', y que no le quedaba más remedio que 'aplicarse a sí mismo', los mismos criterios 'de rectitud' y de 'asunción de responsabilidad' que siempre pidió a los demás en su carrera política.

Lean más de una vez estas últimas frases pronunciadas por Spitzer, uno de los varios gobernadores y legisladores renunciantes de los últimos años en Estados Unidos por actos de su vida privada, donde los cuestionados generalmente guardan 'la ética de la dignidad del silencio' y renuncian, sin discutir las revelaciones con desvío de la atención pública, en algún programa popular de latelevisión.

El presidente del Senado y el gobernador, que defiende la vida privada del primero, deberían, entre otras cosas, pensar seriamente si quieren pertenecer definitivamente a Estados Unidos.

PUNTOAPARTE
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