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Obama-Osama

Osama. Obama. Osabama. Obasama. Las similitudes entre el nombre del jefe de la Yihad (guerra santa) y el apellido del presidente de Estados Unidos creó en los últimos días varios enredos escritos y orales, con toque caribeño, donde más de un titulero adjudicó a uno la historia del otro y algún analista se enredó en la improvisación castigando la actuación del guerrillero, pero con el apellido del presidente. Hay que incluir entre los confundidos al que escribe, que lanzó desde NotiCel un título a los celulares que leía: 'Obama estaba desarmado, según su hija'. Pero detrás de la distracción neuronal parecía replegarse, inconscientemente, el dato de una historia que convirtió en enemigos a Bin Laden y Estados Unidos.

Osama se convirtió en aliado de Estados Unidos a finales de setiembre de 1979, poco después de la invasión de la entonces Unión Soviética a Afganistán. En 1980 comenzó a reunir guerrilleros para la resistencia y entrenado por la CIA aprendió a armar explosivos, a utilizar códigos cifrados y a ocultarse. También a mover su enorme fortuna por paraísos fiscales y probablemente a beneficiarse también de los 3,000 millones de dólares que entre 1979 y 1989, Estados Unidos entregó a la resistencia afgana.

De allí a los atentados suicidas que derrumbaron las Torres Gemelas, causando más de 3,000 muertos, parte la peculiar historia del ex aliado convertido en enemigo absoluto de Estados Unidos.

Qué transformó a un ingeniero con graduación paralela en administración de empresas, estudiante también de teología islámica, nacido en Riad, Arabia Saudita, como el hijo número 17 del millonario Mohammad Bin Laden, fundador del actual emporio multinacional Grupo Saudi Binladin con ingresos anuales calculados en 5,000 millones de dólares, 40,000 empleados y oficinas en Londres y Ginebra, en el fanático líder de una guerra santa?

Lo que vió y vivió en su nuevo entorno a partir de los 80, lejos del priviligiado sector social en el que nació y se crió y más cerca de una penosa realidad masiva, debe ser una de las muchas respuestas. De allí al fanatismo místico y hasta a la misma locura, hubo un paso.

Se convenció y convenció a muchos que había que refundar el mundo, hacerlo nuevo bajo el orden de un califato que reinvindicaba a Palestina y condenaba a Israel junto a los países árabes 'occidentalizados' y al demonio que veia en su ex mentor, Estados Unidos. Como herramienta utilizó el lavado de cerebro a miles de adolescentes casi niños, a los que convirtió en armas letales como atacantes suicidas. Morir matando, como hicieron los pilotos japoneses en la segunda Guerra Mundial.

Su familia lo aisló. Empresarios millonarios asociados con la familia Bush en el Carlyle Group, un conglomerado que reúne entre otros negocios, contratos militares, petróleo y fondos de inversión con fuerte presencia en Medio Oriente - una alianza que también incluyó directamente a George W. Bush como director de Arbusto Energy, fundada por Salem Bin Laden, entre otras revelaciones que sintetizó Michael Moore en su célebre Fahrenheit 9/11 - y que de pronto veían su apellido impreso como el enemigo número 1 del mundo, gracias al pariente que encabezaba la guerra santa.

En los días posteriores al sangriento atentado a las Torres Gemelas que Bin Laden se adjudicaría tiempo después, unos 40 integrantes de la familia Bin Laden residente en Estados Unidos abandonaron el país sigilosamente, ante el temor de represalias. Se escribió entonces que el gobierno de Bush protegió estas salidas para evitar precisamente algún tipo de venganza sobre quienes no tenían más responsabilidad con los hechos que el apellido en común.

Hasta el día de su muerte reciente, Bin Laden llevaba casi diez años en la clandestinidad, al menos a los ojos de Occidente. Entre todo lo publicado en estos días, hubo un par de líneas llamativas: supuestamente este hombre no quería que sus hijos pertenecieran a Al Qaeda y los mantenía alejados de la organización.

Curiosa parábola en el final de sus días. Fuera de su familia durante los últimos 30 años, asediado, y finalmente asesinado, por el país que lo había engendrado como combatiente contra los soviéticos, parecía cerrar su complicado y tortuoso camino negándose a que sus hijos continuaran lo que para él, era su lucha.

El anuncio de la muerte de Osama ha sido celebrado en Estados Unidos y en Occidente, y el final de una larga cacería apunta a abrirle el camino a una fácil reelección al presidente Obama.

Tal vez por aquí vaya el misterio del llamado destino y la confusión, o combinación?, de un nombre y un apellido.

PUNTOAPARTE
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